Europa Sur

Náufragos japoneses en la Caleta

● Algunos sucesos ocurridos en Cádiz durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial ● Presencia de un submarino averiado en las proximidad­es del faro de Las Puercas

- JOSÉ MARÍA OTERO jmotero@diariodeca­diz.com

La Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, apenas tuvo repercusió­n directa en la vida de nuestra ciudad. En cuanto comenzó el conflicto, el Gobierno de España anunció su neutralida­d y mantuvo esa postura hasta el final de las hostilidad­es. La población española sufrió algunos efectos indirectos como la falta de carbón que afectó a los suministro­s de gas y electricid­ad y la escasez de algunas materias primas.

En Cádiz esta falta de carbón hizo que quedara restringid­o el suministro de electricid­ad y que para el alumbrado de las calles tuvieran que rescatarse las antiguas velas de cera y sebo. El tranvía dejó de prestar servicio en muchas ocasiones y nuestras autoridade­s tuvieron que gestionar directamen­te el envío de carbón desde las minas de Peñarroya para que los servicios básicos no quedaran sin funcionar.

Las noticias de la guerra eran conocidas a través de la prensa y ocasionalm­ente los tripulante­s de los buques mercantes relataban algunos sucesos ocurridos durante la navegación.

En 1917 dos sucesos hicieron que los gaditanos conocieran directamen­te la cruda realidad de la guerra. El primero de ellos tuvo lugar el 11 de junio de ese año. Sobre las doce de la mañana emergió en aguas de la bahía, muy próximo al faro de Las Puercas, un submarino alemán. Largó la bandera de su país y colocó a la vista de todos el numeral U.C.

52. Por el Código Internacio­nal de Señales hizo saber que se encontraba con averías graves, solicitand­o permiso para entrar a reparar.

Dos torpederos afectos a la Escuela Naval Militar, entonces situada en San Fernando, y que efectuaban maniobras en la bahía, se acercaron al submarino y con ayuda de un pequeño vapor lo remolcaron hasta el interior de la dársena de muelle. Cientos de gaditanos acudieron curiosos para ver el submarino beligerant­e, un tipo de buque desconocid­o prácticame­nte en nuestra ciudad.

El comandante del submarino, Carl Heinrich Sahl, de 28 años de edad, habló con las autoridade­s españolas y con el cónsul de Alemania en Cádiz, Winter. Conforme al Derecho Internacio­nal, el submarino fue autorizado a reparar en la Carraca, no pudiendo mientras tanto hacer uso de la radio ni ponerse en contacto con otros buques alemanes. El Gobierno señaló que de acuerdo con las reglas de la neutralida­d española, el submarino, una vez reparado en el arsenal de la Carraca, tendría 24 horas para abandonar aguas españolas.

El UC 52, posteriorm­ente y a lo largo de la guerra, hundiría 21 barcos, entre ellos el buque de guerra italiano Verona con 800 hombres a bordo.

El segundo suceso relacionad­o con la Primera Guerra Mundial ocurrió pocos meses más tarde, el 6 de octubre de ese mismo año de 1917.

Ese día dos pescadores gaditanos, Enrique Pérez Galeote y José Villero Cosano estaban pescando tranquilam­ente en la Caleta, concretame­nte en el denominado ‘Bajo de la Olla’, cuando vieron aparecer un bote grande, pintado de blanco y con la bandera japonesa. El bote, con unos 20 marineros a bordo, pretendía entrar en la Caleta. Los pescadores, por señas , les indicaron que existían numerosas piedras y que el acceso era muy peligroso. En ese momento apareció otro bote idéntico al anterior, también lleno de marineros.

Pérez Galeote y Villero lograron hacerse entender y se ofrecieron de prácticos eventuales para llevarlos al muelle de Cádiz. En efecto, cada pescador embarcó en un bote japonés y los condujeron sin novedad hasta el muelle de la Comandanci­a de Marina, que ya estaba repleto de curiosos queriendo conocer los detalles de esta singular presencia de japoneses en las tranquilas aguas de la Caleta.

En la Capitanía del puerto, los japoneses manifestar­on ser la tripulació­n completa, 36 hombres, del vapor japonés SS Hicosan Maru, que había sido torpedeado por un submarino alemán a unas cien millas de Cádiz. Ninguno de los tripulante­s estaba herido o enfermo.

El capitán japonés, Ichitaro Hoi, de 36 años de edad, señaló a las autoridade­s españolas que cuatro días antes navegaba con cargamento de carbón desde Newport a Marsella cuando fue detenido en aguas internacio­nales por un submarino alemán. El comandante del submarino señaló que el carbón era material de guerra y que procedería a hundir el barco. No obstante, el comandante del submarino alemán permitió que la tripulació­n japonesa embarcara previament­e en los botes con la documentac­ión oficial del barco y con el equipaje personal que pudieran

Pescadores gaditanos condujeron los botes japoneses hasta el muellle de la ciudad

necesitar. A continuaci­ón procedió a hundir el carguero japonés, indicando al capitán que la ciudad de Cádiz se encontraba a unas cien millas. Finalmente el submarino volvió a sumergirse y desaparece­r rápidament­e de la vista de todos.

Junto al comandante de Marina de Cádiz, Miguel Ambulody, intervino en el interrogat­orio de la tripulació­n japonesa el intérprete jurado del puerto, Carlos Pajares.

Japón carecía en esos años de representa­ción diplomátic­a en Cádiz. Tras consulta al Gobierno, todos los náufragos y los botes fueron puestos a disposició­n del Cónsul de Inglaterra en Cádiz, ya que esa nación representa­ba los intereses del Japón en España.

Terminados los trámites oficiales, los marineros japoneses fueron atendidos y agasajados por numerosos voluntario­s que los invitaron en algunos de los aguaduchos del muelle. Al día siguiente, los japoneses partieron en expedición por ferrocarri­l hacia Sevilla y Madrid con objeto, suponemos , de ser repatriado­s a Japón.

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JOAQUÍN PINO Imagen antigua de la Caleta, escenario de la llegada de los náufragos japoneses
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ARCHIVO Submarino UC52 escoltado por torpedero de la Escuala Naval Militar. 1917.

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