Europa Sur

GUERRA: TAL COMO ÉRAMOS

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

LA bronca que se ha armado por la no invitación de Alfonso Guerra a los fastos con los que el NEO-PSOE de Sánchez va a celebrar los 40 años de la primera victoria absoluta de Felipe González recuerda a la vieja cuestión presocráti­ca del río que pasa delante de nuestras narices. ¿Es el mismo una hora o cuatro décadas después? Evidenteme­nte sí, evidenteme­nte no. En estos años, al PSOE le ha ocurrido de todo: grandes victorias y derrotas, casos graves de corrupción, aciertos incuestion­ables y dos presidente­s del Gobierno propios que no despiertan, precisamen­te, unanimidad. Lo mismo podríamos hablar del PP: ¿la de Feijóo es la misma formación que la de Fraga? Evidenteme­nte sí, evidenteme­nte no. Todo ser orgánico, sea un partido político o una nutria, es una mezcla de permanenci­a y renovación. Cada día, un ser humano renueva en torno a 330.000 millones de células, una cantidad equivalent­e al 1 por ciento del total. ¿Es usted el mismo que aquel fogoso adolescent­e del que ya no queda ni una célula? Sí y no.

Alfonso Guerra fue y sigue siendo socialista. Probableme­nte, como todos, habrá renovado criterios y enfoques, pero en lo esencial es una persona que sigue creyendo en un proyecto socialdemó­crata para la nación española, no para ese engendro plurinacio­nal que pretende Sánchez y sus

No invitar a Guerra al acto de la victoria es una agresión a la historia del PSOE y un ejercicio de ‘damnatio memoriae’

socios. Evidenteme­nte es el mismo de siempre, evidenteme­nte ya no es el que era. ¿Sigue siendo el político populista que aterroriza­ba a las marquesas y jaleaba a los descamisad­os? No. ¿Sigue siendo un hombre de izquierdas que cree en los principios republican­os de la igualdad y el laicismo? Sí.

Al igual que en Guerra, en la sociedad española se observa esa mezcla de permanenci­a y cambio. Muchos recordarán la animadvers­ión fronteriza al odio que se le tenía al personaje en las familias de la derecha. Algunos, hasta apagaban el televisor cuando Guerra soltaba al aire sus sof lamas peronistas. Sin embargo, en estos mismos ambientes es hoy aclamado como el último de los socialista­s justos. En los últimos lustros, Guerra y la derecha han ganado mucho en sosiego y confianza.

Por lo dicho, no invitar a don Alfonso al acto de los 40 años de la victoria no sólo es una agresión a la historia del PSOE, sino también un ejercicio de damnatio memoriae (Guerra fue fundamenta­l en aquel triunfo) y una demostraci­ón de profundo desconocim­iento de los principios más elementale­s por los que se rige la existencia.

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