Europa Sur

“Natural es una palabra vacía”

MIGUEL ÁNGEL LURUEÑA

- Fátima Sigüenza

–¿Comemos bien? ¿Qué significa comer bien?

–Empezamos bien, jejeje. A veces es más complicado de lo que pensamos. Normalment­e hablamos de comer bien cuando nos referimos a comer de forma saludable, que es evitar o incluir en nuestra dieta los menos alimentos insanos posibles. En España, la mayoría de la gente no come bien. Pensamos que sí por aquello de la dieta mediterrán­ea pero basta con ver las estadístic­as sobre la incidencia de sobrepeso y obesidad.

–¿Cómo “nos lían” con la comida?

–De muchas formas. Es relativame­nte fácil hacerlo porque a veces carecemos de conocimien­tos para darnos cuenta. Una de las formas más habituales es la publicidad, con el uso de mensajes engañosos. Pero también llenando nuestro ambiente de alimentos insanos, que nos gustan porque están muy ricos y son baratos. Lo difícil sería hacerlo de otra forma. Eso no quiere decir que haya que gastarse un dinero extraordin­ario para alimentars­e de manera saludable.

–¿Existe desinforma­ción acerca de los alimentos?

–Sí, mucha. Además, estamos muy despistado­s. Leemos publicacio­nes o nos cuentan personas cercanas que hay alimentos o sustancias peligrosas y nos genera desconfian­za. También ocurre lo contrario: pensamos que hay alimentos milagrosos para adelgazar o curar enfermedad­es.

–¿Cómo hemos de leer las etiquetas de los alimentos?

–Lo primero es, antes de perdernos en las etiquetas, tener en cuenta de qué alimento estamos hablando. Muchas veces se nos olvida que es un paquete de galletas. Tras eso, las partes importante­s de la etiqueta son tres y que suelen estar en un recuadro ni llamativo ni muy visible en el envase: la primera, la denominaci­ón de venta, qué tipo de alimento es. La segunda es la lista de ingredient­es, enumerados en orden según su importanci­a en el producto. Y el tercero es la informació­n nutriciona­l. Ésta es la que solemos mirar casi en exclusiva: nos centramos en la cantidad de grasa o azúcar, pero eso sirve de poco si no sabemos de dónde viene. Las almendras tienen mucha grasa pero no es lo mismo que si ésta procediera, por ejemplo, del aceite de palma.

–¿Ha cambiado en los últimos años nuestra relación con la nutrición?

–Sí. Internet y sobre todo las redes sociales han populariza­do la nutrición y eso, por una parte, está muy bien porque fomenta la alimentaci­ón saludable. Pero también tiene una parte negativa, y es que nos lleguemos a obsesionar con la nutrición. Lo importante es mantener una relación sana con la comida, una dieta donde si queremos tienen cabida alimentos no saludables pero siendo consciente­s de que por comerlos un día puntual no pasa nada. Pero esto no es lo que solemos hacer.

–¿Natural es igual a sano?

–No. Natural es una palabra vacía, que la publicidad ha explotado hasta la saciedad y cada uno la interpreta como desea. Algunas marcas dan a entender que natural significa sin aditivos, otras saludable o seguro, y en realidad no significa nada.

–¿Existe fobia al aditivo? –Un poco sí. Existe un poco de temor a los aditivos porque los vemos como sustancias extrañas. En los aditivos hay muchos tipos de sustancias de origen diferente. No podemos decir “los aditivos son peligrosos” y meterlos todos en el mismo saco. Por ejemplo, entre esos códigos

E podemos encontrar extractos de romero que se utilizan como antioxidan­tes, un pigmento que se extrae del jugo de remolacha... Todos se evalúan para que sean seguros. Los aditivos no determinan las caracterís­ticas del producto desde el punto de vista de la seguridad alimentari­a ni de la salud.

–Cada cierto tiempo salta a la luz la retirada de algún producto. ¿Funcionan los controles sanitarios? –Funcionan, y lo vemos a diario, pero no son infalibles. De vez en cuando se produce algún brote de salmonelos­is o alguna alerta alimentari­a porque evitarlo al 100% es imposible, pero afortunada­mente estamos en un momento de la historia en el que comemos más seguro que nunca. También es la responsabi­lidad de los productore­s. –Sus comienzos en las redes sociales fueron des-*

–Sí, hay unos cuantos, jejeje. Personalme­nte trato de hacer una dieta saludable; de vez en cuando como alimentos que no son saludables pero de forma despreocup­ada. Las bebidas energética­s, por ejemplo, no entran en casa. –Comer mal es más barato. ¿Algún consejo para hacer la compra en plena escalada de precios?

–Esto es complicado. Se trata de llevar una dieta saludable de forma digna, que a veces es complicado porque falla el precio de los alimentos, pero también los sueldos, el precio de la vivienda... Lo recomendab­le o ideal es lo de siempre: adquirir alimentos frescos, principalm­ente de origen vegetal, de temporada y de cercanía, que además de ser lo más saludable y mejor para el medio ambiente.

Estamos en un momento de la historia en el que comemos más seguros que nunca”

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