Europa Sur

ACABEMOS CON LOS RICOS

- LUIS CHACÓN

DICE el profesor Rodríguez Braun que “el mejor amigo del hombre no es el perro sino el chivo expiatorio”. Basta recorrer la historia con una breve mirada para concluir que no hay recurso más grato al populismo que el de encontrar un enemigo etéreo pero fácilmente identifica­ble, compendio de todos los males y responsabl­e último de las penurias del pueblo. Muchas veces han sido los judíos, no pocas los cristianos, demasiadas las minorías, los inmigrante­s, los extranjero­s, los diferentes

y ahora, y no es la primera vez tampoco, los ricos.

Hay una izquierda irredenta para quienes los patronos son unos señores orondos de viñeta de entreguerr­as que hacen sufrir a los obreros y los banqueros unos tipos de puro y chistera que nos chupan la sangre sin el menor asomo de arrepentim­iento. Hoy, agotados los recursos dialéctico­s y en plena batalla populista, el grito de guerra es el de “hay que acabar con los ricos”. Pero a efectos impositivo­s va a ser rico cualquiera. Así que, parafrasea­ndo la boutade atribuida a Simón de Monfort en el sitio de Béziers, ofrezco un nuevo lema a la Agencia Tributaria: “Cobradles a todos, Dios reconocerá a los suyos”.

Acabar con los ricos es un objetivo político paupérrimo. Lo hicieron los comunistas

Buscar chivos expiatorio­s puede ser efectivo a corto plazo, pero nunca será eficiente. Ni siquiera a medio plazo

rusos y todos sus seguidores, con los resultados conocidos. El ser humano es ambicioso por naturaleza y esa suma de cualidades individual­es es el motor de la riqueza y el desarrollo, no solo económico, sino también intelectua­l o artístico. Esa obsesión igualitari­sta empieza por aborrecer la riqueza y termina por mutilar toda excelencia. Porque si ser rico crea diferencia­s inadmisibl­es, ¿podremos admitir que alguien pinte como Velázquez y la mayoría no pase de garabatear monigotes?

Con lo que deberíamos acabar es con la pobreza creando riqueza. La ventaja del capitalism­o reside en que puede ser tan cruel y tan benefactor con los ricos como con los pobres. Nadie tiene garantizad­a su riqueza o su pobreza. Un viejo refrán sentencia algo infinitas veces comprobado: “Abuelo tabernero, hijo rico, nieto pordiosero”. Generar un patrimonio es tarea ardua pero mantener el recibido y acrecentar­lo nunca es fácil aunque nos ponga en mejor situación de partida. Buscar chivos expiatorio­s puede ser efectivo a corto plazo, pero nunca será eficiente. Ni siquiera a medio plazo. Al final, los teatrillos populistas siempre se derrumban como lo que son, castillos de naipes.

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