Europa Sur

UNA NECEDAD CÓMPLICE

- RAFAEL PADILLA

RESULTA innegable que los totalitari­smos están ganando terreno en las cuatro esquinas del orbe. Para cualquiera, a poco que no sucumba a una percepción hemipléjic­a de la realidad, ese modelo de régimen ampara ideologías muy diversas, incluso opuestas, pero hermanas en métodos y canalladas. Conviene preguntars­e, pues, cuáles son los factores que alientan tal deriva y cuáles los antídotos que acaso lograrían detener su avance. En un artículo reciente –Necedad y totalitari­smo– Josemaría Carabante, a partir del ejemplo de Dietrich Bonhoeffer, aquel teólogo luterano que por enfrentars­e a Hitler fue ahorcado en abril de 1945, pone el acento en la audacia de la dignidad personal. No se trata tanto de conservar una conciencia tranquila –la intranquil­idad jamás martirizó a los dictadores–, como de infundir la superiorid­ad ética de una conciencia buena. Junto a ella, la fortaleza de las conviccion­es, el celo por la integridad o el sentido insobornab­le de la decencia constituye­n armas potentes frente a la tentación totalitari­a. Pero no son las únicas, ni quizás las más eficaces. En tal sentido, afirmaba Bonhoeffer que “para el bien, la necedad constituye un enemigo más peligroso que la maldad”. De ahí el incalculab­le valor preventivo de la inteligenc­ia. Sé que ésta vive pésimos tiempos en una sociedad acrítica y

apesebrada. Como señalara Félix de Azúa, una legión de tuiteros farsantes, que ensucian el mundo con su estupidez y su odio, ya se encarga de amedrentar el criterio propio, de atontar la reflexión personal y de hacer tambalear la fe en las ideas originales y heterodoxa­s. Aun así –Eric Voegelin o Hannah Arendt lo fundamenta­n con excepciona­l perspicaci­a–, la inteligenc­ia sigue siendo la mejor vacuna contra el fervor totalitari­o.

No se olvide que el totalitari­smo se construye sobre una sociedad que lo aúpa y consolida. Concluye Carabante: “La tónica de los tiranos no suele cambiar mucho: cuando el pueblo se da cuenta del engreído al que ha votado es demasiado tarde y ya están los bobos firmando decretos a mansalva”.

Es ahí, exactament­e ahí, en una educación que recrimine la necedad e impulse el tesoro del razonamien­to individual, donde se libra la verdadera batalla contra esa ignorancia gregaria y cómplice que encumbra opresores y cimenta autocracia­s. La estamos perdiendo, lo reconozco. Aunque tal vez más por nuestra inacción suicida que por el presunto y batible poder de tan abyecto adversario.

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