CAMBIO DE MODELO
EL alcance de la guerra fiscal tras la bajada de impuestos en Andalucía excede el ámbito de las finanzas y la fiscalidad autonómicas. Muchos son los sorprendidos, sobre todo en Andalucía, de que seamos capaces de marcar la agenda política nacional, pero se celebra como positivo porque aquí no existen los delirios rupturistas de otros lugares. Lo señaló expresamente el presidente Moreno añadiendo un deseo de enorme interés. Hay que convertir Andalucía en destino atractivo para empresas y fortunas. Cuando “los ricos” son tan denostados en otras latitudes, aquí se les hace un guiño para atraerlos, incluyendo una mención explícita y, según opinión bastante extendida, desafortunada a las empresas catalanas que estén pensando en mudarse.
Provocador, sin duda, pero también significativo, si es que verdaderamente se está dispuesto a pisar a fondo, de que no solo se piensa en cimbrear algunos pilares del tinglado político nacional, sino también desmontar algunas de las inercias que han movido nuestra economía durante décadas. Los territorios compiten, pero Andalucía prefirió pactar con el Estado y con los territorios más prósperos un potente mecanismo de subsidios y transferencias de renta, antes que pelear por ampliar la base productiva. Gracias a ello se consiguió fijar la población en la práctica totalidad del territorio y una aproximación a las rentas y salarios medios de España bastante mayor de lo que las diferencias de productividad habrían permitido. Si las políticas de corte social se imponen sobre las económicas en el manejo de la economía, lo normal es que se consigan importantes mejoras sociales, pero también que los costes para la economía sean elevados. En nuestro caso, cuatro décadas a la cola del bienestar y en la cabeza del desempleo.
La crisis de 2008 y el hundimiento de las finanzas autonómicas debilitó el falso mecanismo de las compensaciones solidarias, anunciando que, a partir de entonces, habría que construir el futuro a base de competir. En la retórica populista, el cambio de modelo productivo juega un papel central. Innovación cambio tecnológico, medio ambiente, políticas sociales, etcétera, están en los programas de todos los partidos, aunque con diferentes ponderaciones. También en Andalucía, donde nuestros complejos nos llevan a copiar las construcciones intelectuales de otros lugares con tanta frecuencia que llegamos a olvidar que el factor de cambio que mayor ponderación debería tener en nuestro caso es, precisamente, desengancharnos de nuestra narcótica dependencia de subsidios y transferencias.
Las empresas y las fortunas invitadas a venir exigirán bastante más que la ofensiva fiscal de la Junta para aceptar. Habrá que reducir la brecha de productividad con mejores infraestructuras, instituciones eficientes y capital humano y tecnológico, porque es de lo que depende la capacidad para competir. El gobierno andaluz tendrá que ser firme frente al central, a otras autonomías y a su propio partido porque el reto para Andalucía no es solo el cambio de modelo productivo, sino del conjunto modelo político-territorial español. Se verá el alcance del compromiso cuando se discuta el nuevo modelo de financiación autonómica.