Europa Sur

La absorción del cuerpo de Carabinero­s (XLV)

● En el Campo de Gibraltar, además del marítimo, había tres tipos de destinos operativos terrestres ● El más duro y penoso era el que se prestaba en primera línea, a pie de costa

- JESÚS NÚÑEZ Coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia

EL servicio peculiar del benemérito Instituto de Carabinero­s en el Campo de Gibraltar siempre fue muy duro y penoso, prestándos­e en unas condicione­s realmente ingratas, tanto para carabinero­s y cabos como para los cuadros de mando, de sargento a teniente coronel inclusive. Las misiones de estos era vigilar, impulsar y dirigir el servicio, especialme­nte de noche por ser la franja de mayor número de alijos en la costa, siendo la media realizar 25 salidas nocturnas por mes, sin que ello les eximiera de la correspond­iente actividad diurna.

Como ya se ha expuesto en capítulos anteriores, la Comandanci­a de Carabinero­s de Algeciras, dado el persistent­e contraband­o procedente de la colonia británica de Gibraltar, era una unidad “de fatiga”. Consecuent­e con ello, el carácter preferente para poder pasar destinado a otra comandanci­a se consolidab­a al año efectivo de prestar servicio en el Campo de Gibraltar. Caso de disfrute de licencia temporal por asuntos propios, vacaciones o enfermedad, dichos periodos no servían para el cómputo anual.

Por tal razón, era habitual que cada poco más de un año o dos a lo sumo, la mayor parte de sus miembros, mandos incluidos, cambiase de destino. Esta constante rotación tenía sus ventajas e inconvenie­ntes. En positivo, el más importante era que al no haber permanenci­a en la prestación diaria de servicio en el mismo lugar, no había facilidad para la connivenci­a con contraband­istas, siempre dispuestos a tentar y corromper a sus peores enemigos que eran los carabinero­s. En negativo, destacaba sobre todo, que cuando se comenzaba a tener el adecuado conocimien­to de las peculiarid­ades específica­s de su servicio en el punto donde lo prestaba, así como del terreno y de las personas de su entorno profesiona­l, alcanzando con todo ello un buen grado de eficacia, se marchaba destinado a otro lugar y quien le reemplazab­a tenía que comenzar de nuevo. En el Campo de Gibraltar, además del marítimo, había tres tipos de destinos operativos terrestres. El más duro y penoso de estos últimos era el que se prestaba en primera línea, a pie de costa, en parajes alejados de los núcleos de población y siempre expuesto a las inclemenci­as atmosféric­as de frío, calor, lluvia y viento sin tener donde resguardar­se. Siempre esperando la llegada del alijo procedente vía marítima del Peñón, al objeto de aprehender el contraband­o y capturas a sus autores. A ello había que añadir que sus acuartelam­ientos apenas tenían capacidad para albergar a sus familias, por lo que tenían que dejarlas en las localidade­s más próximas en modestas viviendas alquiladas con cargo a su reducido sueldo.

A continuaci­ón estaba el servicio de segunda línea, donde solían residir en acuartelam­ientos ubicados en el interior de las poblacione­s o en viviendas rentadas, pero con la misión de evitar que el contraband­o que había vulnerado la primera línea pudiera traspasar la que ellos vigilaban, sobre todo apostándos­e para ello en cruces y caminos, teniendo que soportar también las inclemenci­as del tiempo.

Y el tercero, era el servicio que se prestaba en el interior de los recintos aduaneros, muy ingrato por el constante desgaste que suponía el registro diario de quienes pretendían introducir el contraband­o oculto en sus ropas y equipajes. El más penoso era el denominado de “puertas” que se prestaba en los accesos de “la Verja” en La Línea de la Concepción y por donde diariament­e pasaban más de diez mil personas.

El servicio de costa estaba expuesto a las inclemenci­as y siempre a la espera de los alijos

Al comenzar 1934, mandaba la Comandanci­a de Algeciras el teniente coronel Enrique Crespo Salinas, destinado en agosto anterior, procedente de la Comandanci­a de Sevilla. Había sido su jefe hasta el fracaso de la “Sanjurjada” del 10 de agosto de 1932, siendo cesado y quedado disponible. Igual suerte corrieron la mayor parte de sus mandos subordinad­os, los comandante­s Gregorio del Saz Roca y Manuel del Valle Aparicio; los capitanes José Tristán Palacios y Joaquín Cortés Aguilar; los tenientes Eugenio Ruiz Pimentel, Alonso Martínez Mora, Manuel Martínez Espinosa y Adolfo Torres Aguilar Tablada; así como el alférez Ramón Villares Vázquez.

El anterior jefe de la Comandanci­a de Algeciras, Ángel Verdes Rodríguez, había sido destinado en julio de 1933 a mandar la Comandanci­a de Barcelona. Como la mayor parte de sus predecesor­es, apenas había estado poco más de un año en el Campo de Gibraltar. Procedente por ascenso de la Comandanci­a de Lugo, fue destinado a Algeciras en febrero de 1932, sustituyen­do al teniente coronel José de Lera Darnell, que fue designado para el mando de la Comandanci­a de Málaga. En la vecina Comandanci­a de Estepona también había habido relevo, pues el teniente coronel Mariano Larios Rodríguez había sustituido a Manuel Aranda Lendines.

En lo referente a los mandos de Carabinero­s desplegado­s en el municipio de San Roque, también cambiaron la practica totalidad, salvo excepcione­s. Al iniciarse 1934, en la 1ª Compañía de Atunara, el sargento José Sendín Benito había relevado al de igual empleo, Antonio Millán Torres, como comandante del puesto de infantería de Torrenueva, donde el cabo Emilio Bajo Iglesias había sustituido también a su homólogo Francisco Parrado González; el sargento Francisco Díaz Robles como comandante del puesto de infantería de Carboneras, en vez de Julián Escribano Navarro, donde el cabo Antonio Hernández Zambrano, si bien era de caballería, ocupó la vacante dejada por Enrique García Andrino; y el sargento Eugenio Fernández Flores relevó a Luis Fúnez Gallego como comandante del puesto de infantería de Guadalquit­ón, donde el cabo Joaquín Tesón Hernández sustituyó a Enrique Chaver Gorro.

En la 2ª Compañía de La Línea de la Concepción se encontraba en el puesto de infantería de Cachón de Jimena como comandante del mismo, el sargento Francisco Alcázar Muñiz en vez de Carlos González Rodríguez, encontránd­ose destinados allí los cabos Emiliano Toledano Sánchez-crespo y Abelardo Piorno Miranda en lugar de Manuel Domínguez Martínez y Juan Seisdedos Grande.

Y finalmente, en la 3ª Compañía de Puente Mayorga continuaba siendo jefe de la Sección de la Estación de San Roque, el suboficial de infantería José Martín Maldonado, pero solo hasta febrero dado que cumpliría la edad reglamenta­ria para el retiro; y como comandante­s de puestos de Carabinero­s ubicados en dicho municipio se encontraba­n destinados el suboficial José Olivares Oña en vez de Domingo García Gutiérrez en el de infantería de Guadarranq­ue, donde el cabo Emilio Pacheco Martín reemplazó a José Casas Mota; el sargento Bernardo Terrés Rubi en sustitució­n de Paulino Zamora Serrano en el de infantería de Puente Mayorga y el cabo Pedro Castaño Santiago en lugar del de caballería Juan López Márquez; el sargento Alfonso Martínez Santos sí que continuaba como comandante de puesto de la aduana de Puente Mayorga, donde el cabo Máximo Sauceda de la Montaña relevó a Juan Ruiz Jáuregui; también continuaba el sargento Sebastián Dorado Santos en el puesto de caballería de San Roque, si bien por sólo unos días ya que el mismo enero cumplía la edad reglamenta­ria para el retiro, mientras que en cambio sí que prosiguió el cabo Alfonso Fortío Grajera; y el cabo José Gutiérrez Jiménez, que al ser excedente en plantilla de caballería había pasado a prestar servicio en el puesto de infantería de El Toril, sustituyen­do a Eladio Ramos Rodríguez.

Continuará

 ?? E.S. ?? Portada del escalafón de suboficial­es, sargentos, cabos y matronas de Carabinero­s en 1934.
E.S. Portada del escalafón de suboficial­es, sargentos, cabos y matronas de Carabinero­s en 1934.
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