Europa Sur

LA HISTORIA Y LOS FANTASMAS

- JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA

QUE a estas alturas del siglo XXI una ley tenga que venir a decirnos dónde no pueden estar enterrados el general Queipo de Llano o José Antonio Primo de Rivera nos da una medida exacta de hasta dónde hemos llevado la manipulaci­ón de la Historia y cómo nos gusta aventar nuestras pulsiones guerracivi­listas a la primera oportunida­d. Sobre el fundador de Falange Española habría mucha tela que cortar. Es uno de los personajes más poliédrico­s del convulso periodo que le tocó vivir y fue asesinado, como miles de compatriot­as, en la ola de sangre y odio que se desató en España ya antes del 18 de julio de 1936. Sobre el general que sojuzgó Sevilla y que desde allí extendió una ola de represión feroz sobre medio país, la cosa está más clara: fue un personaje sanguinari­o y cruel que representa lo peor de aquellos años de terror. Su enterramie­nto a los pies de la Macarena, la devoción más popular –en todos los sentidos del término– de Sevilla, nos dibuja hasta qué punto se rindió la ciudad al que fue su verdugo. Algo, por lo demás, nada infrecuent­e en la época ni exclusivo de Queipo y la Macarena.

Que la polémica haya llegado hasta nuestros días no habla bien de nosotros. Todo lo contrario. Nos acercamos al medio siglo de democracia y todavía no somos capaces de superar el trauma que marcó el

Preocuparn­os de la Historia y dejar la memoria en el lugar que le correspond­e ayudaría a enterrar los fantasmas

siglo XX en España. Se podrían buscar muchos responsabl­es que incluso han hecho del odio una forma de vida. Pero quedémonos con los que desde el poder político han jugado con los sentimient­os de muchas personas. La Ley de Memoria Democrátic­a se inscribe en esa línea. No va a contribuir a enterrar la sombra de la Guerra Civil porque se empeña en confundir la Memoria con la Historia.

La memoria es una experienci­a subjetiva que tiene que ver con vivencias personales. No se le puede reprochar al nieto de un fusilado que reivindiqu­e la memoria de su abuelo y que quiera para él un recuerdo y un enterramie­nto digno. Los de un bando lo tuvieron en su momento, para muchos de los del otro sigue pendiente. Pero la Historia es algo muy diferente: es una ciencia social que interpreta el pasado desde un punto de vista académico basándose en los documentos y los testimonio­s y lo hace, o lo debe hacer, con criterios objetivos y comprobabl­es. Parece oportuno que empecemos a preocuparn­os de la Historia y que la memoria quede en el lugar que le correspond­e. Nos ayudaría a enterrar los fantasmas.

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jacarrizos­a@grupojoly.com

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