¿Tecnología o trato humano?
Responsable de Banco Mediolanum en la Zona Sur
SOBRA decir que el mundo digital ha supuesto una revolución silenciosa que ha transformado nuestro día a día: ha facilitado numerosas tareas, acercado servicios a zonas poco pobladas y cambiado el paradigma de compra del consumidor final al “lo quiero, lo tengo”.
Ante este ciclón, todos los sectores han tenido que adaptarse o sucumbir y el financiero es uno de los más aventajados. La automatización ha simplificado la vida a unos clientes que ya no pierden tiempo en procesos tediosos de poco o nulo valor añadido; pero también les ha hecho más exigentes, algo que resulta muy saludable.
Sin embargo, esta marea ha supuesto transformaciones a las que algunas personas no se han podido adaptar, lo que las ha llevado a sentirse desamparadas por esa revolución del sector que no siempre ha logrado compaginar lo mejor de los dos mundos: la tecnología y el trato humano. Un efecto indeseable, pues las herramientas informáticas deben acercar la banca a los clientes y nunca distanciarlos.
Los asesores financieros somos conscientes de la importancia de facilitar la vida a los clientes con la digitalización, pero también de que debemos ofrecerles un trato cercano e inmediato. Porque la tecnología es una herramienta magnífica para la gestión cotidiana, pero ningún ordenador puede suplantar a unos profesionales que conocen las necesidades y las inquietudes de sus clientes.
La banca del presente y la del futuro está precisamente en esa relación directa y, especialmente, en aprender como profesionales a saber escuchar. Solo así, a través de ese trato personal, se puede entender qué necesita el ahorrador y cuáles son sus aspiraciones.
Me gusta decir que los asesores financieros ponemos alma a una tecnología que es necesaria pero no debería ser impersonal. Se trata de un medio que complementa nuestra principal labor de ayuda en la planificación de las finanzas personales. Nos resulta útil para informar y despejar dudas e incertidumbres —mucho más en los tiempos que corren— y a hacer que los clientes se sientan acompañados. Insisto: ponemos cara a una tecnología que puede facilitarles la vida.
Nuestra vocación es asesorar en algo tan personal como tus primeras inversiones o los ahorros de toda una vida. Para ello, debemos ganarnos paso a paso la confianza de cada cliente. Y la confianza no se regala.
Que no nos hagan elegir entre trato personal o tecnología. Pueden ser dos partes de un mismo destino. El futuro de la banca depende de ello.