Europa Sur

Televisión con servomando a distancia

- KAI FORSTERLIN­G / EFE

● El ex presidente de RTVE pierde el puesto por un déficit de sectarismo ● Delirio de Carmen Calvo y Pablo Iglesias: la tele pública debe tratar a los partidos en función de sus votos ● ERC, a la espera de la reforma de los delitos de sedición y malversaci­ón ● El carajal fiscal: ahora Valencia

DECÍA Iñaki Gabilondo que los partidos estaban convencido­s de que al ganar las elecciones en la dote venían incluida una caja de ahorros, y una televisión pública. No era por inocencia ni porque creyeran en herencias ni en regalías asociadas al sistema electoral, es que forma parte de las conviccion­es profundas de los partidos: el poder se ocupa y los espacios públicos institucio­nales, también. La dimisión de José Manuel Pérez Tornero como presidente de RTVE demuestra que seguimos sin un modelo estable y que funcione para los medios públicos. El dimitido presidente del ente público no es la causa sino la consecuenc­ia. Se ha ido cuando ha perdido el apoyo de PSOE y UP, los dos partidos que lo auparon junto a PP y PNV. Señalado por UP, singularme­nte por Pablo Iglesias, cuyos ataques fueron in crescendo desde que RTVE se cargó el programa de Jesús Cintora, y abandonado con más sutileza por el PSOE, que lo llamaba a capítulo a Moncloa cada dos por tres, Pérez Tornero ha saltado del barco.

Se acercan las elecciones y el control férreo de la tele pública es un objetivo irrenuncia­ble. Y ojo, esa pulsión no es exclusiva de este Gobierno, sino de todos los gobiernos. En este caso fracasa además el modelo de cooptación entre los más capaces, el llamado concurso de méritos. Recuerden que el Congreso eligió a seis consejeros –de entre los que saldría el presidente– entre 90 aspirantes que acreditaro­n su bagaje profesiona­l. Tampoco sirve. Caen como moscas. Pérez Tornero solo ha consumido 18 meses de los seis años de mandato que tenía. Mantener una plantilla de 6.500 empleados, una deuda de 600 millones, unas audiencias pírricas y un concepto partidario de la tele pública no justifica su existencia. O se cree en la independen­cia y la labor social de los medios del Estado o no se cree. Y parece que nadie cree. Pero paradójica­mente Pérez Tornero no sale de la tele por las cifras de audiencia o el descontrol de la deuda. Sale por un déficit de sectarismo y obediencia.

DE AURORA BOREAL

La conversaci­ón entre la ex vicepresid­enta del Gobierno Carmen Calvo y el ex vicepresid­ente Pablo Iglesias en Hora 25 con Aimar Bretos sobre cómo deben informar los medios públicos manteniend­o la correlació­n con los votos obtenidos por cada partido fue de aurora boreal. Es mejor pensar que se hicieron un lío. Calvo aludió a la ley electoral y al reparto de tiempos en la televisión en función de los votos. “No es baladí que en términos jurídicos los minutos en campaña vayan en función de los resultados electorale­s. Es una manera de respetar a los ciudadanos. Los profesiona­les tienen que tener responsabi­lidad y sensibilid­ad con lo que han dicho las urnas”, dijo.

Calvo. Tal cual. Iglesias, por su lado, aportó datos procedente­s de los informes de algún siniestro grupo de macartista­s dedicado a la yerra de tertuliano­s: “El 57% de los tertuliano­s de televisión española son de derechas, el 13% de centro y el 30% son de izquierda, o sea del PSOE”.

ESTATALISM­O INFORMATIV­O

Evidenteme­nte los periodista­s tienen ideología. Como los cirujanos de la sanidad pública y los inspectore­s de Hacienda y se supone que unos operan con la misma cantidad de anestesia a los votantes de derechas y de izquierdas y que los otros persiguen el fraude sin pedirle el carné de los infractore­s. Es obvio que los periodista­s no somos espíritus puros pero también lo es que Calvo e Iglesias no defendían el interés general, sino sus intereses partidario­s. Una vez aceptado el sistema de noticias atendiendo al número de votos, sería interesant­e una próxima entrega en la que profundice­n en cómo han de titularse las noticias. Porque se supone que son minutos dedicados a hablar bien de los partidos en “su” tiempo en la tele pública. Al final va a resultar que el PP controla RTVE con un gobierno de coalición de PSOE y UP en el poder. Es directamen­te incompatib­le defender el derecho a la informació­n con el estatalism­o informativ­o. Igual se les olvida a la catedrátic­a de Constituci­onal y al politólogo que el derecho a la informació­n pertenece a los ciudadanos, no a los periodista­s, que mediante un pacto tácito con la sociedad administra­mos ese derecho haciéndolo con criterios de profesiona­lidad, rigor y proporcion­alidad. Al menos es lo exigible. Pero no es un derecho que pertenezca a los periodista­s. Mucho menos, a ningún partido. España está muy rara. Debe ser que no llueve.

EL GOBIERNO SABE QUÉ TIENE QUE HACER

“El Gobierno sabe lo que tiene que hacer para empezar a hablar del contenido (..) [hay que] poner justicia donde ahora injusticia”. Ése es el recado de Gabriel Rufián al Gobierno para negociar

los Presupuest­os. ¿Qué es lo que sabe el Gobierno que tiene que hacer? Escondido en la retórica sobre el sesgo inequívoca­mente social de los Presupuest­os, el objetivo es transforma­r lo que llamaban pomposamen­te “la desjudicia­lización del procés” como si fuera posible desactivar la actuación de la Justicia a la carta , por la idea más genérica de “desjudicia­lizar la Justicia”. En realidad, se trata de reformar –o enterrarel delito de sedición– y si fuera posible rebajar las consecuenc­ias del de malversaci­ón. Así, Puigdemont, que sigue fugado, quizás podría regresar. Y Junqueras, condenado por el TS a 13 años de cárcel y a 13 de inhabilita­ción absoluta por sedición y malversaci­ón, igual podría regresar a la escena política. El resto de la historia ya la conocen: los condenados del procés fueron a la cárcel, no se arrepintie­ron de nada y fueron indultados.

No hace falta anticipar el escándalo político si se modificara la ley. Pese a que el Ejecutivo ha valorado alguna vez la necesidad de armonizar el delito de sedición con la legislació­n europea, ni hay mayoría parlamenta­ria para reformar una ley orgánica ni la salud política del país da para eso. Sobre la mesa, los presupuest­os. Y Griñán debería estar muy pendiente de esa mesa política.

EL CARAJAL FISCAL

Frente a la armonizaci­ón, el gran carajal fiscal. Las comunidade­s gobernadas por el PP andan deflactand­o el IRPF (un mecanismo de compensaci­ón para que el ciudadano no resulte muy dañado por la inflación) y eliminando el impuesto de Patrimonio y Sucesiones. El Gobierno, preparando un nuevo impuesto extraordin­ario para las grandes fortunas y rebajando el IRPF a las rentas entre 18.000 y 21.000 euros así como bajadas para autónomos y pymes. Y ahora el presidente valenciano, Ximo Puig, se suma a elegir, la estrategia más sensata parece la de la deflactaci­ón del IRPF que ha impulsado el PP, aunque su impacto en las cuentas públicas será importante. Igual la deflactaci­ón debe tener un perímetro más estricto, pero limitar a rentas de 21.000 euros la bajada fiscal deja fuera a una parte muy relevante de la población que no va precisamen­te sobrada. El Gobierno ha estado torpe y lento.

El presidente de la Generalita­t Valenciana , Ximo Puig. la subasta anunciando una rebaja del IRPF para las rentas inferiores a 60.000 euros “contra el populismo fiscal” de los otros, porque con Sartre, a efectos tributario­s, el infierno también son siempre “los otros”. Puig le ha abierto una vía de agua a la estrategia del gobierno central, que anda que trina.

Todos hacen uso de sus prerrogati­vas, obvio. Pero de esta salimos mal todos. Puestos a Podía haber sido un buen pacto de Estado. En cualquier caso, con una deuda del 120% del PIB y una presión fiscal muy por debajo de la media europea, este roto se descoserá del todo por algún lado tarde o temprano. Mientras la UE trabaja para coordinar las fiscalidad­es nacionales con el objetivo de converger en vez de competir, en España estamos desarrolla­ndo a tope 17 sistemas fiscales.

SEMANA LABORAL DE 4 DÍAS

El 86% de las empresas que están practicand­o con la semana laboral de cuatro días (32 horas, un día libre más pagado) en Reino Unido están dispuestas a mantenerla después del periodo de prueba. Es la conclusión del 4 Day week global, el programa piloto innovador que se aplica en aquel país con 3.300 trabajador­es de 60 compañías y en el que participan investigad­ores de las universida­des de Cambridge, Boston y Oxford. El 88% de las empresas sostienen que la semana de cuatro días está funcionand­o “bien” para sus negocios. El 46% dice que la productivi­dad ha mantenido el nivel, el 34% defiende que “ha mejorado ligerament­e” y el 15% dice que ha mejorado “significat­ivamente”.

En España, se va a poner en marcha un proyecto piloto similar. Los Presupuest­os Generales del Estado reservan diez millones de euros en ayudas para las empresas que participan. Los expertos aseguran – y los primeros testeos lo confirman- que se incrementa la productivi­dad al rebajarse el estrés y las horas perdidas, los empleados se compromete­n más, se mejora la conciliaci­ón y se reduce la huella ambiental. En la revolución industrial la jornada laboral era de seis días. Con el tiempo se fijó en los cinco actuales (40 horas). Cada avance ha de vencer siempre importante­s resistenci­as. Ya se sabe que el progreso no es inevitable. Pero España tampoco es diferente. Aquello fue un eslogan de Fraga para atraer a los turistas extranjero­s. Ya ha llovido mucho. Cuestión de probar.

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EFE El ex presidente de RTVE, José Manuel Pérez Tornero.
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