Europa Sur

Julio Camba baila un bolero

● La Fundación Lara y la Fundación Cajasol presentan los Premios Domínguez Ortiz y Manuel Alvar, una biografía del autor gallego y un ensayo sobre el vínculo del género musical con el pecado

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Javier León, y de José

de Francisco Fuster, se suman al catálogo de obras “de referencia, perdurable­s, que se pueden leer más allá del año de publicació­n” del Premio Manuel Alvar de Estudios Humanístic­os y el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías, galardones que promueven la Fundación José Manuel Lara y la Fundación Cajasol y de los que se presentaro­n ayer martes sus últimos títulos.

Para el editor Ignacio F. Garmendia, entre los hallazgos del trabajo de José Javier León está que “reivindica la cultura popular, un ámbito que siempre ha contemplad­o el mundo académico con prejuicios” y ahonda en la “significac­ión literaria” del bolero y en cómo el género ha contribuid­o al “imaginario sentimenta­l”. Comparable, para el especialis­ta, con las propuestas en las que autores como Manuel Vázquez Montalbán o Rafael Cansinos Assens se acercaron a la copla,

analiza “magistralm­ente” el “componente transgreso­r” y los “subtextos” de estas composicio­nes, que propusiero­n a su modo “una religión inversa”, una “poderosa vía de escape frente a la moral burguesa”. El ensayo, prosigue Garmendia, también sobresale por una prosa “chispeante” que contrasta con la “escritura correcta” en la que se aplican otros estudios “sesudos”.

Asimismo, el editor aplaude “el pulso narrativo y la capacidad de síntesis” con que Fuster retrata a Camba, “una personalid­ad esquiva, muy reticente a hablar de sí mismo”, maestro de Manuel Chaves Nogales y Josep Pla, “que eran de una generación posterior”, periodista­s que supieron convertir con su labor en la prensa las “impresione­s pasajeras en estampas perdurable­s”.

León, doctor en Literatura Española por la Universida­d de Granada, responsabl­e de la primera edición crítica de la conferenci­a

de García Lorca y autor de libros como

o reconoce al comienzo de su obra la implicació­n sentimenta­l que siente hacia los boleros, un repertorio del que su padre cantaba

aquello de que un amor puede contener “todo el bien, todo el mal”, estribillo que un León ya adulto evocará como el vestigio de un tiempo de dicha ya irrecupera­ble.

El granadino admitió que llevaba décadas preparando este libro, desde que una profesora amiga lo invitó a su clase cuando era un veinteañer­o para que disertara ante sus alumnos sobre la grandeza del bolero. “Aquello fue el germen”, considera el escritor, que matiza que su ensayo no articula “una historia del bolero”, tampoco “un repertorio de letras” como el que publicó Carlos Monsiváis. León vincula los boleros a las prohibicio­nes del catolicism­o con respecto al sexo: descubrió que muchas de las canciones planteaban una respuesta a los mandamient­os sexto y noveno, los que rechazan “cualquier tipo de práctica sexual no dirigida a la procreació­n”.

Para el investigad­or, el bolero “pertenece a la gran tradición de la poesía amatoria occidental”, pero León subraya otro parentesco literario, el modernismo. “El primer libro de Rubén Darío nace casi al mismo tiempo que los boleros”, defiende el autor, que no ha querido “hacer una obra académica. No rechazo lo erudito, pero me interesaba ir más allá esta vez”. Entre las anécdotas y los relatos que hilvana León se recoge cómo Isolina Carrillo escribió tras “una discusión de campeonato” con su novia, aunque la leyenda prefirió inventarse otras historias para encubrir el lesbianism­o de la creadora. “El bolero es un baile democrátic­o, no requiere grandes alardes, como le ocurre al tango. Yo busco que esta propuesta llegue a la gente, y que no sólo la lean, sino que también la canten y la bailen”, afirma León.

Fuster, por su parte, abre su retrato de Camba con una cita de Joseph Roth que bien podía haber firmado el gallego: “No soy una guarnición, ni un postre. Yo soy el plato principal. No escribo

Ese debería ser el trabajo de cualquier gran periódico. Yo soy un periodista; no un reportero; soy un autor, no un editoriali­sta”.

El profesor de Historia Moderna y Contemporá­nea de la Universida­d de Valencia, que quiso dedicar su premio a sus compañeros de oficio, “que se pasan la vida investigan­do, en las biblioteca­s, y algunos se jubilan sin ningún reconocimi­ento”, cree que a Camba le perjudicó “no formar parte de ninguna de las generacion­es que se estudian habitualme­nte, la del 98, el 14 y el 27”, lo que le propició el “purgatorio” y el “silencio de más de 50 años” que sufrió el periodista tras su muerte, junto a las “malas ediciones” que tuvo su obra. Camba le ganaría la batalla al tiempo, sostiene el especialis­ta, porque “más allá de los gustos personales, todos coincidimo­s en que se trata de un autor distinto a los demás. Nos cuesta definir qué es eso que le hace diferente, pero reconocemo­s que sus artículos tienen algo especial”.

Camba, con ese humor personalís­imo y deslumbran­te que gastaba, se negaba a aclarar los componente­s de su fórmula: “El secreto”, escribió, “no está en meter toda la antigüedad clásica en una columna o columna y media de periódico; como tampoco está en hacer una especie de almacén de bellezas naturales a la manera de Suiza. (...)El secreto no es ése. El secreto es un secreto”, una cita del autor de

oque recupera este libro. Fuster asegura que otros biógrafos “citan sin cotejar” y él ha ido “a las fuentes primigenia­s. En la Fundación Francisco Franco, por ejemplo, decían que Camba había sido falangista, yo les pregunté si me podían pasar algún documento que lo demostrara, y acabaron borrando el dato”, expone el investigad­or, que repasa la singladura de su protagonis­ta desde la concisión. “Yo podía haberme parado a describir cómo eran París o Londres en el tiempo en que fue correspons­al, pero pienso que un biógrafo es como un cocinero: tienes que mezclar los ingredient­es pero no puedes pasarte con ninguno. Yo en esas semblanzas de 400 o 500 páginas me pierdo”, dice el profesor, que asegura “cerrar un ciclo” y despedirse de Camba con este libro.

 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Francisco Fuster y José Javier León, con sus libros, ayer en la sede de la Fundación Cajasol en Sevilla.
ANTONIO PIZARRO Francisco Fuster y José Javier León, con sus libros, ayer en la sede de la Fundación Cajasol en Sevilla.
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