Brasil, a la sombra del fantasma de un golpe de Estado
Los brasileños acuden el domingo a las urnas en unas elecciones envueltas en un inédito clima de tensión, alimentado por las dudas que ha sembrado el presidente Jair Bolsonaro, sobre si reconocerá la derrota que le vaticinan las encuestas.
Los ataques del ultraderechista contra el sistema han sido crecientes desde que asumió el poder en 2018 y el propio Bolsonaro azuza el fantasma de un golpe de Estado. “La historia se puede repetir”, advirtió Bolsonaro el 7 de septiembre.
Ese día, numerosos seguidores y corifeos le pidieron impulsar una intervención militar, clausurar el Parlamento y destituir a los jueces del Supremo. Él, lejos de desautorizar estos ex abruptos, los ampara en la libertad de expresión.
Según los analistas, la posibilidad de que Bolsonaro no reconozca el resultado de las elecciones no se puede descartar. “Las democracias comienzan a morir cuando los políticos
Bolsonaro ha sembrado dudas sobre si reconocerá la eventual derrota
cuestionan el sistema electoral y cuando se atacan las instituciones democráticas. Trump lo hizo y Bolsonaro no está distante. Sus ideólogos son los mismos”, comenta Paulo Ramírez, profesor de la Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo.
Hasta el momento, según Ramírez, las instituciones han conseguido “neutralizar” todos los ataques al sistema que han partido del bolsonarismo. La oposición de la sociedad civil a los ataques de Bolsonaro también ha sido firme y se ha plasmado en manifiestos a favor de la democracia, que han sido respaldados por asociaciones empresariales, universidades y grupos sociales.
Esta resistencia civil muestra el “fracaso” del bolsonarismo en su apuesta por ampliar el respaldo social a su campaña contra el sistema, apunta Carlos Machado, de la Universidad de Brasilia. Y para que prospere un golpe, “es necesario el apoyo de la sociedad”.
“El único miedo” según Machado es que esas ideas sí han calado en el núcleo duro del bolsonarismo, en especial en grupos del sector de seguridad.