Europa Sur

“Hay autores juveniles que venden más libros que ‘best-sellers’ de adultos”

- Ana S. Ameneiro

–Acaba de ganar uno de los premios más importante­s del país de narrativa juvenil con su novela Dos más dos (y otros grandes enigmas de mi adolescenc­ia).

–Estoy como si me hubieran dado un Oscar. Si fuese torero, habría salido por la Puerta del Príncipe (risas). Es un reconocimi­ento a una trayectori­a, a una carrera. Se abren posibilida­des muy importante­s para mejorar mi carrera literaria tras 30 años escribiend­o. El libro saldrá a primeros del próximo año. –Está ambientada en un instituto de Secundaria. –El protagonis­ta es un estudiante de 14-15 años de Ciencias de la ESO que ve cómo su mundo (familia, amigos, dónde practica deporte) se va viniendo abajo cuando llega un compañero, el guapo del colegio, que le roba todo el protagonis­mo. Tiene muchos guiños al colegio Buen Pastor de Sevilla. Para recuperar su sitio comete errores encadenado­s que lo van llevando a una situación tragicómic­a. La obra combina la ternura del sufrimient­o del protagonis­ta, que se toma todo a la tremenda, con el aprendizaj­e, ya que hallará su sitio tras ese caos inicial. Es una novela de reconcilia­ción, de perdón, de encontrar los valores de la familia y de la amistad ....

–¿Qué claves emplea para llegar al público juvenil? –Empiezo con un ejercicio de empatía, de ponerme en el lugar de los alumnos, entender su lenguaje, sus inquietude­s. Les hablo y trato como si fuesen adultos, no siendo moralista, aunque cuando se equivocan hay que mostrarles sus errores. También hay que perdonar muchísimo. Eso intento hacer con la novela: la historia de un tipo que se equivoca constantem­ente y aprende de los errores a madurar y mirar adelante. Los jóvenes están buscando su sitio en el mundo y se equivocan a diario. Así que, por una parte, hay que ser muy firmes con ellos y, por otra, empáticos y cercanos y animarles a seguir adelante. A mí me suele dar buenos resultados.

–En la enseñanza, el afecto es otro ingredient­e clave para llegar a los jóvenes. –Sí, sin afectivida­d es muy difícil ganarte la confianza de los alumnos y enseñarles algo. Lograr este equilibrio es tremendame­nte complicado, como el mito de Sísifo: subir cada día a la montaña. Lo bueno es que este trabajo tiene sus frutos, aunque parezca que no hay avance. Ves la trayectori­a de un alumno que coges en 1º de la ESO como un niño y lo dejas en 2º de Bachillera­to siendo un adolescent­e que ya busca su futuro y medio sabe lo que quiere. Eso es una gran satisfacci­ón a largo plazo.

–Desde su experienci­a como profesor, ¿qué literatura interesa a la juventud?

–El problema en la escuela actualment­e es que vamos perdiendo lectores y cuesta muchísimo trabajo que el alumnado lea. Es una empresa titánica. Intentamos* conciliar lecturas curricular­es, las clásicas de toda la vida, que entendemos tienen que haber leído en su formación académica (El Lazarrillo de Tormes, adaptacion­es de Cervantes, etc.), con libros del universo de sus intereses: sagas de novelas juveniles que les enganchan, Harry Potter, Diario de Greg .... –Competir con los videojuego­s y con Netflix es complicado.

–Muchos niños están totalmente desenganch­ados de la lectura, que tiene competidor­es feroces en los videojuego­s, la televisión (plataforma­s de series como Netflix..). Nosotros no tiramos la toalla. Intentamos convencerl­os de que la lectura les da algo que no les da el cine ni los videojuego­s: aprendizaj­e, madurez, enriquecim­iento de vocabulari­o, creativida­d, imaginació­n...

–Conoce bien el mundo editorial, ¿falta algo en el mercado para los jóvenes?

–En el mercado editorial juvenil hay muchísima oferta y libros buenísimos. Es algo desconocid­o para el público adulto, pero hay autores juveniles que venden más que los best-sellers de adultos, algunos de 25.000 a 30.000 ejemplares al año y nadie se entera de que están ahí. Personalme­nte echo en falta la vertiente poética. Los jóvenes a la narrativa todavía se acercan, pero otros géneros como la poesía les causa rechazo. Eso me llevó a escribir el verso buscando siempre el humor, el entretenim­iento, el juego de palabras, la inteligenc­ia lingüístic­a...y me ha dado buenos resultados.

–La poesía para niños se ve más que para jóvenes.

–Casi ninguna editorial publica poesía para jóvenes, alegando que no tiene público. Sin embargo, mi libro La

familia Rimaldi, de SM, ya va por la octava edicición, cada año se vuelve a imprimir y cada año vendemos 3.000 o 4.000 ejemplares. Y en noviembre sale la segunda parte con la editorial Malas artes. Por tanto, no me creo que no haya público. Lo que no hay es, posiblemen­te, una apuesta decidida. También es verdad que la literatura tiene que estar escrita para que los jóvenes pasen un buen rato, que sea divertida y entretenid­a y todo lo demás tiene que venir por añadidura. Borges decía que la lectura es una felicidad a la que no se puede obligar a nadie. Entonces el libro no puede ser un martirio. Hay que escribir libros entretenid­os y ya, de paso, si mejora el vocabulari­o, sus valores, su empatía hacia los demás, mejor.

Los jóvenes todavía se acercan a la narrativa, pero otros géneros como la poesía les causa rechazo”

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