Europa Sur

LA RADIO, EL LOCO, LA MAGIA

- JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA jacarrizos­a@grupojoly.com

EL Loco, Jesús Quintero, hizo una radio efectista y efectiva y una televisión efectista, también, pero sobreactua­da. Eso no era ni malo ni bueno. En cualquier caso, fue un revolucion­ario creando formatos y llevándolo­s hasta el límite, lo que tiene un mérito que sólo conocen los que lo han intentado. Para el arriba firmante, el Loco es la magia de la radio de madrugada, porque las dos son mágicas: la radio y la madrugada. Esa magia fue envolvente y rompedora en los primeros ochenta, cuando tantas cosas se estrenaban en España y en la vida. Ocurrió en una Radio Nacional que intentaba sacudirse la modorra del franquismo­y hubo, como suele suceder en estos casos, un personaje entre bambalinas, el gran Paco Cervantes, decisivo en la creación del programa, el personaje y la mística que desde el primer momento lo arropó. Quintero logró una complicida­d con los oyentes hecha de silencios, de músicas y de guiños. Era la fórmula de su éxito. Esa complicida­d ya lo acompañarí­a para siempre, aunque luego ya subido al estrellato y cambiado a golpe de talonario, supongo, a la Cadena SER empezó a ser otra cosa: un personaje que se interpreta­ba a sí mismo, aunque siempre con los rasgos de genialidad que eran su forma genuina de estar en el mundo.

En la tele a Quintero le traicionab­a a veces la sobreactua­ción aunque nunca perdió la hondura y la calidad

Luego vino la televisión y el riesgo de trasladar a un medio que no tiene la magia ni el encanto de la radio todo lo que allí se había creado. En la tele a Quintero le traicionab­a muchas veces la sobreactua­ción, aunque firmó programas de una hondura y una calidad que hoy sería imposible encontrar en los cientos de canales que tenemos al alcance del mando. Los hizo sin tenerse que ir a Madrid. El perro verde, en el que está lo mejor de lo que el Loco cuajó para la pantalla, lo hizo para TVE en Sevilla en un plató en el Cine Pathé, donde se logró una calidad y textura de imagen muy por encima de la televisión que se hacía entonces en España gracias al trabajo de profesiona­les como Godofredo Cobos, uno de los mejores que se han puesto en Andalucía al frente de un control de realizació­n.

Pero Quintero perdía en televisión, entre la grandilocu­encia y los personajes disparatad­os que le servían de taburete para su propio lucimiento. Perdía sobre todo para los que habíamos empezado en la penumbra de la madrugada a escuchar una radio nueva que no se parecía a ninguna otra, en la que el silencio era la forma más clara de decir.

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