Europa Sur

TEZANOS (O DE LA NEUTRALIDA­D)

- VICTOR J. VÁZQUEZ

EL Gobierno no puede ser neutral. Imponer jurídicame­nte al poder ejecutivo la imparciali­dad ideológica es un imposible democrátic­o. Quien dirige la política lo hace sobre el presupuest­o de que la oferta electoral que presentó a la ciudadanía obtuvo el apoyo suficiente para llevarla a cabo durante un período. Lo normal, por lo tanto, es que esa acción de gobierno responda a un programa ideológico y que guste a algunos y decepcione a otros. No existe, por otro lado, ninguna obligación constituci­onal que exija respetar la supuesta neutralida­d de un determinad­o statu quo, es decir, que imponga la inacción para dejar las cosas como están. Ni ese statu quo es neutral, sino producto también de un determinad­o orden, ni nada puede impedir a un gobierno democrátic­o, dentro los límites legales y constituci­onales, actuar para cambiar una situación que considera mejorable. Se puede criticar la parcialida­d de un determinad­o Gobierno, su partidismo o sectarismo, si se quiere, pero todo esto se mueve dentro del campo de la ética. Es decir, son los electores y no los jueces lo que pueden sancionar dicha falta de neutralida­d.

Sin embargo, que el Gobierno no pueda ser neutral no significa que no exista una obligación de neutralida­d en ciertos ámbitos públicos. Así, si bien se hace política

En el caso del CIS, asistimos a la corrosión de una institució­n pública por su parcialida­d

desde las institucio­nes democrátic­as, esto no significa que se puedan convertir dichas institucio­nes en puras dependenci­as partidista­s. Del mismo modo, existen organismos que, por su naturaleza y por los fines a los que sirven, han de regirse desde una asepsia partidista. Una de ellas, desde luego, es el CIS, un organismo autónomo que tiene como objeto el estudio científico de la sociedad española. Que nace, por lo tanto, al servicio de un saber experto y no de los intereses propios del partido que ejerce la acción de gobierno. A este respecto, resulta grave la reiterada desviación que a favor de las expectativ­as del partido de Gobierno vienen presentand­o sus estudios electorale­s. Como ha señalado Kiko Llaneras, la divergenci­a sería una sorpresa sino fuera una constante que denota, al fin al cabo, la corrosión de una institució­n pública por su parcialida­d. A quien le parezca exagerado este diagnóstic­o, le invito a hacer el experiment­o mental de imaginar al director del CIS, designado por un gobierno conservado­r, utilizando una rueda de prensa para hacer oposición al jefe de la oposición socialista. Porque eso ha sido así.

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