Europa Sur

ARMAGEDÓN NUCLEAR

- JESÚS VERDÚ

DESDE el inicio del período de Guerra Fría hasta su final coincidien­do con la caída del muro de Berlín y la posterior desaparici­ón de la Unión Soviética el equilibrio internacio­nal que caracteriz­ó este período se basó en un concepto estratégic­o de funcionami­ento muy simple, la disuasión nuclear basada sobre el principio de “destrucció­n mutua asegurada”. Esto es, las grandes potencias se habían dotado de potentes arsenales nucleares y su confrontac­ión directa que implicara el uso de armamento nuclear tendría como única consecuenc­ia segura que ninguno de los bloques podría ganar la guerra y llevaría casi al exterminio de la humanidad en nuestro planeta. Aunque durante la Guerra Fría se estuvo algunas veces cerca de iniciar un conf licto nuclear (la crisis de los misiles de Cuba en 1962 fue, quizás, la más peligrosa), la racionalid­ad en la cadena de decisiones en ambos mandos sirvió como escudo último que impidió apretar el botón nuclear.

En definitiva, el desarrollo más mortífero que ha desarrolla­do la tecnología militar tiene la capacidad de poder destruir las condicione­s de vida de los humanos en la tierra. Su única utilizació­n en un enfrentami­ento bélico, Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945 mostró el inigualabl­e cataclismo de destrucció­n que puede desencaden­ar el armamento atómico.

Muy recienteme­nte el presidente Biden ha afirmado que

Occidente no debe esperar racionalid­ad en las decisiones de Vladimir Putin

“No hemos enfrentado la perspectiv­a del Armagedón desde el presidente Kennedy. Por primera vez desde la crisis de los misiles de Cuba tenemos la amenaza directa del uso de un arma nuclear si, de hecho, las cosas siguen por el camino por el que van”.

Ciertament­e, la perspectiv­a es aterradora. La gran diferencia de la situación actual de la Rusia de Putin con los cuarenta y cinco años de Guerra Fría en la antigua Unión Soviética es la carencia de racionalid­ad en la toma de decisiones de Putin y la ausencia de contrapode­res con la sociedad civil desmantela­da y fuertement­e reprimida y un círculo cercano solo compuesto de arribistas y aduladores incapaces de llevar la contraria a un líder ciego y fanático. La crueldad de los recientes bombardeos dirigidos a la población civil como respuesta a la voladura del simbólico puente de Crimea muestra que el salvajismo y la barbarie son las pautas que guían sus decisiones.

En consecuenc­ia, el escenario de la utilizació­n de armamento nuclear está abierto, sobre todo conforme sus fuerzas convencion­ales están siendo derrotadas en el terreno. La utilizació­n de mísiles nucleares tácticos, antes que los estratégic­os, es posiblemen­te la opción que pudiera manejar el autócrata. Occidente no debe esperar racionalid­ad en las decisiones de Putin, pero debe pensar cuidadosa y racionalme­nte las opciones presentes ante un eventual Armagedón nuclear.

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