MELONI Y EL BLANCO NUCLEAR
LA derecha ha ganado las elecciones en Italia, y lo que ahora toca en la izquierda es equivocarse, errar en explicaciones que rozan el pensamiento mágico como ésa que sostiene que la causa es la alta abstención, como si los votantes progresistas y obreros fueran una realidad perenne y mayoritaria, un ser inmutable que, en ocasiones, no se manifiesta porque prefiere hibernar. La solución, ya la conocerán porque lo han escuchado también en España muchas veces, es la movilización. Si votamos, ganamos.
Otra milonga sostiene que son los partidos tradicionales conservadores los que blanquean a la extrema derecha, a la derecha populista o a la nueve derecha, como quieran llamarle a lo que ha ganado en Italia y se ha colocado en Suecia en un segundo puesto con el 20%. Georgia Meloni, en efecto, proviene de un partido postfacista, Alianza Nacional, pero es que su aliado Matteo Salvini, ex ministro de Interior y líder de la Liga, no se le queda atrás en exhibición de la xenofobia. El tercero de la coalición es el paradigma de la terrible deriva italiana desde que en los años noventa se derrumbó el viejos sistema de partidos: Berlusconi.
Lo más parecido a un conservador tradicional que se presentaba a las elecciones italianas era Enrico Letta, líder del Partido
Creer que hay un voto obrero y progresista, perenne y mayoritario, un ser inmutable, roza el pensamiento mágico
Democrático, de origen demócrata cristiano y destacado miembro en su día del Partido Popular Europeo. Letta, que sería un supuesto blanqueador, concibió su propuesta electoral como el único modo de frenar a la ultraderecha. Otro craso error, esto de votadme a mí que serviré de cordón sanitario a una coalición que ha obtenido... el 42,87% de los votos.
Italia es Italia, sus dos últimos primeros ministros, Guiseppe Conte y Mario Draghi, ni siquiera se habían presentado a las elecciones, fueron elegidos por los partidos porque eran incapaces de alcanzar acuerdos y porque el país disfruta de una jefatura del Estado con poderes constitucionales –y sensatez, en la figura del viejo Sergio Mattarella– que ejerce de padre en la pelea de niños. Hermanos de Italia no es más que una imagen especular del Movimiento Cinco Estrellas, otra sigla para enmarcar en la pared de las excentricidades políticas.
Mario Draghi, el más admirado de los italianos, se marcha tranquilo, la malla está colocada, y ahora veremos cómo se nombran ministros de Estado que den tranquilidad a Bruselas. Eso es Italia.