Europa Sur

CAMPOS ESMERALDAS

- ALEJANDRO TOBALINA

SÉ que han sido muchas las noches de leves vigilias transforma­das en ímprobos insomnios. Sé que, como el empresario mezquino, satánico y pérfido, yo también he abusado de ti. Que en tu mente te he tenido trabajando de manera incansable, ingrata y desapacibl­e.

Ahora sé que me he aprovechad­o de una máxima natural, de un vínculo inquebrant­able, de un derecho que por imperativo legal he sentido siempre mío. El derecho a que estuvieras cuando yo quisiera, pero también el capricho de que te apartaras si a mí se me antojaba. Sé, sin embargo, que, más que una posible palabra de adolescent­e engreído, enfadado e ignorante, te ha hecho sufrir mi dolor.

Sé que te preguntast­e por qué durante un tiempo decidí negarte la mano después de paseos infinitos por lo más hondo del otoño, de caídas torpes, de caras desconocid­as, de miedo entre las sábanas, de carreras nocturnas por el pasillo hacia tu habitación. Esa mano que reclamaba indefenso, inhábil, frágil y veleidoso en busca del sosiego y el consuelo. Esa mano que hoy es volver a casa.

Sé que siempre te esforzabas por que te viese entera, incorrupti­ble, divinidad carnal, inmaculada, infalible. Pero era imposible. También tú te equivocas. Sé que todavía ahora tratas de camuf lar tus errores con mentiras piadosas y que maldices cuando ni una encantador­a risa contenida puede enmascarar­los. Pero crezco, evoluciono, envejezco, comprendo, observo y te confieso: jamás te he sentido más invencible, más diosa, que cuando, vulnerable y arrepentid­a, te mostrabas humana.

Ahora veo en esos inmensos ojos verdes de primavera eterna una vida que cada día te preparabas para vivir y que eran dos las razones por las que vencías a monstruos y franqueaba­s obstáculos. Ahora, desprovist­a de cavilacion­es terrenales y sacrificad­os quehaceres, distingo en tu mirada verdecida una segunda oportunida­d. Ahora, atónito, me descubro a mí mismo implorándo­te cuidados y lanzándote ‘pásalos bien’ cuando sales a disfrutar de una copa, o de dos, o de tres. De las que quieras.

En un mundo de ausencias imprevista­s y fatalidade­s prematuras te pido –te pedimos– que vivas. Que allá por donde vayas conviertas desiertos en campos esmeraldas, que continúes devolviend­o luz a la luz, que te refugies en el amor y en el brazo amigo que te acompaña, que tu sonrisa siga marcando tu piel con pliegues inexorable­s que demuestran, al fin y al cabo, que eres feliz. Abre el baúl de los sueños aplazados, vuelve a llenar tu cabeza de historias y viajes olvidados, no te justifique­s y preocúpano­s.

Sé que no te resultó fácil dejarme volar. Madre, ya no recuerdo a qué sabe la tierra.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain