Europa Sur

“El problema no es la comida, es la culpa por engordar”

- Alberto Grimaldi

–¿Somos lo que comemos?

–Indudablem­ente. Lo que pasa es que no sirve ser solamente somos lo que comemos sin saber por qué elegimos lo que comemos. Todo el mundo sabe el concepto de qué es comer bien: cosas a la plancha (pescado, carne, verduras). ¿Por qué no lo hago? Esa ref lexión creo que es la que se debería haber hecho hace muchos años y todavía no se ha hecho. Si las dietas funcionara­n, todo el mundo estaría delgado. Pero la realidad es una: que en el año 2030 se prevé que el 85% de la población española tenga sobrepeso y obesidad. Y es que el contexto está cambiando mucho en los últimos años. Cada vez tenemos más situacione­s de estrés, ansiedad o conflictos. Situacione­s que se nos escapan en nuestra vida diaria. Y la comida es un gran aliado y acudimos a ella para afrontarla­s.

–El libro trata de vincular el hecho de comer con sentirse bien e incluso con el sentimient­o de la alegría de sentirse, ¿por qué?

–Actualment­e el problema no es la comida, es la culpa. Vivimos en una sociedad absolutame­nte dicotómica. Bueno o malo, prohibido o permitido, negro o blanco, PSOE o PP. Esto funciona así. Cuando comemos algún alimento de los catalogado­s malos, prohibidos o insanos, aflora ese sentimient­o de culpa. Y detrás vienen después las decisiones que son erróneas. Tomarse una palmera de chocolate en un momento determinad­o es mucho mejor que un filete de pollo a la plancha. Indudablem­ente, porque te va a permitir seguir con más usos y costumbres buenas. No pasa absolutame­nte nada. Ningún alimento por sí solo engorda. Ninguno. Sea la pizza más procesada.

–¿Engordas tú, no? –Claro. Pero por un exceso de energía, por el contexto, no por el elemento en sí, de manera aislada. Y eso es lo que tenemos que inculcar, el contexto.

–¿Pero por qué llevarlo a lo emocional? ¿Tan importante es el estado emocional a la hora de elegir qué como? –Porque es puramente emocional. Al comer segregamos una sustancia que se llama dopamina. Tenemos una parte en el cerebro que se llama el sistema de recompensa. Al comer comidas azucaradas, con grasas un poquito más densas, más palatales, se libera muchísima dopamina. Tu cerebro sabe que con ese tipo de alimento va a tener una sensación de placer, de bienestar. Situacione­s de estrés, de ansiedad, de problemas, los niveles dopaminérg­icos bajan mucho y de una manera muy inconscien­te sé que tengo ahí mi droguita para olvidar el mundo. Y por eso la vinculació­n emocional, sentimenta­l, está tan ligada con la alimentaci­ón. –¿Cómo definiría en po-* cas palabras su propuesta para no estar peleado con la comida, que al fin y al cabo es un poco el leitmotiv de este libro?

–Esel leitmotiv de la vida de muchísima gente, muchísimo más de lo que podemos creer. Yo me dedico al mundo de la nutrición y de la psicología. En mis clínicas y cada vez vemos que, tras pasar esta pandemia, los casos de trastorno de la conducta alimentari­a han subido exponencia­lmente en los chavales. Precisamen­te porque la comida es un ámbito donde uno puede tener un poco el control. De qué como y qué no. De si quiero pasar hambre o si me quiero hartar. Es muy importante decirle a la población que la comida sólo es comida. No es un juez que te juzga. No es un policía que te va a arrestar. Lo más importante es desarrolla­r herramient­as en otros ámbitos y no solamente quitar y poner una pieza de comida para contar las calorías. Eso no sirve para nada.

–Usted dice con frecuencia eso de que no hay que fijarse en los numeritos, refiriéndo­se a las calorías.

–Hay que fijarse en la calidad de los ingredient­es. Alimentarn­os con alimentos que no tengamos que buscar ninguna propiedad mágica. El alimento que es bueno, no necesita ninguna etiqueta, se sabe.

–¿Por qué decidió hacer este libro a cuatro manos?

–Durante la pandemia, se me ocurrió hacer directos con gente conocida para hablar precisamen­te de la salud emocional y de la salud alimentari­a. Lo hice con Pedro García Aguado, David Ferrer, Carmen Chaparro... Y con Virginia [Troconiz] hice uno donde vi que la gente estaba muy interesada en qué hacía para estar bien. Me consta que Virginia no hace gran cosa. Es muy constante. Que es la palabra mágica, la constancia, que a veces está en desuso. Y entonces se me ocurrió dar mi versión profesiona­l respecto a las experienci­as de una persona que llegara al público y con la que la gente se identifica­ra, porque podría ser muy valioso. –¿Pesó más su perfil de personaje público o que proyectaba la imagen de lo que quería contar? –Todo. Su perfil público porque llega a mucha gente y su perfil personal como madre de dos niños que vive en su casa, que lleva las cuentas, que hace deporte, que va a eventos, que no se pierde una copita de vino. Y encima come bien y tiene un tipazo. Me interesó más esa parte personal de Virginia que el personaje de televisión.

Tras la pandemia, los casos de trastorno alimentari­o han subido exponencia­lmente en los chavales”

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ

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