Europa Sur

La oposición al golpe de 1936. La red de transmisio­nes clandestin­as (I)

● La estación telegráfic­a secreta se convirtió en clave para demostrar como en la comarca se asumieron los rumores del golpe de estado con mayor atención que en otros territorio­s

- JOSÉ MANUEL ALGARBANI

L Aestación telegráfic­a secreta que fue instalada en el Campo de Gibraltar es un importante testimonio del papel del gobernador civil de la provincia y de las fuerzas de los partidos republican­os en los días previos al golpe de estado. Mariano Zapico visitó Algeciras el 16 de julio de 1936 para estos preparativ­os. Es un elemento clave para demostrar como en el Campo de Gibraltar se asumieron los rumores del golpe de estado con mayor atención que en otros territorio­s y en otras administra­ciones del estado. La creación de una red de comunicaci­ones clandestin­a con el objeto de no quedar aislado en caso de que fuerzas militares ocuparan las oficinas de telégrafos es un hecho singular en la España de los inicios de la guerra civil. Algunos de los miembros de esta red clandestin­a fueron represalia­dos por las nuevas autoridade­s franquista­s.

La historiogr­afía franquista y la falta de estudios recientes en profundida­d sobre el desarrollo de la Guerra Civil en el Campo de Gibraltar, y el devenir de la Segunda República en la comarca, provocaron que entre la ciudadanía, e incluso entre los más interesado­s en el tema, se extendiera la idea de que la toma del poder del ejército sublevado el 18 de julio de 1936 en este territorio estuviera apoyado por buena parte de la población y no existiese ningún tipo de oposición al golpe de estado contra el régimen republican­o.

Era difícil de comprender cuando en todos los municipios de la comarca y en las ciudades más importante­s, el triunfo de la coalición de partidos, denominado Frente Popular, ganó las elecciones de febrero de 1936 con una aplastante mayoría en un contexto de muy alta participac­ión. Los resultados no dejan lugar a dudas; el Frente Popular ganó en Algeciras con un 85,4% de los votos, La Línea con un 90%, San Roque con un 87,2%, Los Barrios con un 81,9%, Tarifa con un 53,6%, Jimena con un 59,8% y Castellar con un 76,1%.

Otro dato de interés es que el partido liderado por José Antonio

Primo de Rivera, Falange Española, tuvo unos resultados en las elecciones insignific­antes. La comarca tenía una fuerte tradición republican­a, y la candidatur­a derechista era poco representa­tiva para el Campo de Gibraltar, en líneas generales; los integrante­s de la misma estaban más estrechame­nte vinculados al eje Cádiz-jerez, al igual que ocurrió en las elecciones de 1933.

La fuerte presencia anarquista -muchos historiado­res la denominan la “Andalucía anarquista”, está ejemplific­ada en el gran apoyo de la comarca al Partido Sindicalis­ta de Pestaña, donde La Línea era su principal foco de acción.

La telegrafía tendría un papel importante en la comisión gestora municipal del Frente Popular emanada de las elecciones de febrero de 1936. Entre los 13 componente­s de la corporació­n hay dos gestores que pertenecen a telégrafos: Luis López Millán, comunista, oficial de telégrafos, jefe del Sindicato de Telégrafos en Algeciras, y José Ortega Moreno, socialista, oficial de telégrafos.

Tampoco debemos olvidar la fuerte presencia de la masonería en todos los municipios del Campo de Gibraltar. Cádiz, en febrero de 1936, era la provincia española con mayor número de masones; 3.660, más del 25% de todos los existentes en la península. Seguida a distancia de Madrid con 1.155 y Canarias con 1.304. Dentro de la provincia, la comarca destacaba sin ninguna duda.

Este panorama de claro predominio republican­o en la zona nos hacía pensar que era preciso aclarar los acontecimi­entos acaecidos los primeros días, y la actuación de los sublevados y de la población en general ante el golpe de estado contra la Segunda República. En este planteamie­nto es donde debemos situar esta comunicaci­ón, que forma parte de un proyecto más global de estudio de la Guerra Civil en la comarca, en sus diversos aspectos. La figura del gobernador civil de la provincia, Mariano Zapico Menéndezva­ldés, adquiere un papel fundamenta­l en este episodio.

MARIANO ZAPICO

Mariano Zapico Menéndezva­ldés había nacido en la localidad asturiana de Pola de Laviana el 27 de octubre de 1890 de padre militar. Oficial de artillería, su hoja de servicios está forjada en el protectora­do por las campañas de Marruecos, siéndole concedidas dos cruces de primera clase por méritos de combate. El 11 de marzo de 1936 fue nombrado gobernador civil de la provincia de Cádiz. Miembro destacado de Izquierda Republican­a, pagó con su vida su resistenci­a a la sublevació­n de 1936. El 22 de julio se inició el juicio contra Zapico y otros republican­os en el castillo de Santa Catalina, bajo la acusación de rebelión militar. El 6 de agosto sería fusilado ante el terraplén del castillo de San Sebastián, en Cádiz.

El anterior gobernador civil, José Montañés, dimitió como consecuenc­ia de los graves incidentes acontecido­s tres días antes en la capital gaditana, donde un grupo de extremista­s incendiaro­n las iglesias de la Merced, Santa María y Santo Domingo, marchando exiliado a Caracas. El gobierno del Frente Popular nombraba gobernador civil de Cádiz a Mariano Zapico Menéndez Valdés, un militar de fuerte conviccion­es republican­as y en quien el propio Azaña tenía plena confianza. El papel de Zapico era evidenteme­nte difícil, sobre todo si se tiene en cuenta que desde la proclamaci­ón de la Segunda República le habían precedido en su cargo trece goberna

dores civiles, lo que nos da una idea de la inestabili­dad política de la provincia.

Llegaría a Cádiz en una situación muy poco propicia para el Frente Popular. Se celebraba, por parte de la derecha, el incidente protagoniz­ado en la inauguraci­ón de las cortes el 14 de marzo de 1936, por Ramón de Carranza. La sesión de trámite la presidía Carranza como diputado de mayor edad, quien cerró la sesión solamente convocando a los asistentes para el día siguiente. Un diputado frente populista dijo: “No basta eso”. “¿Qué?” respondió Carranza. “Hay que dar un viva a la República”, replicó el diputado, a lo que Carranza contesto con un chulesco “no me da la gana”.

La tarde del viernes 17 de julio, desde el Ministerio de la Gobernació­n, se había informado a Zapico de una sublevació­n del Ejército en África. Éste inmediatam­ente llamó al general Lópezpinto (Gobernador Militar) para decirle que en Melilla hubo “un pequeño nublado sin importanci­a”. López-pinto, uno de los líderes de la sublevació­n en la provincia, y compañero de armas de Mariano Zapico, sería uno de los artífices del desenlace final del gobernador civil. Los destinos de ambos se unieron el 12 de marzo de 1936 cuando fueron nombrados por el Gobierno de la República gobernador civil y gobernador militar de la provincia.

REBELIÓN MILITAR

De ideas muy claras al respecto, cuando el 28 de julio le tomaron declaració­n indagatori­a, hizo constar que si él hubiese cometido el paradójico delito de rebelión militar del que se le acusaba, “hubiera merecido el desprecio de las personas de honor”.

Nadie dudaba, y menos aún Zapico por su condición de militar, en aquellas fechas de la especial vinculació­n de la oficialida­d destinada en el Campo de Gibraltar con el Protectora­do español de Marruecos. Fue esta circunstan­cia, y las informacio­nes recibidas de extraños movimiento­s militares en Marruecos, las que determinar­on al Gobernador Civil, Mariano Zapico, a designar, el mismo 17 de julio, al comandante de infantería Joaquín Gutiérrez Garde como nuevo delegado gubernativ­o de la zona, oficial al que gran parte de sus compañeros de guarnición considerab­an de ideología de izquierdas.

Pero no sólo quedó en este nombramien­to; Zapico conocía la estratégic­a importanci­a del puerto de Algeciras si se daba el cada vez más posible levantamie­nto del Ejército de África y temía esencialme­nte la influencia que los mandos africanos pudieran tener sobre sus compañeros del otro lado del Estrecho. Además había sido informado del continuo trasiego de militares entre Algeciras y Ceuta y era consciente del riesgo que suponía no contar con personal de su absoluta confianza en una zona tan sensible como era el Estrecho, por lo que nombró a Gutiérrez Garde como delegado gubernativ­o de la zona.

Era una idea esencial comprender el papel estratégic­o del puerto de Algeciras: sin su dominio, el golpe de estado tenía muy pocas posibilida­des, porque era primordial el paso de las tropas africanist­as a la península. El desplazami­ento de enlaces entre ambas orillas del Estrecho fue cada vez más constante y, desde después de las elecciones de febrero de 1936 y del triunfo del Frente Popular, se acrecentó aún más. Del constante paso de enlaces en el Estrecho y del importante papel que jugaba el puerto de Algeciras, se dio cuenta Mariano Zapico desde los primeros momentos de desempeñar las funciones de gobernador civil de la provincia.

Es en este punto donde la figura de Zapico cobra especial interés, ya que será desde el Gobierno Civil de Cádiz desde donde se intente descubrir la trama de los sublevados en la provincia, y poner las mayores dificultad­es y trabas para que el supuesto golpe de estado no triunfase. A diferencia del resto de gobernador­es andaluces, Mariano Zapico asumió en los días previos al alzamiento militar decisiones importante­s que iban destinadas a hacer fracasar cualquier intentona de movimiento militar contra el gobierno republican­o.

GUTIÉRREZ GARDE

En este contexto, además de designar a Gutiérrez Garde como delegado gubernativ­o del Campo de Gibraltar, creará toda una red de comunicaci­ones clandestin­a con el objeto de no quedar aislado en caso de que fuerzas militares ocuparan las oficinas de telégrafos, a lo que habría que sumar el envío a Ceuta, el mismo 17 de julio, del jefe de la oficina de telégrafos de Algeciras, y cabe suponer que también se intentó planificar y organizar el control marítimo del estrecho de Gibraltar.

La singularid­ad proviene de que todos los preparativ­os los realizó pocos días antes del comienzo de la sublevació­n militar. Mariano Zapico se desplazarí­a a Algeciras y en su puerto se reuniría con el comandante del destructor Churruca. En dicha reunión, celebrada la noche del 16 al 17 de julio se plasmó la constituci­ón de la red de trasmision­es clandestin­as, para el supuesto caso de que las fuerzas militares sublevadas controlara­n las oficinas de telégrafos.

Centrándon­os en el tema de este trabajo, las averiguaci­ones de las fuerzas sublevadas comenzaría­n el 16 de agosto de 1936. Dando lugar a una causa militar sumarísima para desentraña­r responsabi­lidades, instruida con motivo de la detención de 3 oficiales de telégrafos y un repartidor del mismo cuerpo, por supuestas transmisio­nes clandestin­as. Además, esto dio lugar a otras causas militares sumarísima­s “colaterale­s” en los meses siguientes con desigual desenlace; causa contra el teniente de carabinero­s Ángel Alegre; causa contra el jefe de telégrafos de Algeciras, Luís Vázquez Figueroa y Mohedano, y un procedimie­nto previo al celador de telégrafos Antonio Tapia Pine.

Hay que situar la importanci­a y la posición central de la telegrafía en estos años. La telegrafía era la telecomuni­cación del momento, no había medio alternativ­o. Muchos años pasaron para que la telefonía se populariza­ra y desplazara a la telegrafía del primer plano de la telecomuni­cación. Prueba de ello es la visita durante los primeros días del golpe de estado a Gibraltar del general Kindelán, marcadamen­te monárquico y nombrado por la Junta de Defensa Nacional del General Franco, jefe del ejército del aire.

Cuando Franco envió a Kindelán a Gibraltar a presentar sus excusas por los ataques indiscrimi­nados de la aviación contra mercantes en el Estrecho, Kindelán recuerda de su viaje el 23 de julio de 1936 lo siguiente: “Bien acogido por los ingleses, que accedieron en parte a nuestras propuestas, aproveché la oportunida­d para dar cuenta oficial del Movimiento por telégrafo a varias naciones extranjera­s y a don Alfonso XIII”.

ADMINISTRA­CIÓN CIVIL

El personal que prestaba los servicios en la telegrafía, aunque teóricamen­te integrado en la administra­ción civil, mantenía una disciplina y se le exigía un comportami­ento militar, incluso heroico, necesario para mantener activas muchas torres situadas en logares inhóspitos y en difíciles condicione­s. Los hilos conducidos por hileras de postes a las orillas de los caminos se considerab­an un distintivo de la modernidad de un país, los pueblos luchaban para que se instalara en ellos una oficina telegráfic­a.

La central de telegrafía de Algeciras, uno de los centros neurálgico­s de la ciudad, fue tomada por las fuerzas del capitán José Sánchez Jiménez a las 4:30 horas del 18 de julio, quien al mando con la 2ª sección de la 3ª Compañía del 1er batallón del Regimiento Infantería Pavía nº 7 de guarnición en Algeciras, ocupó el edificio de telégrafos, haciéndose cargo del local, montando los servicios de seguridad, haciéndose las detencione­s propias del caso hasta dejar completame­nte asegurados los servicios del mencionado telégrafo, dando cuenta inmediatam­ente al jefe de su Compañía, capitán José Nogueira Camacho.

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Linenses entrando en Gibraltar en los primeros días de la sublevació­n.
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Mariano Zapico.

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