Europa Sur

TODO TIPO DE CUERNOS

- MARÍA ANTONIA PEÑA

PUEDE que no en todos los casos conozca a fondo los detalles. En alguno, puede incluso que no los conozca en absoluto. Será, quizás, porque no me interesan del todo. Pero, en general, he oído la música de fondo que salía de la prensa y los noticieros durante la última semana: las infidelida­des de todo tipo nos circundan y nos asedian.

A la marquesa –tan mona ella, tan modosa y con la vida tan resuelta desde la cuna– le ha puesto los cuernos su prometido en no sé qué fiesta en la que se le filmó con otra. Bien visto, es un consuelo. Se ve que a los cuernos no los detienen ni la mística, ni la estética, ni el dinero, ni la clase social. Ahora que la marquesa se ha paseado por todos los platós para contar su historia, habría que haber aprovechad­o para preguntarl­e si ella también cree que es de la clase media, esa misma que en este país no acertamos a definir (qué pena más grande). Ahora hasta los ricos se creen trabajador­es y los trabajador­es se avergüenza­n de reconocer que lo son.

En estos días, en que todos los impuestos suben y bajan, se reducen o se deflactan a golpe de telediario, creo también que algunos le están poniendo los cuernos a la clase trabajador­a, a los parados, a los pensionist­as sin pisos para alquilar, a los “ochociento­seuristas” o a los que, en cualquier caso, dependen para su mínimo bienestar de la salud y la educación pública, las becas, las viviendas sociales, la dependenci­a y el bonobús. Por no hablar de todo lo colectivo que se sufraga con los impuestos: pónganse por caso la nómina de los que apagan los incendios, el arreglo de las carreteras, la policía o la luz de las calles.

En plena paranoia, les reconozco que veo cuernos por todas partes: entre los independen­tistas catalanes que se han enterado ahora de que el poder, por lo normal, engancha y modera; en el partido que reincide en su infidelida­d a la constituci­ón donde a esta más le duele –o sea, en la justicia–; en el barón avanzado que desafía a su partido sacando los pies del plato con alternativ­as fiscales; y en la señora de Alicante que hace tres días iba a ser la mejor presidenta posible y ahora, según nos dice su propio partido, se ha convertido en una bruja… también con cuernos. Va a resultar, al fin, que lo que nos iguala como humanos y ciudadanos no son ni las leyes ni los derechos, sino esa infidelida­d que a todos nos afecta y, con ella, la incoherenc­ia y la falsedad que comporta. Por eso no me resisto a cerrar estas líneas dirigiéndo­me a todos los infieles con las palabras de una de las grandes intelectua­les de nuestro tiempo, que también ha sufrido, la pobre, de cuernos: “Te felicito, qué bien actúas”.

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