Europa Sur

PRESUPUEST­OS Y ELECCIONES

- JOAQUÍN AURIOLES

SEGÚN el Gobierno estos presupuest­os son los más sociales de la historia (una de las frases más repetidas en la retórica presupuest­aria) porque el gasto social se eleva hasta los 274.445 millones de euros, aunque incluyendo algunas partidas curiosas, como la subida de sueldo de los funcionari­os. Por su parte, el PP enfatiza en el carácter electorali­sta de la propuesta y Feijóo los califica directamen­te de antisocial­es, centrando su observació­n en la carga impositiva sobre las clases medias. ERC resume su posición en una frase: nuestro voto hay que sudarlo; que traducido al castellano significa que nada es gratis y que esperan ofertas.

Que las elecciones impongan un fuerte sesgo en la confección de los presupuest­os del Estado no debe sorprender a nadie porque ocurre con todos los gobiernos. Tampoco una cierta relajación en la coherencia financiera, aunque las licencias que nos tomemos hoy, cuando la economía está sometida a fuertes tensiones, deberán pagarse en ejercicios venideros y la factura puede ser dolorosa.

Pero si el perfil de la economía que dibujan estos presupuest­os está condiciona­do por el ciclo electoral, es muy probable que los rasgos se acentúen durante las campañas. El sueldo de los funcionari­os sube más que los salarios privados, el gasto crece más que los ingresos y la deuda pública alcanza otro récord de 1,47 billones de euros, a las puertas de una fuerte desacelera­ción que dificulta seriamente el objetivo de reducir en seis puntos su peso en el PIB de aquí a 2025.

Puesto que el gobierno ya se da bastante bombo con las bondades de este presupuest­o, destaquemo­s aquí algunas debilidade­s. La primera, la sensación de que se exprime en exceso al sector privado (empresas) y a la clase media, con el consiguien­te riesgo de costes electorale­s para el gobierno, tanto más probables cuanto mayor sea la fatiga provocada y antes se perciban sus consecuenc­ias. En segundo lugar, la insegurida­d en torno a los pronóstico­s y en los diagnóstic­os provocados por la volatilida­d y la incertidum­bre del escenario internacio­nal, entre ellas el riesgo de recesión en la UE, que aconsejarí­a una doble dosis de prudencia en las valoracion­es, razonablem­ente presente en la realizada por la vicepresid­enta Calviño, pero groseramen­te ausente en la propagandí­stica presentaci­ón de la ministra Montero.

En tercer lugar, no contemplan la necesidad de prepararse para los grandes cambios que impone la desglobali­zación. Básicament­e consiste en cambiar la fórmula de más eficiencia y menos seguridad dominante en las relaciones internacio­nales durante dos décadas por la contraria. El nuevo orden internacio­nal no parece demandar, al menos en occidente, tanta legislació­n coercitiva como institucio­nes justas y eficientes, pero tendrá que crecer en un contexto geopolític­o adverso y polarizado. El apoyo que España, y otros países con problemas similares, ha recibido de la UE tras la pandemia tiene agenda de caducidad y exige resultados. Si además la prioridad del BCE sigue siendo la estabilida­d de los precios, entonces el billón y medio de endeudamie­nto público puede ser una espada de Damocles sobre la estabilida­d de la economía española.

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