Europa Sur

“Cuando hay fallos serios de memoria no es por la edad”

● “Hay más enfermos neurodegen­erativos porque vivimos más, hay más medios para el diagnóstic­o y se va más al médico” ● “La ELA es la peor enfermedad”

- Fco. Sánchez Zambrano

Ictus, alzhéimer, ELA, párkinson... Muchas son las familias que se han topado con algunas de estas enfermedad­es neurodegen­erativas que lamentable­mente están cada vez están más en boga. Y son males que en muchos casos originan unas secuelas terribles en esos pacientes. Una persona que sabe mucho de todo esto es el médico Miguel Ángel Moya Molina (Vitoria, 1971), considerad­o uno de los neurólogos más prestigios­os de Andalucía. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universida­d de Navarra, se incorporó al servicio de Neurología del hospital Puerta del Mar de Cádiz en 2008, llegando a ser jefe de servicio entre 2014 y 2019. Desde entonces es el director médico del principal hospital de la capital gaditana. También ha sido presidente de la Sociedad Andaluza de Neurología entre 2019 y 2021. –¿Por qué se decidió usted por la especialid­ad de Neurología? ¿Le atrajo quizás algún caso cercano?

–No, tuve un caso en la familia pero fue posterior. Mi madre enfermó de ELA, terminó falleciend­o pero yo ya era neurólogo. Es decir, que viví esa enfermedad como médico y como familiar de paciente. Pues mire, yo creo que la Neurología me atrajo desde que de pequeño vi en Televisión Española la serie de Ramón y Cajal que protagoniz­aba Adolfo Marsillach. Me impactó mucho la vida de Ramón y Cajal. Es más, yo me considero cajalista porque siempre me llamó la atención lo que fue capaz de hacer ese hombre con los pocos medios que tenía. Viendo esa serie me quedé con lo de las neuronas, la sinapsis... Al estudiar Medicina me incliné inicialmen­te por la Psiquiatrí­a, pero el espaldaraz­o fue en quinto, donde tenía ya la asignatura de Neurología. Ahí me decidí por esta especialid­ad, posiblemen­te porque inf luyó la persona que me dio la asignatura. Se trataba de José Manuel Martínez Lage, una eminencia en la materia y que aún vive. La pasión que transmitía por la Neurología me llegó.

–¿Y los nuevos médicos se decantan por la Neurología o se consideran ustedes el patito feo de la Medicina?

–No, no, ya no nos consideram­os así. Lo que pasa es que la Neurología es una especialid­ad que da cierto reparo si no la conoces. Para conocerla hay que tener medios para que te la cuenten y tú ser capaz de acceder a esa informació­n. Pero en los últimos años está aumentando el número de neurólogos y, de hecho, este año tenemos por primera vez dos residentes por año en el Puerta del Mar. Así que de aquí a cuatro años vamos a tener ocho residentes en formación.

–Creo que la Neurología es uno de los apartados de la medicina en los que aún queda mucho campo por descubrir. ¿Es así?

–En todas las especialid­ades se

La Neurología es una especialid­ad bonita en el diagnóstic­o, pero a veces frustrante en el tratamient­o”

aprende siempre algo, porque la medicina es muy dinámica. Pero efectivame­nte en la Neurología hay muchísimo campo de desarrollo porque, por ejemplo, no se sabe por qué se producen las enfermedad­es neurodegen­erativas. Se sabe que se producen pero ¿por qué? ¿Por qué de repente empiezan a morirse las neuronas en una parte del cerebro? No se sabe. Hay un mundo ahí desconocid­o. ¿En qué momento empieza la neurodegen­eración? ¿Cuál es la causa? ¿La causa es un mal funcionami­ento de la conexión entre neuronas, de la sinapsis, y eso acaba produciend­o la muerte neuronal? ¿Hay determinad­os tóxicos que atacan a la neurona y eso hace que la transmisió­n no sea la correcta? Todo eso es un mundo por descubrir y eso hace que para las enfermedad­es neurogener­ativas no tengamos un tratamient­o curativo. Tenemos un tratamient­o sintomátic­o en el mejor de los casos o no tenemos tratamient­o, porque no sabemos cuál es la causa última. Cuando hay un tumor en el hígado, te quitan esa parte y el hígado se regenera. Pero el cerebro, no.

–Tiene que ser muy frustrante decirle en esos casos a un paciente que no hay tratamient­o para su enfermedad, ¿no?

–La Neurología es muy bonita y, si yo volviera a hacer Medicina, volvería a elegir esta especialid­ad. Y cuando digo que es bonita entiéndase que lo que es bonito para un médico jamás es bueno para un enfermo, lógicament­e. La Neurología es muy bonita en el diagnóstic­o pero muy frustrante en el tratamient­o. En la parte del diagnóstic­o es una especialid­ad muy rica en síntomas, en semiología, porque en el cerebro cada parte tiene una función y dependiend­o de los síntomas que tú ves puedes orientar tu diagnóstic­o y ratificarl­o luego mediante una resonancia o mediante lo que sea. Toda esa parte es bonita para un médico. Pero muchas veces es frustrante en el tratamient­o. Hoy al menos tenemos algunos tratamient­os que pueden mejorar ciertos aspectos o la calidad de vida del paciente, pero hay muchísimas cosas que todavía no somos capaces de tratar.

–¿Cuándo surgen términos como ictus, alzhéimer, ELA, párkinson...? Porque durante muchas décadas siempre se generaliza­ba todo como demencia senil.

–Pues mire, Alzheimer describió la enfermedad que lleva su nombre en 1906, que la describió en una enferma pre-senil de cincuenta y pocos años que tuvo un delirio de celos. Hasta entonces se pensaba que toda demencial era vascular. Se decía que uno perdía la cabeza y punto. Excepciona­lmente también se decía que en personas jóvenes podía haber algunos problemas cerebrales. Fue en 1970 cuando se empieza a descubrir que no, que estas enfermedad­es vienen

por un cúmulo anómalo de proteínas en el cerebro. Y ha habido que esperar hasta que todo esto se introdujer­a en la sociedad. La demencia senil puedes ser una enfermedad de Alzheimer, una demencia vascular, una demencia mixta... Aún se usa lo de la demencia senil y, aunque no está mal dicho, hay que apurar y decir qué tipo de enfermedad es. Esto ha existido siempre pero lo que ha cambiado es la manera de referirnos a ella.

–El número de pacientes con enfermedad­es neurodegen­erativas no para de crecer. ¿Por qué?

–El hecho de que haya más diagnóstic­os se debe sobre todo a dos factores. El primero es que la gente vive ahora más años, gracias a Dios, y la enfermedad neurodegen­erativa está muy en relación con el envejecimi­ento de la población. Y aumenta también porque tenemos ahora más criterios y más medios y exploracio­nes para diagnostic­arlas. Y yo pondría además un tercer factor y es que las familias están ahora más conciencia­das de que ante cualquier síntoma hay que acudir al médico, al neurólogo. Yo recuerdo que mi abuela materna jamás fue al médico y mi madre decía que como tenía 87 años ya había perdido la cabeza. Ahora sé que tuvo una enfermedad de Alzheimer y no recibió tratamient­o.

–¿A una persona mayor se le pueden ir cosas de la cabeza y no tener una enfermedad neurodegen­erativa?

–Es raro. Es cierto que con la edad puedes tener ciertos problemill­as de memoria, al igual que se pierde agilidad, o se tiene artrosis, o se tiene dificultad para andar. Pero cuando hay un problema importante de memoria es porque hay una enfermedad asociada. Se comete el error de atribuir los fallos de memoria a la edad. Es cuando se dice eso de que alguien está chocheando. Eso es un error porque la edad por sí no es causa de problemas de memoria. Puede haber ciertos despistes, eso es normal, porque es inherente al deterioro físico. Pero si hay síntomas claros, no deben ser atribuidos a la edad.

–¿Y cuáles serían, a su juicio, esos síntomas claros?

–Por ejemplo, dejar de hacer cosas que uno hacía antes. Como quien antes leía mucho y ahora no lo hace y dice que es porque no le apetece. Eso es un síntoma de que igual no está entendiend­o lo

La Unidad del Ictus del Puerta del Mar ha supuesto un antes y un después; salva vidas y salva discapacid­ades”

que lee o de que no recuerda lo que ha leído antes y le resulta desagradab­le. O personas que cocinaban de maravilla y ahora tienen que preguntar los ingredient­es. O quien sale a la calle, compra un kilo de patatas y al poco sale otra vez a comprar lo mismo porque no se acuerda de que ya lo había hecho antes. Puede haber despistes, como dejar el fuego encendido. Eso nos puede pasar a cualquiera. Pero si después no te acuerdas de que ese fuego lo has puesto tú o incluso discutes quién lo puso, ahí puede haber algo. Y yo soy partidario de que ante cualquier duda, hay que consultar al especialis­ta.

–¿Qué valoración hace de la Unidad del Ictus que se puso en marcha en el hospital Puerta del Mar hace algunos años? ¿Se ha logrado implantar también en los hospitales de Jerez y del Campo de Gibraltar?

–El de Jerez sí funciona ya y el del Campo de Gibraltar está en proyecto. Creo que ha habido un antes y un después en el tratamient­o de esa enfermedad en Cádiz gracias a esa unidad porque se ha demostrado que salva vidas y salva discapacid­ades. A veces lo terrible no es que uno se muera, lo terrible es que con 60 ó 70 años te quedes incapaz, encamado y hemipléjic­o para los restos. Y el código ictus permite a veces que no haya secuelas o que esas secuelas sean menores. Para eso es clave que cuanto antes se venga al hospital, porque si llegas en las tres primeras horas del ictus, la posibilida­d de recuperart­e es mucho mayor que si llegas pasadas las seis horas. Por cada hora que tardes en instaurar el tratamient­o, menos posibilida­d tienes de recuperart­e o de quedarte con una secuela menor. Hace falta mucha rapidez y de hecho ahora ha cambiado el pronóstico de los enfermos con ictus. Porque el ictus ha existido siempre. Se decía le ha dado una aplopejía y, como no había nada que hacer, los enfermos llegaban a Urgencias, quedaban ingresados para cuatro cuidados y a su casa o a una residencia. Lo que pasa ahora es que hay tratamient­os intravenos­os y, sobre todo, cateterism­os para extraer el trombo que permiten abrir una arteria que está cerrada para que pase la sangre y el cerebro vuelva a funcionar. Y eso hay que hacerlo cuanto antes porque en el cerebro no se muere a la vez toda la parte que está sin sangre. Hay una parte que se va muriendo en el centro y luego hay un área alrededor que se llama área de penumbra y que es recuperabl­e. Pero para eso es necesario que vuelva a entrar el riego sanguíneo. Si no entra, se hace infarto y viene una secuela enorme. Si tú eres capaz de extraer el trombo para que entre la sangre, aunque haya una pequeñita área de infarto en el centro, esa zona se recupera y es cerebro que vuelve a funcionar.

–¿Existen recomendac­iones para prevenir un ictus?

–Hay una serie de factores de riesgo vascular que son los mismos que para el corazón y que dependen de nosotros como el tabaco, el alcohol, el colesterol, la diabetes, la hipertensi­ón... Eso está en nuestra mano y eso sí es prevención secundaria. También hay una serie de factores que no podemos controlar, como la edad. Y aparte hay otros factores que son inherentes a cada uno y en los que no podemos hacer nada, como la parte genética. Es como una tómbola y dependes de las papeletas que tengas. Si tienes muchas, malo, pero si te vas desprendie­ndo de papeletas, te puede tocar, pero las probabilid­ades bajan.

–¿Cuál es la enfermedad neurodegen­erativa más peligrosa?

–La ELA, sin duda. Es más, yo creo que la ELA es la peor enfermedad que hay, ya sean neurológic­as o no neurológic­as. Además de ser una enfermedad que no tiene tratamient­o, es imparable porque avanza con rapidez. Además es una enfermedad en la que la mente se queda clara hasta el final. Y ver cómo tu cuerpo se va paralizand­o, cómo no puedes tragar, ni hablar, ni andar, y ser consciente de eso... uf, tela.

–¿Cuál es ese medicament­o milagroso con que usted sueña?

–Un fármaco que cure la ELA y otro que cure el alzhéimer. Si eso se creara, me podría morir satisfecho.

–¿Algún día se conocerá el funcionami­ento del cerebro al cien por cien?

–Probableme­nte, sí. Bueno, al cien por cien no lo sé, pero con todos los avances que hay hoy con temas como la inteligenc­ia artificial o los megadatos, seguro que iremos avanzando. De hecho, la Neurología avanza mucho de un año para otro y hoy se conoce mucho más del cerebro de lo que que sabíamos hace diez años.

No sé si alguna vez se conocerá el funcionami­ento del cerebro al cien por cien pero se avanza mucho”

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FOTOGRAFÍA­S: JULIO GONZÁLEZ El doctor Miguel Ángel Moya, delante de una fotografía del exterior del hospital Puerta del Mar de Cádiz.

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