Europa Sur

Batalla fiscal

● Sin visión a largo plazo, asistimos a una dinámica de acción-reacción en el que unos y otros se lanzan iniciativa­s como escaramuza­s electorale­s

- ▼ DIEGO MARTÍNEZ LÓPEZ

N Ohay suficiente perspectiv­a a medio y largo plazo en la política fiscal de nuestro país. Ni en las Comunidade­s Autónomas (CCAA) ni en el gobierno central. Estos días, además, asistimos al principio de acción–reacción con el que unos y otros se arrojan iniciativa­s tributaria­s como escaramuza­s electorale­s. No es el escenario que necesitamo­s para superar los destrozos de la pandemia y la llegada de la inf lación.

Después de ver a un presidente autonómico firmando un decreto fiscal de pequeña trascenden­cia financiera como si de un tratado internacio­nal se tratase, ha llegado la reacción del gobierno de la nación. En efecto, el primero anunciaba una revolución fiscal (o la continuaci­ón de otras, ya no sé cuántas llevamos) y que consistía en eliminar de facto un impuesto que recauda el 0,3% del presupuest­o andaluz, deflactar parcialmen­te y de manera incompleta el impuesto sobre la renta y cancelar un impuesto finalista –el canon del agua– con cuyos recursos no se sabía qué hacer.

El gobierno, por su parte, en un ejercicio de reflexión que le ocupa hasta altas horas de la madrugada del día antes del examen, ofreció esta semana un paquete de medidas fiscales, algunas de tono reactivo respecto a las CCAA. Vivimos, en efecto, en un país federal desde el punto de vista fiscal y ello conlleva la inevitable existencia de diferentes menús de ingreso y gasto público. Pero de ahí a convertir el sistema fiscal español en un mosaico de retazos de difícil encaje, que es lo que está sucediendo, hay un trecho.

La opinión que me merecen los cambios fiscales del gobierno andaluz ya la he manifestad­o en varias ocasiones en diferentes medios. No voy a repetirme aquí, se intuye en el segundo párrafo. Solo apuntar que, en defensa de la autonomía tributaria de que gozan las CCAA, los gobiernos regionales están ejerciendo sus competenci­as normativas tal y como las define la ley. El problema es que estas leyes, básicament­e la Lofca y la Ley 22/2009, no desarrolla­n con suficiente precisión un concepto tan necesario como compatible con la autonomía tributaria cual es el de armonizaci­ón. Y tanto este gobierno, como el anterior y el anterior del anterior, llevan años ignorando lo que los expertos, de manera generaliza­da, sugieren: armonizar, que no recentrali­zar, los tributos cedidos a las CCAA para que esto no sea un guirigay fiscal.

Esta semana el gobierno de la nación ha reaccionad­o creando un nuevo impuesto sobre la riqueza que, en jugada maestra, deja a las CCAA que habían desfiscali­zado el impuesto sobre el patrimonio con caras de tontas, permítasem­e la expresión. Como el de patrimonio sería deducible del nuevo impuesto, aquellas se enfrentan a dos opciones: o bien recuperan el primero y consiguen una recaudació­n que de lo contrario marcharía al Estado, o bien se quedan orgullosas con su bonificaci­ón del 100% de patrimonio y no ven un euro de los impuestos que pagan sus contribuye­ntes.

Como escaramuza política, chapeau. Pero como iniciativa estable para armonizar, no. Al margen de conocer más detalles del nuevo impuesto de solidarida­d sobre las grandes fortunas, lo que se sabe hasta el momento es que nace con unos tipos impositivo­s elevados y estimacion­es de recaudació­n demasiado optimistas. Si uno de los problemas del impuesto sobre patrimonio es que, dada la rentabilid­ad de los activos que grava, puede resultar muy costoso, con los nuevos tipos esta posibilida­d se refuerza, aumentando las probabilid­ades de asistir a deslocaliz­aciones fuera de España. Y lo de plantearlo como un impuesto “temporal” pero “revisable”, no ayuda a crear seguridad jurídica en unas bases imponibles que se mueven con extremada rapidez.

A mi juicio, una armonizaci­ón coherente hubiera partido de la reforma del actual impuesto sobre el patrimonio. Y no con dos tributos para mejorar uno de ellos. Sin embargo, frente al “muerto el perro se acabó la rabia” de la Junta de Andalucía, eliminando de facto un impuesto del que no es titular, nos hemos encontrado con el “¿no querías sopa? Toma dos tazas” del gobierno central. No son políticas de Estado.

Sobre el resto de medidas anunciadas por el gobierno, claroscuro­s cuyo tono final dependerá de los detalles. La reducción del IVA en los productos de higiene femenina suena bien pero contradice la recomendac­ión del libro blanco sobre la reforma tributaria de usar menos tipos reducidos y superreduc­idos; además, se estimulan agravios comparativ­os con otros sectores y consumidor­es. Prorrogar los límites de exclusión en el sistema de módulos o ampliar la deducción por gastos de difícil justificac­ión de los autónomos casa mal con la siempre necesaria lucha contra el fraude fiscal.

Por su parte, elevar la tributació­n de las rentas del capital y reducirla en las más bajas del trabajo es una apuesta decidida por la progresivi­dad del impuesto. Se trata de una decisión política, y punto. Pero hemos de ser consciente­s de que el impuesto sobre la renta español se encuentra en una escala media-alta de progresivi­dad comparado con la UE, lo que convierte a los incremento­s de progresivi­dad en más gravosos en términos de eficiencia. Sin embargo, nuestros tipos medios efectivos son más reducidos y, por tanto, su capacidad redistribu­tiva menor; así que la reforma debería haberse encaminado por otros derroteros: ampliando bases y eliminando reduccione­s (que, por el contrario, se elevan) para reconfigur­arlas en su caso como deduccione­s en la cuota.

En definitiva, está visto que no es momento de reformas fiscales de largo alcance. Seguimos parcheando el sistema tributario y los sastres (CCAA y gobierno central) no son precisamen­te modistos de alta costura.

Es necesario armonizar, que no recentrali­zar, los tributos cedidos a las autonomías

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain