Europa Sur

Tipos de interés

● Si la inflación se mantiene elevada y muy superior al interés nominal desaparece­rá el crédito y sus consecuenc­ias para la economía serían peores

- JOAQUÍN AURIOLES

Afinales de julio el tipo de interés al que el BCE prestaba dinero a los bancos subió de 0 a 0,5%. En septiembre volvió a subir hasta 1,25 y ahora, a finales de octubre, vuele a hacerlo hasta el 2%. Habrá más subidas en los próximos meses porque el objetivo central de la política monetaria del BCE es la estabilida­d de los precios, lo que significa que a los problemas que ya tenemos para llegar a fin de mes habrá que añadir la especialme­nte pesada carga del aumento del coste de las hipotecas y el de los préstamos en general, es decir, el precio de cualquier bien o servicio comprado a plazos.

El problema es que los precios no paran de crecer. Comenzaron a hacerlo a principios de 2021, cuando la inflación anual en la Eurozona (porcentaje de variación en los últimos doce meses) era todavía negativa (-0,3% en diciembre de 2020). Hace justamente un año había subido hasta el 4,9% y cuando Rusia iniciaba la invasión de Ucrania, en febrero, ya alcanzaba el 5,9%. El pasado mes de septiembre llegó hasta el 9,9%, pero en las repúblicas bálticas fronteriza­s con Rusia superaron con creces el 20% y en el centro de Europa no bajaron del 10%. En España (8,9), Italia (8,9) y Portugal (9,3) fue algo menos, aunque Francia consiguió mantenerse en 5,6%, lo que indica que la distancia al conflicto bélico es un importante factor de protección contra la inflación, especialme­nte contra la parte provocada por la ruptura de relaciones económicas con Rusia.

Los datos apuntados son una resumida instantáne­a de la complejida­d de la situación que vivimos y de las oscuras expectativ­as a corto plazo, en las que, sin duda, influyen las futuras subidas de tipos de interés. La buena noticia es que las previsione­s de inf lación, basadas en precios negociados en mercados a futuro, siguen siendo favorables, lo que permitiría pensar en que las restriccio­nes monetarias se relajarían, si los precios apuntan señales de regresar al entorno del objetivo de inf lación del BCE (2%). Las malas noticias son dos. Por un lado, la desconfian­za en las previsione­s, debido al alto grado de incertidum­bre en que nos movemos, que dificulta la formación de expectativ­as, incentiva la prudencia y el aplazamien­to de las decisiones arriesgada­s y, por lo tanto, la inversión. Por otro lado, el estrecho margen de maniobra de las políticas nacionales para proteger sus economías de las influencia­s externas que, en el caso europeo, son particular­mente adversas.

Este es el contexto en el que el manejo de los tipos de interés por parte del BCE se ha convertido en pieza central de la política económica y que lleva al ciudadano a preguntars­e sobre lo acertado de estas medidas. Puede que no sean consciente­s del todo, pero tienen razones para hacerlo. Tanto la presidenta del BCE como el gobernador del Banco de España y otros expertos monetarios atribuyen una parte del problema de inflación que sufre Europa a la demanda, pero reconocen que, al menos dos terceras partes, se deben a problemas localizado­s en el lado de la oferta. En otras palabras, que la inflación que padecemos no se debe tanto al sobre calentamie­nto caracterís­tico de la economía durante la fase alcista del ciclo por crecimient­o excesivo de la demanda, como al encarecimi­ento de las materias primas (energética­s y no energética­s) y a los desajustes en las cadenas de suministro­s, después de la reapertura del comercio internacio­nal tras la pandemia.

Los tipos de interés se relacionan negativame­nte con el consumo y la inversión, es decir, que, si la economía está sobrecalen­tada, la subida de tipos provoca el descenso del consumo y la inversión y acabará enfriándos­e y eliminando la tensión sobre los precios. La paradójico de la situación está en que la inflación que padecemos no parece originada, al menos en su mayor parte, por un nivel excesivo de la demanda, sino más bien por limitacion­es en la capacidad de la oferta para atenderla en condicione­s similares a las de hace un año.

Pero si no estamos ante un crecimient­o desorbitad­o de la demanda, sino frente a un problema de incapacida­d de las empresas para atenderla, entonces la subida de tipos de interés, cuyo objetivo es enfriar la economía no parece una solución muy adecuada. Por el contrario, ante las tensiones observadas en la oferta, la subida de tipos más bien parece una medida contraprod­ucente para las empresas, que ya acumulan bastantes problemas como para que ahora, además, se disparen sus costes financiero­s. Entonces, ¿por qué el empeño del BCE en mantener la escalada de tipos en los próximos meses?

La explicació­n está en el profundo desequilib­rio que se produce en el mercado financiero cuando la inflación es elevada y los tipos de interés reducidos y las oscuras perspectiv­as que se abren al conjunto de la economía si no se corrige. Recurramos a un ejemplo para explicarlo. Si hoy me devuelven los 1.000 euros que presté a un amigo hace un año y la inflación durante este tiempo ha sido de un 10%, con el dinero que reciba no podré adquirir la misma cantidad de bienes que cuando los presté. Lo razonable, por tanto, es que mi amigo me devuelva 1.100 euros. La diferencia, 100 euros, es el interés nominal y explica por qué la inflación y los tipos de interés deben mantener una evolución paralela. Si no es así no volveré a prestar dinero a mi amigo y lo mismo ocurrirá con todos los prestamist­as.

Si la inf lación se mantiene elevada y los tipos de interés reducidos desaparece­rá el crédito y sus consecuenc­ias para el conjunto

Alimentar la distancia entre demanda y oferta se traduciría en presión añadida a los precios

El BCE busca acabar primero con la escalada de precios y poder enfrentar una recesión

de la economía serían todavía peores. Se estaría alimentand­o una distancia creciente entre la demanda y la oferta que se traduciría en presión añadida sobre los precios. Estancamie­nto de la producción e inflación son las dos caras del doloroso episodio de “estanflaci­ón” que padecimos con la crisis de los 70 y de la que tanto costó salir. Entendamos así la actitud del BCE. Acabar con la escalada de precios es preceptivo, no solo para el bienestar de las familias, sino también para que el tipo de interés pueda volver a ser reducido y así estimular el consumo, la inversión y el empleo. Esperemos que estén en lo cierto.

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