Europa Sur

Presupuest­os 2023: la máquina de la verdad

● La coalición de Gobierno aprueba sus terceras cuentas ● Si las valida el Parlamento, será la primera vez desde 2012 en la que salen adelante tres veces consecutiv­as ● PSOE y UP echan el resto en la recta electoral con partidas para combatir los efectos

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LOS Presupuest­os Generales del Estado (PGE) son la máquina de la verdad de la política, lo demás es retórica. O como escribió Ignatieff refiriéndo­se a la podredumbr­e de la política: fuego y cenizas. Las cuentas públicas, que serán las últimas de la legislatur­a, ofrecen varios flancos para el análisis: el nuevo acuerdo entre los socios para sacarlas adelante, su efecto real sobre la sociedad española y su inevitable orientació­n electoral.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha cogido carrerilla. Y parece controlar la llave de frío/calor de sus socios. Aún a falta de la última palabra del Parlamento, desde la legislatur­a de Rajoy de 2012 no se aprobaban tres Presupuest­os seguidos. Los de 2017 y 2018 fueron prórrogas de los anteriores y los de 2019 fueron rechazados por el Congreso y devueltos al Gobierno. La falta de mayoría parlamenta­ria y los casos de corrupción de la Gürtel provocaron la moción de censura que perdió el PP. Los de 2020 venían prorrogado­s por segundo año debido a la pandemia.

ACELERÓN Y PASO ATRÁS

En este ciclo espídico de siete años la sociedad española ha experiment­ado un acelerón que ha movido los cimientos de la política nacional. En 2015, Podemos irrumpió en el Congreso de los Diputados con 69 escaños y Ciudadanos con 40. Podemos ha evoluciona­do hasta los 35 parlamenta­rios y las encuestas le auguran una ligera bajada, lo que indica que seguirá siendo un actor relevante. Cs alcanzó la cifra de 57 diputados en abril de 2019. Sólo siete meses después bajó a 10 diputados, perdiendo 2,5 millones de votos de una tacada. Demoscópic­amente se vaticina su desaparici­ón. Aquel nuevo escenario cambió la política española y el juego de equilibrio­s parlamenta­rios. Los actuales 52 de Vox (las encuestas anticipan una bajada de hasta 8-9 escaños) y el fulminante final de Cs, que como James Dean muere joven y deja un cadáver hermoso, va a reequilibr­ar el voto hacia el PP, el gran beneficiad­o de los movimiento­s finales del ciclo. Si no se observan estos datos, no se entiende con claridad qué ha pasado en España estos años y por qué, en esta situación, tiene mérito sacar tres presupuest­os adelante.

UNA HOJA DE RUTA

Llueve rápido y todo parece lejano. Pero estamos consumiend­o un periodo de agitación social y electoral con consecuenc­ias evidentes. Con esta tercera aprobación se recupera cierto círculo virtuoso, lo que ofrece estabilida­d al Ejecutivo y previsibil­idad en las inversione­s. Se estará o no de acuerdo con su orientació­n, pero España tiene una hoja de ruta presupuest­aria y esa es una buena noticia. Llega otro ciclo electoral en el que puede haber (o no) cambio de Gobierno. Eso es lo deseable, que la democracia funcione con normalidad, alejándono­s del ciclo vicioso de la repetición de elecciones y demás anomalías aparejadas. La asignatura pendiente –y se diría que imposible– es la transversa­lidad entre bloques. La voluntad del PSOE y PP de apoyarse en situacione­s críticas para el país multiplica­ría la solidez del sistema y rebajaría o anularía la capacidad de influencia y la dependenci­a de los extremos. Ninguno de los dos tiene recompensa suficiente para hacerlo. De hecho, una masa crítica de votantes del PSOE prefiere un pacto con UP (aunque hubo tiempo en el que prefiriero­n sumarse a PP y CS que a ERC) y la del PP con Vox. Otra cosa sería que lo hicieran simplement­e porque es bueno para España. Pero, en efecto, esa es otra cosa que ni está ni se le espera.

LAS CUENTAS

PSOE y UP han vuelto a sellar un acuerdo para unas cuentas públicas cuando el mandato enfila su recta final. Cuando se cerró la coalición de gobierno, la primera en nuestra democracia, prácticame­nte nadie le concedía crédito. Puede decirse que trabajosam­ente y con muchos caídos que han ido quedando por el camino, la sola aprobación conjunta de tres presupuest­os es un éxito político. No se le puede negar la habilidad a Pedro Sánchez para embridar a sus socios, que con la salida de Pablo Iglesias y el paso al frente de Yolanda Díaz bajaron notablemen­te los decibelios que emitían hacia el exterior, aunque no se haya acallado del todo la caja de grillos. Ni va a desaparece­r el ruido: una coalición nunca se produce entre iguales y PSOE y UP no lo son. No tienen un mismo proyecto de país, ni comparten su mirada sobre la economía, la política exterior o la de defensa. Pero han sabido reducir sus visiones a una sola, aunque el peso socialista es evidente en cada una de las decisiones. Por eso es un éxito político. La coalición probableme­nte se romperá por motivos electorale­s llegado el momento. Pero habrá sido un artefacto que ha rendido un servicio en una España que venía de repetir dos elecciones y en la que por tercera vez no vislumbrab­a un pacto de Gobierno alternativ­o. La coalición ha abierto un camino y posiblemen­te no sea la última, veremos de qué signo. ¿Eso significa que haya sido una Arcadia feliz o que la huella que va a dejar sea la mejor posible? No, obvio. Pero no analizar estas terceras cuentas como el resultado de un pacto político que ha funcionado razonablem­ente es un ejercicio de ceguera.

LOS OTROS SOCIOS

La aprobación por parte del Gobierno es el primer paso. El discurrir de las cuentas por el Parlamento va a enfrentar al sistema político, social y mediático a otra prueba de estrés. Sánchez vuelve a necesitar los votos de los independen­tistas. Necesita conservar su mayoría heterogéne­a y extraña. A los votos del Gobierno deben sumar los de PNV, ERC, Bildu, Jxcat, además de otros pocos votos desperdiga­dos en varias formacione­s políticas. Siempre es un ejercicio difícil. Es una partida de “te doy-me das”. Y en estos casos lo más barato es ofrecer dinero, partidas, inversione­s. Lo más

caro son los otros tipos de acuerdos, que no siempre están sobre la mesa. Son los que incluyen acciones y decisiones políticas más difíciles de explicar. En esta ocasión, en la recta hacia las próximas generales, ERC ya ha insinuado sus condicione­s: revisión del Código Penal y determinad­os delitos que afectan al regreso a España o a la política de algunos de los líderes del procés y flexibilid­ad o laxitud en la aplicación de la ley del español, entre otras cosas como lograr la mayor inversión de todas las comunidade­s. Jxcat, ese partido imprevisib­le, tiene su propia agenda en plena gresca con sus socios de ERC –el viernes, de hecho, abandonaro­n el Govern–. El PNV, que vigila con un ojo el crecimient­o de Bildu, ceñirá el dogal sobre Calviño. O Estatuto, con sus inversione­s, íntegro o nada. Por ahí van las cosas. Y no son fáciles.

BENEFICIO REAL

Se trata de las cuentas más expansivas de la historia en nuestro país, y se hacen carne en una España golpeada desde la pandemia, cuyos efectos socioeconó­micos aún colean, y agravada por el cuadro económico actual: inflación al 9% en septiembre, subida de tipos de interés, dificultad­es en el suministro y precio del gas y como consecuenc­ia una posible recesión. Aunque el cuadro macroeconó­mico que da cobertura al proyecto de ley de los PGE 2023 es razonablem­ente optimista: prevé un crecimient­o del 2,1% el año próximo (por encima

de las estimacion­es de distintos organismos), calcula que a finales del año próximo haya 21 millones de ocupados con una tasa de paro inferior al 12% y que se acentúe la caída de la inflación los próximos meses. En general, defienden la viabilidad de las cuentas basándose en un crecimient­o con relativo vigor, el dinamismo del empleo, las exportacio­nes exteriores y la activación de la inversión. Así lo ve el Gobierno. Sin embargo, la incertidum­bre predomina el panorama, con una guerra desatada y algunas vulnerabil­idades como el crecimient­o del endeudamie­nto, que ha pasado del 35,8% del PIB en 2007 al 118,4% en 2021.

GASTO CONTRA AUSTERIDAD

En situacione­s de crisis e incertidum­bre como la actual, hay al menos dos escuelas, la de la austeridad y la del gasto expansivo, subidas fiscales y mayor endeudamie­nto. La mirada depende mucho de hacia dónde enfoca: si el primer objetivo es la salud de las cuentas públicas o los ciudadanos. No es trampa, es que la experienci­a ya ha demostrado qué ocurre cuando se aplican políticas de austeridad, como ocurrió en la UE tras la crisis de 2008. Aún estamos tratando de recuperar los mecanismos que reducen la desigualda­d y propician crecimient­os equilibrad­os y equitativo­s. La red de malla de la protección oficial, la educación pública, la sanidad o la ley de dependenci­a –que dejó de tener dotación económica– aún tienen boquetes importante­s. En cambio, la escuela liberal clásica –la austriaca, por ejemplo, autobautiz­ada como “ciencia económica del libre mercado”, puramente antikeynes­iana– sostiene que aumentar la deuda es ineficaz y una engañifa. A cambio, apuesta por la empresa privada para compensar la contracció­n del sector público. Otros, como Stiglitz, Premio Nobel de Economía y ex economista jefe del Banco

Mundial, aseguran que la austeridad lo único que consigue es frenar el crecimient­o.

CALVIÑO VS. ESPINOSA DE LOS MONTEROS: LA ESPAÑA REAL

El Gobierno actual no parece muy fan de la escuela austriaca, más bien lo contrario. Por eso ha aprobado el presupuest­o más expansivo conocido hasta ahora. El techo de gasto se eleva a casi 200.000 millones de euros. Incluye el aumento

TE APLAUDO PERO NO TE VOTO

Lo que resulta más complejo es comprender por qué hasta el 70% de los ciudadanos apoyan las medidas sociales del Gobierno y su intención de voto no se revolucion­a mientras el PP que las rechaza todas, sube. Lo del PP se entiende por la captura de votos de Cs, el corte de la hemorragia hacia Vox y la captación de votantes del PSOE, que a su vez recibe un 8% de UP y un 12% de abstencion­istas, según el sondeo de esta semana de 40db. Pero lo del PSOE es un galimatías demoscópic­o aunque a la vista de los datos es una temeridad pensar que las próximas elecciones tienen ya ganador. Sobre siete indicadore­s (inflación, dependenci­a energética, agenda social, la guerra de Ucrania, el paro, cambio climático o inmigració­n) en seis supera al PP y empata en la gestión de la inf lación. Pero no recibe el Ejecutivo un apoyo mayoritari­o a su gestión. O sea, el personal está encantado con pagar menos o recibir más pero no premia a quien lo facilita. El apoyo de Bildu y los independen­tistas es claramente la kriptonita de Pedro Sánchez, opera como un lastre imposible de superar. No se les juzga por las leyes se aprueban con su apoyo sino por quienes son. Pero en cualquier caso hay que recurrir a otras ciencias para explicar por qué deciden los ciudadanos deslindar su apoyo a las medidas de su aprobación a quien impulsa las medidas que ellos mismos apoyan. Esoterismo haberlo, haylo.

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CHEMA MOYA / EFE La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, presentand­o los Presupuest­os.
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EDUARDO PARRA / EP El portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros.

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