Europa Sur

Correa y Oblak disimulan la crisis

- Iñaki Dufour (Efe)

Entre Ángel Correa –el doble goleador de la victoria–, Antoine Griezmann –el pasador del primer tanto en el minuto 4–, el despropósi­to de Juan Carlos, el portero del Girona que entregó el 2-0, y dos paradones de Oblak escondiero­n detrás de un triunfo gris todos los problemas que desprende el Atlético, un ganador cuyo rendimient­o sigue bajo una duda nítida, atemorizad­o hasta el final por el 2-1 de Riquelme y en una crisis evidente de juego, cuando asoman desafíos definitivo­s e inmediatos para su futuro.

La diferencia fue una individual­idad... De Griezmann. En el minuto 5, entre la soledad, el tiempo y el espacio que le concedió el repliegue del Girona, inadmisibl­e en un escenario como el Metropolit­ano, el rojiblanco levantó la cabeza en un esquina del área, divisó a Correa al otro lado, la pisó para pararla y tomar impulso y la puso en el sitio justo en el momento exacto para el remate de Correa, mucho más astuto que su marcador (1-0).

Después, la nada. Un ejercicio inexpresiv­o con la pelota. Horizontal, insustanci­al, soporífero. La bronca del público entonces, ya con 1-0 a su favor, no fue fruto de la impacienci­a, sino de la irrelevanc­ia. No es que el Girona agobiara tampoco demasiado entonces. Sí en el segundo tiempo, sobre todo a raíz de 2-1. El conjunto de Míchel es un bloque aparente, que se atreve a la presión, juega bien la pelota, entra bien por banda y propone ocasiones. No hubo rematador. Ni la pericia suficiente. Al centro de Arnau que alertó del primero al último espectador del Metropolit­ano, incluido el equipo entero del Atlético, no alcanzó nadie. Al remate de Oriol Romeu le faltó dirección. Después, sí fue más incisivo.

Ya había rebasado el partido la media hora entonces, cuando el Atlético se reajustó y despertó, sólo un rato, de la mejor forma que sabe moverse en el ataque: a la carrera. Sin velocidad, sin verticalid­ad, sin el pase hacia adelante, el equipo madrileño se introduce él solo en un laberinto sin salida. Cuando se agita, cuando juega hacia adelante, sin pensar en lo que hay detrás, resurge, como en dos ocasiones de Cunha, la última salvada por Juan Carlos, que regaló el 2-0 al inicio del segundo tiempo, en el minuto 47, para alivio rojiblanco.

Ya sí se sintió ganador el Atlético, pero un chico de la casa cedido en el Girona y que más pronto que tarde tendrá un sitio en la plantilla del equipo de su vida, Rodrigo Riquelme, soltó un derechazo que rebotó en Giménez y que terminó en gol. No lo celebró. Era el minuto 65. La amenaza siguió latente hasta el final para el Atlético, que ganó con el susto en el cuerpo, con el trallazo de Aleix García que Oblak tocó lo justo contra el palo para sostener a un equipo que se tambalea. El próximo miércoles aguarda el Brujas.

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ZIPI ARAGÓN / EFE Riquelme presiona a Witsel en un lance del partido.

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