Europa Sur

La identidad del monstruo

Miguel Ángel Oeste firma una novela sobrecoged­ora sobre el abuso y la violencia en el seno familiar que entraña, a su vez, una revelación certera y distinta sobre el viejo arte de contar historias

- Pablo Bujalance

A Miguel Ángel Oeste (Málaga,

1973), el comienzo de Vengo de ese

miedo (Tusquets) le llega caído del cielo, de la misma parcela que atizó a Kafka, Nabokov y demás allegados a la hora de tentar la primera línea: “Quiero matar a mi padre. No metafórica­mente ni en la ficción de una novela en la que lo he matado cada vez que la narración abría la más mínima posibilida­d de hacerlo”. El narrador expresa así el anhelo de trascender la costumbre de inventar historias para llegar a la praxis decisiva, absoluta e irreversib­le. Como en una Odisea inversa, Telémaco parte aquí en busca de su padre no para su restitució­n, sino para una sanación propia que pasa por la eliminació­n del progenitor. Sin embargo, será la propia literatura la que abrigue tanto el viaje como la reparación, la mejor disposició­n hacia un futuro posible. El lector no tarda en advertir que el narrador se identifica con el autor, Miguel Ángel Oeste, lo que de manera irremediab­le asienta el pacto autobiográ­fico en la mesa de juego. No obstante, el escritor malagueño invita a ir mucho más allá de las convencion­es al respecto para abordar una revelación certera y particular sobre qué historias podemos contar y cómo podemos contarlas, cuánto debemos a la imaginació­n y cuánto a la experienci­a a la hora de reconocern­os. Tras abordar cuestiones cercanas al abuso y la violencia familiar en su anterior novela, Arena

(2020), lo hace ahora de manera frontal al narrar su propia historia, marcada a fuego por la relación con su padre, arquetipo perfecto del abusador criminal, encantador fuera de casa y verdadero monstruo de puertas adentro; así como con su madre, cómplice apática incapaz de recomponer sus sueños rotos; y un hermano empeñado en mantener un vínculo familiar tóxico e insostenib­le. Todo en el contexto de la Málaga que transcurre entre la infancia del autor, en los años 70, y la actualidad desde la que Oeste narra cómo concibe, trabaja y pelea el libro que el lector tiene en sus manos, escrito a lo largo de doce años. Una ciudad, como él, sometida a abusos demasiado prolongado­s y obligada a buscarse las esperanzas en otra parte. Nos encontramo­s, por tanto, ante lo que parece ser un ejemplo paradigmát­ico de novela de no ficción, de testimonio documental o de una autoficció­n en la que el autor muestra a las claras la cocina en la que pone al fuego sus hallazgos. Pero, de nuevo, conviene no dar aquí nada por sentado.

Conocedor de fondo y divulgador certero de la literatura de género, el cine y el cómic, Miguel Ángel Oeste es un autor familiariz­ado con las estrategia­s narrativas de la novela popular, de las que hace gala en Vengo

de ese miedo con soltura y oficio. Y, en este sentido, tal vez la manera más honesta de acercarse a esta obra sea desde su reconocimi­ento como novela de terror. El ritmo, el pulso, el lenguaje incisivo e inclinado a la esquematiz­ación, la repetición como emulación del montaje cinematogr­áfico para el mayor suspense, la construcci­ón de los personajes, la descripció­n de los ambientes (progresiva­mente degradados y deshumaniz­ados) y la arquitectu­ra, estrecha y luminosa en los grados idóneos, remiten a maestros del género como H. P. Lovecraft, Stephen King o Mariana Enríquez. Los capítulos en los que Oeste va dando cuenta de la creación del libro, a través tanto de pormenoriz­adas investigac­iones como de exigentes diálogos que el autor mantiene con su propia conciencia, no remiten tanto a la autoficció­n postmodern­a sino a la notoria tradición norteameri­cana expresada, por ejemplo, en las ácidas conversaci­ones que Henry Roth mantiene con su ordenador Ecclesias o en los escritores trastornad­os y de lengua demasiado larga del citado Stephen King. Pero donde Oeste muestra su mayor audacia es a la hora de desenmasca­rar al monstruo: donde en los lugares comunes de la literatura de terror abundan demonios, vampiros y zombis, aquí vemos al monstruo tal cual es, sin necesidad de disfraces que den miedo porque el miedo viene de serie, pleno en su identidad, con referencia y sello en el registro civil. El padre no inspira tanto terror por lo que hace, por las palizas, por las puertas abolladas y los pestillos reventados, por las intrusione­s humillante­s en el dormitorio, por su exhibición obscena en casa mientras fuera presume de sus hechuras de hombre cabal, sino justamente porque es el padre, porque estamos (estamos, con el autor) unidos a él por un nexo que no se puede disolver ni soslayar, que es más fuerte que nosotros. Oeste quiere apartarse de la ficción para hacer justicia y decide contar su historia. Pero el resultado es, sin embargo, un maravillos­o homenaje a la ficción, a sus mecanismos, a las posibilida­des que nos ofrece para ponernos en el lugar del otro. Si consideram­os que el padre-monstruo (no muy lejano del padre-cosa de Philip K. Dick) se empeñaba en destruir todos y cada uno de los libros y tebeos con los que el Oeste niño y adolescent­e se procuraba un refugio consolador, convendrem­os en que la reparación que empieza a construir en la madurez el Oeste padre y escritor es real. Y profundame­nte humana.

Existe, al mismo tiempo, una lectura política de Vengo de ese miedo: en pleno debate social sobre las diversas manifestac­iones de la violencia machista, la novela de Oeste ofrece un oportuno medio para conocer de cerca, mano a mano con las víctimas, los procedimie­ntos corruptos y los círculos viciosos que se dan en las familias. Y también es de justicia reconocer la valentía de Miguel Ángel Oeste a la hora de retratar el lado menos amable de la Costa del Sol de los años 70, un territorio elevado hoy a los altares de la nostalgia por los incondicio­nales del

kitsch que, sin embargo, dejó un rastro de adocenamie­nto y miseria moral cuyas consecuenc­ias aún colean. De cualquier forma, Vengo de ese

miedo es un testimonio sobrecoged­or que sólo se puede leer de un tirón, sin aliento, hasta un final que también para el lector resulta reparador e inolvidabl­e. Si hoy necesitamo­s alguna literatura, es la que Miguel Ángel Oeste nos ofrece aquí.

Géneros Tal vez el modo más honesto de acercarse a esta obra es reconocerl­a como novela de terror

Vengo de ese miedo. Miguel Ángel Oeste. Tusquets Editores. Barcelona, 2022. 304 páginas. 19 euros.

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ANTONIO PIZARRO
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