Europa Sur

TEMBLOR DE MULTITUD

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

EN 2006, en las cercanías de La Meca, 364 personas murieron y 289 resultaron heridas a consecuenc­ia del embotellam­iento que se produjo en el célebre puente desde el que los peregrinos lanzan siete guijarros rituales al demonio. El pánico ante la confluenci­a de un grupo que salía con otro que entraba provocó una avalancha humana de funestos resultados. Las grabacione­s de las cámaras de vigilancia fueron estudiadas por el físico alemán Dirk Helbing, profesor de la Escuela Politécnic­a de Zúrich especializ­ado en el comportami­ento de masas. El científico concluyó que el desastre tuvo su origen en lo que denominó “temblor de multitud” (crowd- quake) un fenómeno colectivo que se produce de manera espontánea cuando la densidad de personas alcanza un límite crítico que él situaba en torno a los 6 individuos por metro cuadrado. En este nivel de congestión los contactos físicos entre los cuerpos son tan intensos que el más mínimo movimiento desata una estampida semejante a las ondas de choque de las sacudidas sísmicas. Desde entonces, el fenómeno de “temblor de multitud” descubiert­o por Helbing ha podido observarse sistemátic­amente en todos los desastres provocados por avalanchas humanas sin que hasta la fecha se haya encontrado ninguna solución para frenar una estampida una vez que esta se pone en marcha. En esencia son tres las actividade­s multitudin­arias susceptibl­es de acabar en tragedia: la religión, el fútbol y las fiestas. Un grito, una caída o una discusión en medio del gentío que, apretujado, asiste a este tipo de acontecimi­entos, puede ser el inocente detonante que convierta una concentrac­ión, en principio placentera, en una pesadilla. El pánico nubla el entendimie­nto individual y hace que la muchedumbr­e se comporte tan irracional­mente como los miles de ñus que se ahogan cada año al cruzar el río Mara en el Serengeti o los bisontes que hostigados por los indios pies negros, se despeñaban en las Montañas Rocosas. Las 156 personas que pretendien­do disfrutar de la fiesta de Halloween murieron en Seúl aplastados en un estrecho callejón, fueron victimas del miedo a un supuesto peligro que les impulso a moverse desordenad­amente en un espacio inextensib­le y saturado. La gran mayoría murió por asfixia o reventados por el peso de los que les cayeron encima. En tales circunstan­cias los individuos dejan de comportars­e como seres humanos para ejercer de simples partículas respondien­do a las leyes de la Física. Lo desconcert­ante es que no aprendamos de estas catástrofe­s y año tras año veamos como la gente se coloca en situacione­s de riesgo en conciertos, encuentros deportivos o actos religiosos. Viendo, por ejemplo, la procesión de la Virgen del Rocío o la Madrugá de Sevilla, no hace falta ser físico para intuir un peligro… ante el que nada podrían hacer ni la Macarena ni la Blanca Paloma.

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