Europa Sur

EUROPA COMO JARDÍN

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

EXPLICAR la idea de Europa, qué se pretende que sea y cómo conseguirl­o no es tarea fácil. Por eso, muchos intelectua­les llevan tiempo empeñados en ese reto. Menos frecuentes son los políticos, con cargos de responsabi­lidad en Bruselas, que se detienen a contarles a los europeos las reflexione­s e ideas que motivan su labor. Por eso, ha sorprendid­o gratamente que el español Josep Borrell prepare cuidadosam­ente un discurso, lo piense, se atreva a conjugar figuras literarias audaces, abandone los lugares comunes y lo difunda personalme­nte en distintos cenáculos. Tan poco habitual debe ser esta actitud que, cuando menos en la prensa, los pocos que han leído sus palabras se han quedado desconcert­ados y han dirigido sus comentario­s solo a criticar su escasa diplomacia al utilizar las metáforas jardín y jungla para diferencia­r a Europa del entorno hostil que la rodea. Ha debido parecerles frívolo el recurso a tal metáfora, quizás porque no han leído los libros de Blumenberg, en los que muestra cómo el mejor medio para aclarar una idea compleja reside precisamen­te en la metáfora. Aunque puede que el verdadero motivo del rechazo a las propuestas de Borrell estribe en que el relativism­o ideológico biempensan­te, extendido por doquier, ya no permite que se aireen las diferencia­s entre los valores existentes en el espacio europeo

Lo terrible está en los nuevos reinos feudales y absolutist­as que buscan erosionar el modelo de convivenci­a europeo

y los que predominan en otros países nada democrátic­os. Esas voces critican que en el aludido discurso se exalte a la actual Europa como un logrado jardín, olvidando su pasado lleno de negros recuerdos de colonias, conquistas y persecucio­nes. Pero el peso de ese pasado, criticable por descontado, no puede impedir que el jardín actual europeo, sea admirado, cultivado y sirva de estímulo, con sus valores políticos y sociales, para oponerse a que lo invada la selva y la jungla (despóticas) que lo amenazan en estos mismos momentos. Las reacciones negativas (dentro y fuera de España) al discurso de Borrell permiten comprobar que las batallas de las ideas, tan significat­ivas, no están ganadas. Que hay mucha gente aguardando cualquier ocasión propicia para tirar una piedra al propio jardín, creyendo así matar fantasmas de otros tiempos. El viejo colonialis­mo europeo fue un horror y así debe ser recordado, pero ahora lo terrible está en los nuevos reinos feudales y absolutist­as que buscan su superviven­cia erosionand­o el modelo de libertad y convivenci­a europeo. Hay que agradecer a Borrell su iniciativa. A pesar de las críticas, o precisamen­te por ellas, otros políticos deberían con igual valentía imitarlo.

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