BALÓN DE ORO
KARIM Benzema ha sido galardonado (¡por fin!) con el Balón de Oro, el premio con el que la revista especializada France Football distingue al mejor futbolista del año. Desde que, con apenas 18 años, debutó en el Olympique de Lyon, se evidenciaron sus extraordinarias cualidades para triunfar en el fútbol y pronto, el Madrid se fijó en él como la pieza ideal para completar el histórico tridente conocido como la “BBC” (Bale, Benzema y Cristiano). Aunque ejercía de elemento vertebrador del trío, su figura siempre estuvo a la sombra de sus dos compañeros quizá porque Karim –tímido y retraído– prefería que fueran ellos el objeto de deseo de la afición y los medios informativos.
Sin embargo, una vez se deshizo tan exitosa “sociedad”, el francés quedó como único referente ofensivo y, entonces, hasta sus detractores tuvieron que reconocer su extraordinaria calidad como futbolista. Aun habiéndose dejado llevar en su juventud por las veleidades propias de los deportistas en los que concurre la “tormenta perfecta” de unos sueldos desorbitados, una escasa preparación intelectual y una fama equiparable a la de estrellas de cine (garajes repletos de ostentosos coches deportivos, un tropel de chicas encantadas de satisfacer sus más nimios deseos, relojes de lujo de precios imposibles…), Benzema fue poco a poco madurando hasta llegar en las últimas temporadas a entregarse a su profesión con espíritu espartano.
El Balón de Oro ha premiado su esfuerzo y, de paso, le ha traído aparejada la exposición mediática a la que era tan reacio. Entre sus comentarios destaca una definición de lo que es el fútbol tan simple como certera: “El fútbol es un trabajo… de niños”, dice Benzema dando a entender que este deporte que tantas pasiones levanta es solo un divertimento que no requiere de esfuerzo alguno en razón de que sus privilegiados practicantes lo son porque nacieron con las condiciones naturales (fuerza, coordinación neuromuscular, reflejos, visión periférica…) para destacar entre los muchos tuercebotas que alguna vez soñamos con llegar a ser –en mi caso– Manolo Velázquez o Beckenbauer. En la misma línea están la definición (un tanto empalagosa) de Valdano: “El fútbol es la más importante de las cosas menos importantes” y la desalentadora opinión de Borges: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”. De alguna manera el éxito del fútbol es la prueba de la vigencia de la expresión “pan y circo” que creó Juvenal a finales del siglo I. Así, aceptamos sin reparo que mientras patear (bien) un balón posibilita una vida de marajá, los científicos e investigadores de los que tanto nos acordamos en los momentos difíciles, no ganen ni para llegar a fin de mes.