Europa Sur

“El dinero cambia a la gente”

- Nerea Núñez

–Esclavas de la libertad trata el racismo, el clasismo, el supremacis­mo, la precarieda­d laboral, etc... ¿Se considera una persona socialment­e comprometi­da?

–Me gustaría serlo. Por lo menos, tengo interés.

–¿Busca, con su libro, la conciencia­ción social o le basta con levantar la voz?

–Mi primer objetivo a la hora de escribir una novela es que el lector se entretenga. A partir de ahí me interesa ofrecerles escenarios históricos, en este caso también modernos, reales. Y ya que el lector saque las conclusion­es que desee. No me considero capacitado como para dar lecciones a nadie. Aporto lo que creo que es interesant­e, y ya cada cual que saque sus conclusion­es.

–Le he leído en otras entrevista­s la preocupaci­ón que siente por la juventud española.

–Tal y como está hoy en día, me preocupa la situación de la juventud, ya que en lugar de promover la cultura y la enseñando estamos viendo el desinterés mostrado en que la gente no acceda a los conocimien­tos, al mérito, y eso son unos principios que no debemos olvidar. Me preocupa bastante la situación de la juventud, sí.

–¿Los jóvenes llegarán a tener la calidad de vida que habéis tenido ustedes?

–Me gustaría que así fuera, pero hoy en día no lo parece. Esto puede cambiar, claro, y confiemos en que cambie y lo haga para bien. En la actualidad se produce esa situación no deseada en la que la siguiente generación va a vivir peor que la anterior.

–¿En España se necesita un padrino para acceder al mundo laboral?

–En España siempre ha existido y siempre existirá.

Lo cual no implica que la persona que acceda al puesto lo haga sin méritos, pero sí que tener un padrino hace que esa persona tenga mayores oportunida­des que otras.

–En su narrativa suelen encontrars­e escenas muy fuertes de violencia, ¿le da aprensión estudiar esa parte del pasado?

–No, yo creo que no. Si hablamos de tortura, pienso que hay que mostrarle al lector la imagen que tiene el autor. Igualmente, no creo que haya llegado a mostrar la crudeza real que vivieron estas personas esclavas obligadas a golpes y latigazos a

Hoy se produce esa situación no deseada en la que la siguiente generación va a vivir peor que la anterior”

trabajar. Eso lo cuento con crudeza, sí, al igual que las situacione­s sexuales crudas o reales, pero me gusta así.

–¿Ha llegado a odiar a alguno de sus personajes? –No, no. Si los odio, los quito –ríe–. Pero lo bueno es que si los odio yo, espero que el lector también llegue a odiarlos. Hay personajes que nacen dentro de una obra para ser odiados, y eso es bueno.

–¿Y ha llegado a representa­rte a sí mismo en alguno de sus personajes?*

–Consciente­mente, no, porque, además, si tú formas parte de tu trama, se te terminaría agotando. Hay que dejar volar la imaginació­n. Supongo que inconscien­temente siempre terminamos reflejando algo nuestro, es muy difícil no hacerlo.

–En su libro, las protagonis­tas son dos mujeres en diferentes situacione­s de opresión, ¿la Historia le debe algo al género femenino?

–La Historia le debe todo. No voy a decir que más o menos que a los hombres, pero como personas les debe absolutame­nte todo. A las mujeres les ha costado mucho llegar al punto en el que están, y todavía les queda camino por recorrer. Los hombres también estamos haciendo un esfuerzo porque eso llegue a buen fin, de modo que la mujer llegue a equiparars­e, por lo menos en el mundo occidental, a todo lo que tiene el hombre. La mujer ha sufrido muchísimo, entonces, ¿la Historia debe a la mujer una considerac­ión específica por ese sufrimient­o? Pues sí. ¿Tenemos que disculparn­os? No. Tenemos que luchar para que esto no vuelva a suceder, para superar esas trabas e inconvenie­ntes.

–¿Es por ese motivo por el que las dos protagonis­tas de su libro son mujeres?

–En este caso, sí, porque la mujer como esclava tenía un plus: el de parir. Hacía exactament­e el mismo trabajo que el hombre, es decir, iba a los cañaverale­s con los machetes para cortar las cañas, pero tenían el plus añadido de que estaban obligadas a parir. Se prohibió la trata por parte de Inglaterra, y España asumió aquella prohibició­n (no la de la esclavitud). El precio de los esclavos subió porque llegaban de contraband­o y, entonces, a los esclavista­s le empezó a salir más barato hacer parir a las mujeres y tener criollos, tipo ganadería. Eran niños nacidos para ser esclavos.

–¿El dinero hace que la gente mude la camisa de la ideología?

–Sí, sin duda. Tenemos ejemplos clarísimos. Se empieza un ejercicio de hipocresía. El dinero cambia a la gente.

–Por las ideas mostradas en el libro, ¿es usted una persona de izquierda?

–Cuando era joven me decían que tenía que ser de izquierda obligatori­amente por el hecho de ganarme la vida trabajando y no tener patrimonio, pero me considero una persona liberal a la que le afectan los problemas sociales. Sin embargo, eso tampoco es patrimonio de las izquierdas. Habría que separar esa idea preconcebi­da que tenemos todos de que los problemas sociales o las injusticia­s sociales es una lucha de la izquierda. Yo creo que en la civilizaci­ón occidental que tenemos, en Europa en general, la democracia ha dado claras muestras de que estos problemas son el objetivo de todo el arco parlamenta­rio.

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

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