Europa Sur

NEOLIBERTA­RIOS

● La palabra neoliberal como arma arrojadiza parece estar muy manida: el caso es que liberales, hay. Pero bien pocos

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de que quien asciende al parnaso empresaria­l será mucho mejor gestor público que un buen político es algo más que discutible, al menos nunca probado empíricame­nte como para elevar tal mantra a categoría creíble. En la entrevista, el sanguíneo y de fuerte apariencia soberbia Manuel Pizarro soltó un estándar del liberalism­o: “Prefiero ser yo quien decida qué hacer con mi dinero; me ha costado mucho ganarlo”. A este aserto, dos cosas. Primera, su preferenci­a no es ni más ni menos que un repudio esencial de los impuestos y, segunda, ésta adolece de un olvido de los millones de personas que trabajan más duro que nadie por salarios de superviven­cia, esto es, gente que como mínimo ha trabajado tan duro como Pizarro. Y es por la desigualda­d por lo que los humanos –de la mano del cristianis­mo– creamos el artefacto tributario que rige de una manera u otra en todos los países del planeta. Un o liberal fullero dirá que prefiere el mérito, el esfuerzo, la creación de riqueza... y buenos contactos y contratos públicos. La percepción

El ‘neocón’ muta en gladiador de la libertad: de la suya propia, sobre todo

selectiva es también una cosa muy humana.

En decadencia ya la pedrada verbal que dice podemos proponer un término más del primer tercio del XXI:

Pero qué va, acabo de bichear en internet, y el término ya existía como un sinónimo de contraecon­ómico. Sin embargo, nuestra propuesta alude mucho menos a un anarquista de raza de hoy que a un pepitogril­lo antiestata­l y conspirano­ico a quien todo control público resulta totalitari­o, castrador de la libertad, mano negra de manual. Le daremos más vueltas al neologismo –ya acuñado, pero valga–, pero he visto a allegados que no llegan a fin de mes alzarse en armas internétic­as contra la voluntad del Gobierno –y casi todos los de la UE– de controlar el consumo de energía o agua de cada casa: les escandaliz­a a estos neoliberta­rios que nos reporten en la factura –respetando el anonimato– lo que gastan otras personas o familias comparable­s a ti o a la tuya.

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