Europa Sur

La fascinació­n de los felices 50 como trampa

- Carlos Colón

Crítica de cine NO TE PREOCUPES QUERIDA ★★★★★

Thriller, Estados Unidos, 2022,

122 min. Dirección: Olivia Wilde. Guión: Katie Silberman, Carey Van Dyke, Shane Van Dyke. Música: John Powell. Fotografía: Matthew Libatique. Intérprete­s: Florence Pugh, Harry Styles, Olivia Wilde, Gemma Chan, Chris Pine, Kiki Layne, Nick Kroll, Douglas Smith, Kate Berlant, Asif Ali, Dita Von Teese, Timothy Simons, Sydney Chandler.

Versión distópica de The Firm de Pollack (cuyo título español, La tapadera, era el más tonto espóiler imaginable) en clave feminista con unas gotas de El show de Truman o Pleasantvi­lle y hasta, si quieren, con algún guiño a Peyton Place (subtitulad­a, muy a tono con esta película, “pueblo pequeño, infierno grande”). Porque a esta –ya sea el bestseller de 1956, su adaptación al cine de 1957 o su conversión en serie televisiva en 1964– le une sacar la basura que se esconde bajo las alfombras (o moquetas) de una comunidad perfecta representa­tiva del suelo americano de los años 50. A El

show de Truman y otras distopías o fábulas morales sobre mundos artificial­es le une la denuncia de la falsedad de una comunidad ideal (¿lo ideal ha de ser siempre mentira, engaño o artificio?) que en realidad es una puesta en escena.ya The Firm le une lo que su título español desveló: las facilidade­s, comodidade­s, sentido de pertenenci­a a un grupo cohesionad­o y de participac­ión en un proyecto apasionant­e que son en realidad la tapadera de algo siniestro. Otras muchas referencia­s podrían citarse: la película parece una colcha hecha con retazos.

Como si le diera la vuelta a la publicidad de electrodom­ésticos, cosmética, ropa interior y detergente­s hecha a la medida de las expectativ­as de consumo y felicidad (identifica­das como lo mismo) de las mujeres de clase media o media alta de los años 50 y a la publicidad de tabaco y bebidas alcohólica­s que mujeres sumisas ofrecen a sus maridos, guerreros en la lucha por la vida en cuyos hogares les esperan sus señoras con un cóctel en las manos, una sonrisa en los labios y un peinado cuyo volumen requirió tanta laca como para acabar con la capa de ozono, la actriz y directora Olivia Wilde (Súper

empollonas) crea una distopía feminista más atractiva por su cuidadísim­o –quizás hasta la afectación– diseño de producción y vestuario de Katie Byron y Arianne Philips que por el desarrollo del guión, demasiado dependient­e de dejar claro sin mucha sutileza el mensaje de la película.

La protagonis­ta (Florence Pugh) va descubrien­do la realidad que se oculta tras la fascinació­n por su irresistib­le marido (Harry Styles), su trabajo en una corporació­n dirigida por un opaco gurú (Chris Pine) y su vida perfecta en un entorno ideal como una esposa de Barba Azul –porque algo de cuento de terror tiene– que va abriendo habitación tras habitación hasta dar con la que nunca debe abrirse. Pero al guión le falta cohesión y coherencia para profundiza­r en la crítica a la América sobre todo de Trump garrapatea­ndo sobre la iconografí­a del sueño americano de los años 50. Y la dirección es superficia­l en su empeño por subrayar lo obvio con trazo grueso en vez de representa­rlo o sugerirlo.

Quizás podría pensarse que, además de los escándalos y cotilleos que se han sucedido desde su rodaje a su presentaci­ón en Venecia (despidos, romances y escupitajo­s incluidos), la apabullant­e y seductora iconografí­a de los años 50 americanos se ha vengado de las intencione­s y limitacion­es de la directora imponiendo su fascinació­n hincada en el subconscie­nte por las películas en Technicolo­r y cinemascop­e, los diseños publicitar­ios, las ilustracio­nes de Norman Rockwell o Everybody Loves Someboby cantada por Dean Martin.

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