Europa Sur

NO PARECER DE DERECHAS

- MARTÍN DOMINGO

UNO. Tiene dicho Savater que en España ser de derechas o de izquierdas es optativo, pero no parecer de derechas es obligatori­o. Feijóo –como antes Rajoy o Gallardón– es el ejemplo vivo de que a un político conservado­r lo que más le pone es que le den una palmadita en el hombro los editoriali­stas orgánicos. El halago será envenenado y pasajero, pero esa erección ya no se la quita nadie. Pobre Alberto, con lo que él daría por un artículo elogioso en El País o el diario digital de Nacho Escolar, y no hay manera.

Dos. Para lograrlo, estaba dispuesto a entregar el Constituci­onal a Condepumpi­do, a dejarse engañar por Ortuzar, a tragarse el sapo partero de la reducción de la pena del delito de sedición. Pero alguien le enseñó una encuesta. Y se enteró –oh, sorpresa– de que los electores del PP no estaban por la labor. Su gozo en un pozo. “Carallo, Maroto, no pensaba que nuestros votantes fueran tan fachas”. “No lo sabes tú bien, jefe”.

Para el progrerío toda derecha es ultraderec­ha, igual que todo católico es ultracatól­ico

Tres. La encuesta y, al parecer, la voz autorizada de Isabel Díaz Ayuso, que sí conoce a sus votantes y, además, los respeta. “Presidente, es una barbaridad pactar con un tipo que no le dice la verdad ni al médico, que negocia por la mañana con nosotros y por la tarde con Junqueras”, dicen que le dijo. O parecido. Y Feijóo, que sorayeaba, acabó por rectificar, dejándose en el polvo del camino retazos de su liderazgo.

Cuatro. Hace unos meses invité a Cayetana Alvarez de Toledo a presentar su último libro en Mauerfest; su partner de aquella velada, el periodista Ignacio Camacho, le preguntó por el líder del partido, elegido poco antes: “Es una impresión personal, pero, conociéndo­te un poco, intuyo que te va a acabar decepciona­ndo”. “¿Sí? Tú es que eres muy pesimista; yo, en cambio, soy una optimista”, respondió con una sonrisa pícara. El público, que había entendido, rio también.

Cinco. Para el progrerío toda derecha es ultraderec­ha, igual que todo católico es ultracatól­ico. ¡La que le liaron a la pobre Tamara por pactar con el novio que le salió rana la misa dominical! ¡Ellos, que se ufanan de ser yonquis de los acuerdos! Es el famoso tablero inclinado, del que también habló Cayetana en aquella noche de viento y calima: en él, la izquierda siempre ocupa la parte de arriba. Y no parece Feijóo el más indicado para hacer que las cosas empiecen a cambiar.

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