El Puerto de Algeciras como monumento (I)
● La historia de una construcción que ha revalorizado la bahía: del muelle de madera al de Galera, el dragado del río de la Miel, el rompeolas de Isla Verde y la competencia con Marruecos
SEGÚN el diccionario de la Real Academia Española (RAE) un monumento es una obra pública y patente (es decir manifiesta, clara y visible), una construcción que posee valor artístico, arqueológico, histórico, etc.; un objeto o documento de gran valor para la historia o para la averiguación de cualquier hecho y una obra científica, artística o literaria, memorable por su mérito excepcional.
Pues bien, el puerto de Algeciras tiene característica de estas cuatro acepciones. No hay dudas de que es una obra pública y de patente valor. Es una construcción que tiene sin lugar a dudas un valor histórico para la propia ciudad, la Comunidad Autónoma, el país y el mundo, que para poder llegar a convertirse en lo que es hoy en día, ha necesitado de la sinergia activa de los interesados en su desarrollo práctico (básicamente político y económico) y la confluencia de varias artes técnicas y plásticas que le han permitido convertirse en la construcción que es hoy, y en la que se puede llevar a cabo un recorrido por la arqueología industrial, la arqueología histórica, la arquitectura de las técnicas constructivas, el paisajismo y la documentación sobre su desarrollo.
Un monumento no tiene por qué ser sólo un objeto completo en una época determinada, caso de la iglesia de la Palma, tenemos el claro ejemplo de la Sagrada Familia de Barcelona, una obra arquitectónica diseñada y ejecutada en sus inicios por el gran creador Antonio Gaudí y Cornet (1852-1926) hacia 1882, y que está por concluir aún, pues lo mismo se puede aplicar a nuestro puerto, una obra que está en continua expansión.
Es más, en su etimología el concepto latino de monumento hace referencia a la memoria y es ésta la que nos hace individualizar el puerto de Algeciras, como un todo digno de ser la memoria referente de la ciudad, la Comunidad Autónoma, el país y el mundo.
En su diseño histórico podemos encontrar ingeniería, arquitectura, urbanismo, tecnología, paisajismo y restauración del patrimonio histórico, a poco que echemos un vistazo sobre este territorio amplio, y en constante crecimiento desde la línea primigenia de costa hacia el interior de la bahía. La propia creación y consolidación de su espacio, marca su primera seña de identidad, porque sobre él se van a erradicar las infraestructuras que lo van a ser viable.
El puerto de Algeciras tiene un gran valor para la historia no sólo de la ciudad, también para la Comunidad Autónoma y para el país, porque a pesar de las dificultades que ha sorteado a lo largo de su corta e intensa historia, entre ellas las políticas y económicas, ha conseguido convertirse en el primer puerto de la región, el principal del país y en uno de los primeros de la Unión Europea y el mundo, siendo Algeciras una ciudad litoral que no es capital de provincia, lo que eso conlleva a la hora de sortear los diversos frentes que necesita superar, para consolidar su éxito como enclave estratégico y referente mundial.
Sin irnos muy atrás en la historia, está meridianamente claro que en su evolución histórica la coyuntura socioeconómica vinculada al capital británico de la Roca y la economía extractiva del territorio cercano, tuvieron una gran relevancia. En este entretiempo el muelle de madera de la
vino a compartir su prometedora historia, desde 1894, con el muelle local preexistente y prolongaría sus días hasta 1928, cuando desapareció.
Pero fue la dinámica histórica, derivada de la Conferencia Internacional sobre Marruecos en Algeciras, la que favoreció la creación de la Junta de Obras del Puerto de Algeciras, el mismo año de 1906.
Muchos proyectos quedaron
atrás como el pionero de 1843, los de 1847 y 1853 o el más prometedor de 1859, que quedaría, también, en el baúl de los recuerdos como sus antecesores y a ellos le seguirían los de 1881, 1887, 1891, 1895 o 1905, con el mismo resultado. En su protohistoria, como se puede comprobar, ha habido muchos proyectos y pocas ejecuciones, pero siempre surgen oportunidades.
La Nueva Algeciras de principios del siglo XVIII, tuvo su oportunidad para desarrollarse, tras su renacimiento, gracias a las guerras contra el inglés y el marroquí y ahora, a finales del siglo XIX y principios del XX, la oportunidad se la ofrece la necesidad de dar salida al emprendimiento de la Roca y el colonialismo europeo.
En esencia el puerto se reducía en aquellos días al tramo final del río de la Miel, pero los temporales de 1881 y 1886, al dañar y destruir sucesivamente las obsoletas y poco adecuadas instalaciones, promovieron la indispensable coyuntura favorable para que se llevaran a cabo las obras del muelle de mampostería en la margen izquierda del río en 1887. La necesidad se convirtió en virtud y estaba claro que, tarde o temprano, había que afrontar la creación definitiva del puerto que necesitaban la ciudad y el país. La oportunidad no tardaría mucho en llegar.
La implicación, cada vez más interesada de España en los asuntos marroquíes, fue la espoleta necesaria e ineludible, para que se hiciera inevitable el desarrollo estratégico del puerto de Algeciras frente al Marruecos precolonial (19061912) y colonial (1912-1956). Sin olvidar la competencia directa de Gibraltar y sus intereses.
El 10 de agosto de 1906, ese mítico año para la ciudad, por real orden de la Dirección General de Obras Públicas del Ministerio de Fomento, se aprobó la creación de la Junta de Obras del Pueblo de Algeciras, que se reunió por primera vez el 30 de septiembre. La creación de la Junta de Obras del Puerto de Algeciras fue el hito imprescindible para pasar a una nueva realidad, marcada, desde entonces, por la dinámica expansiva, que iba a generar esta institución en la ciudad, la bahía y el estrecho.
En 1908 se pusieron en marcha las primeras obras, menores aún, pero imprescindibles: la ampliación del muelle comercial y el dragado del río de la Miel y se presentó el proyecto de puerto de refugio de Algeciras de 1908 que, en líneas generales, con modificaciones en 1910 y sobre todo en 1911, sería la base del desarrollo del flamante puerto hasta la década de 1930. Durante este período destaca la figura de uno de los directores más comprometidos con su desarrollo, Cástor Rodríguez del Valle y Quintana, que entre 1915 y 1931, llevaría a cabo el despliegue de las construcciones portuarias, de las que destacaría como obra emblemática y necesaria, su rompeolas.
Ya la ciudad contaba con un puerto moderno, con él se estaban poniendo las bases de un futuro prometedor. Ya los proyectos tienen una consistencia real. Han dejado de ser quimeras.
En 1913 se inauguró el muelle de la Galera, entonces de Alfonso XIII, y el muelle secundario que se bautizó con el nombre del ministro que lo inauguró, Miguel Villanueva y con ello se creó la primera dársena. Crecía el puerto y la ciudad se despedía, definitivamente, de su línea primitiva de costa.
Estas primeras obras se prolongaron hasta principios de la década de 1930. La obra cumbre de este proyecto fue la construcción del rompeolas de la Isla Verde (1921- 1932), acometido como algo de urgente prioridad tras los destrozos ocasionados en el puerto a causa de los temporales de ese invierno y luego en 1925. Para construirlo fue necesario llevar el ferrocarril de vía estrecha desde la cantera de los Guijos al embarcadero de la ensenada del Saladillo y de allí mediante barcazas al de la isla, que dejó de serlo en la práctica.
La isla de convirtió en un poblado industrial, en el que se construyeron los bloques que armarían el rompeolas y al que se llevaron, desde Larache, en 1924 la grúa Goliat, para transportar los grandes bloques y la grúa Titán que los depositaba en la línea prevista de construcción. Ambos vendrían a ser los antecedentes de los modernos
y respectivamente. Pero los temporales no le pusieron fácil su continuidad. El de 1925 y sobre todo el de 1927 afectaron gravemente al rompeolas, ocasionando el desplome de la grúa Titán, que no fue rescatada del mar hasta el año siguiente.
El propio paisaje del puerto, debido a su necesaria dinámica expansiva, evolucionaba constantemente. Durante este período se construyeron el puente de madera sobre pilotes que unía desde 1926 la playa del Chorruelo con la isla, origen del muelle de la Isla Verde.
A su dilatada historia, se le añadía ahora a la isla-semipenínsula, su valor estratégico para la consolidación del creciente puerto de la ciudad.
Esta etapa, que transcurre entre 1908 y 1932, supuso, pasar de los proyectos a la creación del puerto, y consolidar un crecimiento vertiginoso, que le permitió consolidarse como un referente regional y nacional, sentido como la realidad de una esperanza contenida desde los orígenes de la nueva Algeciras.
El puerto estaba operativo, ya sólo quedaba que el destino determinara su porvenir entre las grandes infraestructuras portuarias del mundo y eso no tardaría en llegar.
Andrés Bolufer Vicioso
Experto en Patrimonio Cultural de la Asociación Cultural La Trocha y consejero de número del Instituto de Estudios Campogibraltareños.