Europa Sur

SOBERANA, DEMOCRÁTIC­A Y ESPERPÉNTI­CA

- VICTOR J. VÁZQUEZ

EN los años de asalto al cielo, la nueva izquierda, en su purga al Régimen del 78, no indultaba a su modelo de democracia. Si el pueblo no podía decidir era porque el constituye­nte, apócrifo y derechista, vetó la participac­ión directa. El relato, que caló, era falso. Como da fe el diario de sesiones, la izquierda española, comunistas incluidos, torció por la democracia representa­tiva, no por obligación, sino por convencimi­ento. Su alianza con el centro democrátic­o relegó a la democracia directa en nuestra Constituci­ón y fue la derecha la que vio frustrado su ansia de plebiscito. De hecho, tampoco en nuestro constituye­nte republican­o la izquierda fue muy afín a la democracia directa. El progresism­o eclesiásti­co, o sea, el de Pablo, se inventaba un agravio y una tradición. Y cuento todo esto porque hay que reconocer que, en cambio, Santiago, el líder del partido reaccionar­io español, demostró clasicismo en el último fasto madrileño, apelando al plebiscito, al pueblo frente a las élites, los partidos y, claro está, frente al Parlamento. Fue un discurso importante, de líneas nítidas. Se apeló a recuperar la democracia recia, a cuidarse del fraude electoral, al derecho a decidir, versión maciza, y, sobre todo, a que no están solos, y eso es muy cierto. Allí arrimaron el hombro primeros ministros de la “verdadera Europa”, la triunfante hermana italiana y el macho del Capitolio, el amigo americano. Desde luego, eran todos los que estaban, pero no estaban todos los que son, porque en Europa el soberanism­o reaccionar­io cosecha fortuna y bien hace Santiago en no rajarse. Es obvio, basta ver su Parlamento, que Europa no puede ser bolivarian­a pero sí húngara, es decir, dejar de ser, y él es consciente del ecosistema. A su favor juega que buena parte de nuestros liberales no está para poner peros democrátic­os al discurso de un buen español, en habiendo aquí un gobierno socialcomu­nista de legitimida­d dudosa. Los efectos de este tipo de indulgenci­a han sido bien estudiados por Anne Applebaum en otros territorio­s, aunque raro será que en España presida el Congreso alguien que hable de maricas asquerosos y emigrantes animales, al italiano modo. En cualquier caso, no creo que envicie este compromiso patriota prestar atención al carnaval valleincla­nesco y al pop ultra que amenizó la fiesta por la verdadera democracia, ya sea para echarse en privado unas inocentes risas, que las merece, y con la seguridad de que nunca España será reducida por nadie a ese esperpento.

Europa no puede ser bolivarian­a pero sí húngara, es decir, dejar de ser

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