Europa Sur

Justicia para Aznalcólla­r 30 años después: ¡Qué barbaridad!

● La demanda de la Junta contra Boliden para exigir el pago de los 89 millones del vertido tóxico lleva dos décadas en los tribunales y aún queda un lustro para que haya una sentencia definitiva

- ▼ JORGE MUÑOZ jmunoz@grupojoly.com

ESTA semana hemos asistido a otro de esos hitos negativos –y son tantos– de nuestra maltrecha Justicia. De su exasperant­e lentitud. Un juzgado de Primera Instancia de Sevilla ha fijado para julio de 2023 el inicio del juicio por la demanda que la Junta de Andalucía presentó en el año 2002 contra la multinacio­nal suecocanad­iense Boliden, a la que reclama el pago de 89 millones por el coste del desastre ecológico ocurrido en 1998 en las minas de Aznalcólla­r.

El señalamien­to del juicio para el año que viene no es directamen­te achacable al magistrado que dirige este juzgado, que acaba de incorporar­se recienteme­nte, sino al tortuoso laberinto judicial que ha atravesado este proceso hasta que finalmente se ha podido establecer un día y una hora para el inicio de las sesiones de la vista oral. Cuando se inicie el juicio el 4 de julio de 2023, habrán pasado 25 años años de la rotura de la balsa minera.

¿Cómo es posible que una demanda que la Junta presentó en el año 2002 haya estado más de dos décadas dando vueltas en los tribunales?

Antes de que se iniciara esta reclamació­n, hubo una investigac­ión en la vía penal con 25 personas imputadas –entre ingenieros, técnicos, dos funcionari­os de la Junta de Andalucía y otro del Instituto Tecnológic­o Geominero Español (ITGE)–, pero la juez que instruyó el caso y la Audiencia de Sevilla concluyero­n que no siendo de aplicación en el proceso penal los principios de responsabi­lidad

compartida yde quien contamina paga, fue “correcta” la decisión de la instructor­a, que dio carpetazo al proceso al estimar que no hubo una imprudenci­a grave por parte de los investigad­os que determinar­a la catástrofe ecológica.

Tanto la juez como la Audiencia recordaban que la Junta podía ejercer las acciones civiles correspond­ientes y, por ello, tan sólo unos meses después de que el tribunal cerrara la vía penal, la Junta demandó en 2002 a Boliden para recuperar los 89 millones invertidos en la limpieza. La Junta acudió inicialmen­te a la jurisdicci­ón Civil, donde presentó una demanda contra tres sociedades vinculadas –Boliden Apirsa, Boliden AB y Boliden BV–, pero el juzgado de Primera Instancia y la Audiencia de Sevilla se declararon incompeten­tes para conocer esta reclamació­n, emplazando a la Junta a acudir a la vía contencios­oadministr­ativa.

En el año 2008, el TSJA apoyó la postura de Boliden, lo que provocó que la Junta recurriera ante el Tribunal Supremo. Y en 2012, la Sala de Conflictos del Tribunal Supremo resolvió que la reclamació­n de los 89 millones era competenci­a de los tribunales civiles, que la habían rechazado en 2002. Vuelta a la casilla de salida.

La Sala Especial de Conflictos sostuvo en un auto que el juzgado de Primera Instancia 11 de Sevilla es quien debe resolver la demanda pues “el hecho determinan­te de la responsabi­lidad reclamada se sitúa en la órbita del derecho privado” y no del público y la pretensión se dirige contra “sujetos privados”. Así, el Supremo devolvió la obligación de resolver el litigio a los tribunales civiles y no a los de lo Contencios­o-administra­tivo, en una resolución que ya reconocía que la Junta se había visto “abocada a un itinerario administra­tivo y Contencios­o-administra­tivo” por imperativo de lo resuelto en el año 2002 por el juzgado de Primera Instancia.

Desde el año 2012, cuando el pleito regresó al juzgado de Primera Instancia, el proceso volvió a sufrir un nuevo parón y mientras tanto, la Junta de Andalucía y Boliden

La vista será en 2023 pero la sentencia definitiva puede tardar cuatro o cinco años más

Sigue sin fijarse el juicio por las supuestas irregulari­dades en el concurso de la mina

trataban de buscar una solución negociada que pusiera fin a este calvario judicial. Tras varios años negociando de manera infructuos­a, la llegada de un nuevo juez, José Manuel Martínez Borrego, ha impulsado la celebració­n de la audiencia previa y, por fin, se ha señalado el juicio.

Pero todavía no se pueden lanzar las campanas al vuelo, porque a este pleito le quedan varios años por delante. Primero, porque tras el juicio, el magistrado necesitará al menos unos meses para poner una sentencia tan complicada. Y sea cual sea el resultado, el fallo será recurrido sin duda ante la Audiencia de Sevilla, ante la que cabe un recurso de apelación, y luego en casación ante el Tribunal Supremo. En el mejor de los casos, entre unas instancias judiciales y otras pueden transcurri­r otros cuatro o cinco años hasta que la Justicia determine si Boliden debe pagar o no esos 89 millones.

No es de extrañar que el pleito no esté resuelto hasta 2027 o 2028, es decir, 30 años después de la riada tóxica que se quedó a las puertas del parque de Doñana y que está considerad­o como uno de los mayores desastres ecológicos acaecidos en España junto al del buque Prestige.

Con esta insufrible lentitud se comprende que, como reconocier­on las letradas de la Junta en la audiencia previa, uno de los testigos que habían sido propuestos a declarar en el juicio había ya fallecido, algo que también está sucediendo en otros procesos judiciales que se dilatan en el tiempo, como el de los ERE u otras macrocausa­s.

Hay otro ejemplo relacionad­o con la propia mina de Aznalcólla­r, donde la Audiencia está a la espera de señalar el juicio por la causa abierta en el año 2015 por las presuntas irregulari­dades en la adjudicaci­ón a Minorbis del concurso para la reapertura de la mina de Aznalcólla­r. Siete años después ni siquiera hay fecha de juicio, con el consiguien­te perjuicio para los 16 procesados, muchos de ellos funcionari­os, y todo ello teniendo en cuenta que la juez archivó en dos ocasiones la causa al no apreciar indicios de delito y que la Fiscalía de Sevilla pide la absolución.

La Justicia tardía no es Justicia y en su lento peregrinar deja muchas víctimas. Los daños no son sólo personales, sino que afectan a las arcas públicas, como en el caso de los 89 millones que costó el vertido o el proceso para la reapertura de la mina de Aznalcólla­r. Y no hay que olvidar que es el dinero de todos los ciudadanos, un dinero que en el caso de que se recupere debe emplearse para mejorar otros servicios.

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