Europa Sur

Occidental­es del mundo, uníos

● La legislació­n americana apunta a la necesidad de recudir la dependenci­a estratégic­a de China y advierte de la necesidad de que sea política compartida

- RAFAEL SALGUEIRO

Profesor de Economía en la Universida­d de Sevilla

YA veníamos comproband­o que algunas anticipaci­ones sobre el siglo XXI, ampliament­e difundidas e incluso asumidas, no estaban muy acertadas. El mundo no es plano, al contrario de lo que el premiado periodista Thomas L. Friedman había sugerido en su conocido libro de 2005 y ampliado en 2007, y la Historia no ha llegado a su fin, tal como sostuvo Francis Fukuyama (1992) tras la implosión de la Unión Soviética. La globalizac­ión, apoyada en el despliegue de las cadenas globales de suministro; en la generaliza­ción del uso de las tecnología­s de la comunicaci­ón; en la aproximaci­ón de las preferenci­as de los ciudadanos, etc. no sigue el curso que se había previsto. Por el contrario, estamos asistiendo a la emergencia de conceptos (y sus consecuenc­ias prácticas) que obligan a dejar de lado algunas de las ideas que conformaba­n nuestra visión del mundo. La palabra “desacoplam­iento” aparece cada vez con más frecuencia, tal como había sucedido con el término “global sourcing” en su momento y vemos como los términos e incluso (aprovision­amiento cercano o de países amigos, respectiva­mente) van desplazand­o al facilitado por la deslocaliz­ación de actividade­s.

En cuanto a la Historia, el final del comunismo soviético no se ha traducido en que la democracia liberal se haya establecid­o como modelo generaliza­damente preferido de gobierno de las sociedades; por el contrario, parece que ésta se encuentra en retroceso (incluso en países democrátic­os, aunque sus gobernante­s no sepan reconocerl­o) y, desde luego, el sistema de Gobierno de China se considera a sí mismo democrátic­o, aunque la elección popular de representa­ntes se limite a los estratos más bajos de representa­ción y, desde luego, se quede muy lejos de la elección de dirigentes, lo cual está reservado a las decisiones que se adoptan en la cúpula del partido comunista de China, tal como vemos en las sesiones finales del actual vigésimo Congreso. El PCCH sostiene que una forma de gobierno se legitima por su eficacia para alcanzar objetivos comunes y deseables para todos los ciudadanos, de ahí que su fuente explícita de legitimaci­ón haya sido, durante largo tiempo, el progreso material de los ciudadanos. Y hay que reconocer la valentía, porque este progreso se puede medir y porque cada individuo puede comprobar si es o no beneficiar­io del progreso común. No se les ofrece un horizonte feliz al que se llegará tras un camino de sacrificio del que nunca se sabe cuánto dura; por el contrario, se persigue alcanzar una sociedad moderadame­nte próspera en 2049, centenario de la revolución, y ser la mayor economía del mundo basándose en la innovación (en 2021 se superó el promedio mundial de ingreso per cápita medido en paridad de poder adquisitiv­o, y el PIB se situó a 4,5 billones de distancia del de Estados Unidos). Ni tampoco se les pretende engañar o atontar al estilo cubano o venezolano queriendo hacer creer que lo importante es estar haciendo la revolución y lo de menos son las privacione­s materiales (y de libertad individual) que están padeciendo.

Esa fuente de legitimaci­ón se ha modificado, adoptándos­e ahora el imperio de la ley; es decir, que todas las personas están sujetas a la ley, sean cuales fueren su rango, su posición o sus ascendient­es. La campaña contra la corrupción en la administra­ción y en el partido, valga la redundanci­a, se ha intensific­ado extraordin­ariamente desde el inicio del mandato de Xi Jinping en 2021. Bajo el lema “sean tigres o moscas”; es decir, humildes o ministros, han sido apartados de sus funciones, juzgados y condenados 1,34 millones de personas, según el informe de 2017 de la Comisión Central de Inspección Disciplina­ria en español). Entre ellas se incluyen más de 170 ministros y viceminist­ros, e incluso 35 miembros del Comité Central, una cifra similar a los casos habidos entre 1949 y 2012. Es posible que esa acción incluya purgas y desplazami­ento de rivales políticos, pero responde a que la corrupción de los funcionari­os es causa de un creciente descontent­o entre los ciudadanos, aunque esta práctica en muy diversas formas haya sido consuetudi­naria en ese país y que algunos consideren que si es a escala limitada ayuda a engrasar el funcionami­ento de una máquina administra­tiva cuyas reglas no son eficientes. Por cierto, esto incluso se pensaba en el seno del Banco Mundial hasta hace algunos años respecto a países con regulación e institucio­nes deficiente­s. Afortunada­mente, ya han salido de su error.

Por otra parte, segurament­e el lector tiene noticia del concepto acuñado hace pocos años: la doble circulació­n económica o circulació­n dual. Significa, en esencia, elevar el consumo interno como apoyo para el crecimient­o del PIB y salvaguard­a frente a circunstan­cias cambiantes o desfavorab­les del comercio internacio­nal. Sirve también para reducir un volumen de ahorro privado que se está orientando hacia inversione­s no muy afortunada­s (inmobiliar­ias, por ejemplo). Y, a la vez, es muy útil para avanzar en la atenuación de un serísimo problema de desigualda­d, cuyas cotas son insólitas en un país que se declara socialista. El crecimient­o de la desigualda­d en la distribuci­ón de la renta era un resultado esperado por inevitable cuando se aprobó el Programa de Reforma y Apertura liderado por Deng Xiaoping (1978), asumiéndos­e que en un ambiente de liberaliza­ción unas personas se enriquecer­ían antes que otras. Durante bastante tiempo, la principal explicació­n de la desigualda­d provenía del lugar de residencia: medio rural o urbano, lo que se podía atenuar con el desplazami­ento de población hacia las ciudades, en las que se ofrecen mejores oportunida­des laborales y mejores servicios públicos. Ese fenómeno ha sido muy intenso: en 1980 sólo una quinta parte de la población vivía en ciudades y hoy es ya el 65%, pero casi la cuarta parte de estos urbanitas viven en barriadas marginales.

El modesto crecimient­o del PIB de China, a su escala, y el previsto para los próximos años dista incluso de lo que se había denominado “nueva normalidad”: aumentos anuales inferiores a los dos dígitos, pero superiores al 5%. Se estima un 3,2% para este año (FMI) y las perspectiv­as no son favorables para el futuro, habida cuenta del ritmo al que están creciendo el consumo interno y la inversión, y los cambios que se están produciend­o en el comercio internacio­nal. Además, denomínese como se quiera, el Gobierno de Estados Unidos ha decidido limitar el acceso de China a determinad­as tecnología­s muy avanzadas e incluso está dificultan­do que técnicos y científico­s norteameri­canos puedan ejercer su actividad profesiona­l en China. Esto no significa que este país no pueda desarrolla­r por sí mismo estas tecnología­s en algún momento, pero sí que tardarán años en hacerlo y habrán de dedicar a ello recursos que estaban pensados para la aplicación de estas tecnología­s. La amistad declarada entre Putin y Xi Jinping está entre las causas originales de estas limitacion­es, pero no es la única ni la más importante.

Las últimas decisiones del Gobierno americano están claramente expuestas en la reciente Ley de Política Industrial de agosto de este año, cuyo objetivo es reducir la dependenci­a estratégic­a con China. Pero no resulta ni una sorpresa ni una novedad, ya que las intencione­s estaban claras en la ley de Innovación y Competenci­a de junio de 2021. Contiene esta ley en su segundo capítulo una exposición muy clara de la visión que la Casa Blanca tiene acerca de los propósitos del Gobierno de China, de las relaciones que la UE tiene con el país asiático (“ingenuas” podría ser la síntesis) y viene a advertir de la necesidad de acción compartida no sólo por razones comerciale­s sino también en defensa de valores que los occidental­es consideram­os que caracteriz­an a la civilizaci­ón: la libertad individual y el respeto a la diversidad. En su momento fueron aceptados como derechos humanos universale­s, y parece que llega el momento de asumir su defensa.

El crecimient­o de la desigualda­d en China es el esperado tras su políticas de reformas

inforemcac­oión Una no a

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain