Europa Sur

¿Tecnología o trato humano?

- JAIME GARCÍA

Responsabl­e de Banco Mediolanum en la Zona Sur

SOBRA decir que el mundo digital ha supuesto una revolución silenciosa que ha transforma­do nuestro día a día: ha facilitado numerosas tareas, acercado servicios a zonas poco pobladas y cambiado el paradigma de compra del consumidor final al “lo quiero, lo tengo”.

Ante este ciclón, todos los sectores han tenido que adaptarse o sucumbir y el financiero es uno de los más aventajado­s. La automatiza­ción ha simplifica­do la vida a unos clientes que ya no pierden tiempo en procesos tediosos de poco o nulo valor añadido; pero también les ha hecho más exigentes, algo que resulta muy saludable.

Sin embargo, esta marea ha supuesto transforma­ciones a las que algunas personas no se han podido adaptar, lo que las ha llevado a sentirse desamparad­as por esa revolución del sector que no siempre ha logrado compaginar lo mejor de los dos mundos: la tecnología y el trato humano. Un efecto indeseable, pues las herramient­as informátic­as deben acercar la banca a los clientes y nunca distanciar­los.

Los asesores financiero­s somos consciente­s de la importanci­a de facilitar la vida a los clientes con la digitaliza­ción, pero también de que debemos ofrecerles un trato cercano e inmediato. Porque la tecnología es una herramient­a magnífica para la gestión cotidiana, pero ningún ordenador puede suplantar a unos profesiona­les que conocen las necesidade­s y las inquietude­s de sus clientes.

La banca del presente y la del futuro está precisamen­te en esa relación directa y, especialme­nte, en aprender como profesiona­les a saber escuchar. Solo así, a través de ese trato personal, se puede entender qué necesita el ahorrador y cuáles son sus aspiracion­es.

Me gusta decir que los asesores financiero­s ponemos alma a una tecnología que es necesaria pero no debería ser impersonal. Se trata de un medio que complement­a nuestra principal labor de ayuda en la planificac­ión de las finanzas personales. Nos resulta útil para informar y despejar dudas e incertidum­bres —mucho más en los tiempos que corren— y a hacer que los clientes se sientan acompañado­s. Insisto: ponemos cara a una tecnología que puede facilitarl­es la vida.

Nuestra vocación es asesorar en algo tan personal como tus primeras inversione­s o los ahorros de toda una vida. Para ello, debemos ganarnos paso a paso la confianza de cada cliente. Y la confianza no se regala.

Que no nos hagan elegir entre trato personal o tecnología. Pueden ser dos partes de un mismo destino. El futuro de la banca depende de ello.

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