Europa Sur

EL PAPELÓN DE MARÍA JESÚS

● El debate sobre la reducción de impuestos enfrenta a propios y extraños, y amenaza seriamente a Pedro Sánchez

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nuevo oficio, y colocan a sus afectos.

Esta ha sido la semana en que un –un presidente autonómico– ha descolocad­o y quizá tocado y hundido a su jefe nacional. Ximo Puig, presidente valenciano del PSOE, ha abierto la caja de Pandora de su partido, que a día de hoy cabe decir “de Pedro Sánchez”. El le ha puesto los cuernos a su jefe, al rebufo de la tributaria del presidente andaluz, Juanma Moreno, que es rival político del levantino (y ya levantisco para su

Sánchez parece estar herido tras esta sorpresa, pero no se crean nada: si algo sabe nuestro presidente es sobrevivir y pactar con propios y extraños, en un país cuyo equilibrio de poderes depende demasiado de los afanes independen­tistas, tan económicos. La clave de este asunto de primer orden que son los ingresos fiscales la ha descarnado Ximo: reducir –en mi opinión, es impropio en esto el término

la tributació­n personal por IRPF es un gran reclamo electoral, porque con los dineros familiares

El Gobierno afronta enemigos fiscales internos, como el presidente valenciano

de la sufrida mayoría hemos topado. El valenciano, en mayor medida que el andaluz, ha puesto el dedo en la llaga. Son los contribuye­ntes que ingresan entre veinte y sesenta mil euros al año quienes dan vida a los presupuest­os públicos y, a la postre, financian la política social. Más allá del cosmético Impuesto sobre el Patrimonio, ése es el meollo de la viabilidad del Estado. Pero no lo olvidemos: es bastante limitada la capacidad de las autonomías para recaudar tocando a la baja el IRPF (y esperando que venga el maná del consumo a compensar la merma recaudator­ia). El IRPF es una competenci­a del Estado central, muy mayormente. Por suerte.

Es estimulant­e esta contradicc­ión de política fiscal entre el centro y la periferia que de pronto nos alumbra. Pero qué comprometi­da es la posición de un Gobierno nacional cuya propuesta es mantener la presión fiscal. Y no bajarla. La brava ministra del ramo, María Jesús Montero, tiene un papelón. El gancho de las grandes fortunas es un melón por calar.

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