De Manuel y Roca Rey conquistan Madrid en el ‘funeral’ de Talavante
● Tres orejas para el madrileño, dos para el peruano y balance de silencio y bronca tras los tres avisos para el extremeño
CORRIDA DE LA HISPANIDAD EN LA PLAZA DE TOROS DE MADRID GANADERÍA: Seis toros de Victoriano del Río, el segundo como sobrero tris, al ser devuelto el titular y el primer “reserva”, bien presentados y de muy buen juego en conjunto, con la única excepción del primero, que adoleció de pocas fuerzas. Los mejores, segundo, tercero y quinto
TOREROS: Alejandro Talavante (corinto y oro): estocada caída (silencio); pinchazo, casi entera tendida, siete descabellos y suena el tercer aviso (bronca tras tres avisos) Roca Rey (grana y oro): gran estocada (dos orejas tras aviso); dos pinchazos y estocada (silencio) Francisco de Manuel (blanco y oro): estocada trasera (oreja); estocada desprendida (dos orejas)
INCIDENCIAS: En cuadrillas, Francisco Durán “Viruta” saludó tras banderillear al segundo; y Juan Carlos Rey y Fernando Sánchez hicieron lo propio en el quinto. Cartel de “No hay billetes”
Francisco de Manuel y Roca Rey, con tres y dos orejas, respectivamente, han abierto ayer la Puerta Grande en la corrida de la Hispanidad de Las Ventas, con una importante corrida de Victoriano del Río en la que se vivió el naufragio total de un Alejandro Talavante totalmente perdido.
La gran sorpresa fue, sin lugar a dudas, Francisco de Manuel, que desde ayer ha comenzado a cotizar al alza después de una soberbia actuación por la que, ojalá, su nombre sea un fijo en las grandes ferias del próximo año.
En su buen primero ya fue todo entrega el madrileño, animoso con el capote y dejando fogonazos sueltos del buen toreo que guarda dentro, aunque en éste se le notó, quizá, algo atenazado por la responsabilidad de una tarde clave. Y por eso faltó redondear más una faena que, así y todo, fue premiada con una oreja
Pero lo verdaderamente grande, llegó en el sexto, lidiado en quinto al encontrarse Roca Rey aún en la enfermería por el pitonazo que se llevó en su primero.
Fue éste un toro encastado y que pedía mando al que de Francisco de Manuel, que volvió a saludar con buen porte con el percal, cuajó la faena de su vida, pues, además de disposición y actitud, sacó a relucir su exquisito sentido del temple y la verdad de su torero para torear como los ángeles a un astado que, como la plaza, acabó totalmente rendido.
El toreo en redondo fue sensacional, pero el canto grande llegó por naturales, logrando muletazos soberbios a cámara lenta y de extraordinaria hondura. Los tendidos hervían, más todavía cuando el torero enterraba la tizona en el primer encuentro. Las dos orejas cayeron casi a la vez, premio totalmente merecido.
Después de ser devueltos el segundo y también el sobrero que lo reemplazó, ambos por absoluta falta de fortaleza, Roca Rey se enfrentó finalmente con el segundo “reserva”, un toro bastote, muy montado, pero que respondió con muy buen son en la muleta del peruano, que puso pronto la plaza en ebullición con tres pendulazos sin enmendarse como prólogo de faena.
Luego, en lo fundamental, se le vio sobradísimo, más natural y sosegado que de costumbre para ligarle los muletazos por el derecho en varias tandas reunidas y bien conjuntadas, además de naturales sueltos de buena firma.
Pero la sensación fue que aquello podía –y debía– haber sido más rotundo, pues el toro era de lío, y Roca, que estuvo bien con él, no acabó de cuajarlo, por mucho que la gente vibrara, a veces de modo desmedido, con lo que hizo el torero. Cortó las orejas, la segunda en el límite del triunfalismo.
Al sexto le faltó clase y entrega, lo que no fue óbice para que Roca Rey lo dejara todo sobre la arena y le sacara todo el fondo que tenía el animal, especialmente sobre la mano izquierda.
Sin rastro del esperado Mbappé en la plaza, tampoco lo hubo de Talavante, con la diferencia de que éste sí hizo acto de presencia en la corrida. O no. Directamente fue una pequeñísima sombra vestida de corinto y oro.
El madrileño Francisco de Manuel fraguó con su segundo toro la faena de su vida
Tarde de petardo histórico de un desdibujado, ausente y apático Talavante
La tarde del extremeño fue el fiel reflejo del año que ha echado. Si con su blando primero no pasó del templado recibo a la verónica, lo del cuarto fue para clamar al cielo: frío como un témpano y con una absoluta falta de actitud ante un toro noble y manejable, al que se limitó a pasar con tanta ligereza como displicencia.
Tanto fue así que después de atascarse con el descabello, y tras sonar el segundo aviso, decidió inhibirse totalmente y no atacar ni una sola vez más con el verdugillo hasta que llegó el tercero. Petardo histórico de Talavante, mucho más que desdibujado, ausente, apático, para que ref lexione seriamente este invierno.