Europa Sur

TRAICIONAR AL ESTADO

- RAFAEL RODRÍGUEZ PRIETO Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universida­d Pablo de Olavide

TODOS recuerdan a Leónidas, el rey espartano que se enfrentó heroicamen­te a los persas en las Termópilas. Pero, probableme­nte, pocos conozcan a Efialtes, quien ofreció a los persas una ruta alternativ­a que terminó por hacer imposible cualquier resistenci­a al invasor. Ignoramos si el traidor Efialtes se había labrado una fama de buen espartano, pero como dice Javier Cercas, en su libro Soldados de Salamina, “a menudo el énfasis en la lealtad delata al traidor”.

Tenemos ministros en este Gobierno que no pierden oportunida­d de jactarse de su sentido de Estado o de su inquebrant­able respeto a ley. Llama la atención que sean parte del mismo Consejo de Ministros que pretende realizar una reforma

de la sedición con el fin de favorecer a los que se alzaron contra la Constituci­ón. Son del mismo Gobierno que permite que no se cumpla la sentencia del 25% de castellano, que ha indultado a los golpistas del 1-O y que trasladan sin pudor, y para escarnio de las víctimas –muchas de ellas militares–, a terrorista­s sin arrepentir para que la Administra­ción autonómica suavice su régimen. Esta grosera relativiza­ción de la ley no solo provoca un profundo desafecto en los ciudadanos, sino debilita mortalment­e al Estado, a la espera de un Tribunal Constituci­onal a la medida de los aliados del Gobierno.

La tramitació­n de los Presupuest­os Generales del Estado ha dejado de ser una oportunida­d para que los diferentes grupos políticos contribuya­n a mejorar la vida de la ciudadanía. Ya ni tan siquiera se trata de un mercadeo donde se intercambi­an dádivas territoria­les, en función de los votos, o se usan las leyes de acompañami­ento para algún apaño. Estamos en otro nivel. Ahora es la vía por la que aprobar normas que nada tienen que ver con el debate presupuest­ario y que desarman al Estado y lo hace desaparece­r de la vida diaria de los ciudadanos. El objetivo primario del nacionalis­mo no es obtener mayores cuotas de autogobier­no, sino más bien la destrucció­n del Estado o su conversión en un elemento residual que termine por disolverse. El fin principal no es competir internacio­nalmente. La idea es enfrentars­e a España. Y si hay movida, mejor que mejor. Hasta este punto hemos llegado. El PSOE y el PP han sido sus aliados en esta deriva, de la que Sánchez es tan solo su muestra más grosera.

¿Qué se puede esperar de personas que reivindica­ban, con razón, un cálculo del cupo vasco y navarro más acorde con la realidad y hoy son capaces de comparar los Pactos de la Moncloa con las cesiones a grupos en abierta hostilidad contra su propio Estado? Hace tan solo unos años, la ex consejera de Hacienda de Andalucía tenía una opinión muy diferente del cupo y su cálculo. Hoy comparte el enfoque reaccionar­io de esta falsa izquierda que favorece a los ricos y a determinad­os territorio­s, en vez de repartir en función de la renta y de las necesidade­s de las personas, sin importar en qué parte de España vivan. La clase sometida a la identidad.

El PP, el mismo que está deseando pactar con los que solicitan un poder judicial propio y que no se aplique la constituci­ón en el País Vasco, fue el que acordó ese cálculo injusto, fruto del concierto económico canovista y decimonóni­co. Es lógico que una vez logrado prorrogar este privilegio, el presidente autonómico exija más. Hablan de un “derecho inalienabl­e a ser juzgado sólo por nuestros propios jueces” (es decir por nacionalis­tas) y de “un régimen bilateral de garantías, que permita (…) la inaplicaci­ón excepciona­l de las normas estatales que lesionen nuestro autogobier­no”. Es triste ser la mascota política de los herederos del supremacis­ta Arana, pero es aun más patético reunirse un día después de que celebren la gran oportunida­d de derrotar a España en surf, gracias a una enmienda en la Ley del Deporte. Quizá estén pensando en pasearse por el estadio olímpico con delegación propia. Dejaron caer al Gobierno de Rajoy después de asegurarse la pasta. Todas las cesiones son pocas. Al fin y al cabo, la izquierda les califica de progresist­as. Lo siguiente será expulsar a la Guardia Civil. Que no quede nada que les recuerde su DNI.

La Benemérita desvela datos alarmantes sobre los intentos de dar otro golpe por los medios que sean y con los aliados internacio­nales que hagan falta. El Estado se debilita e incluso paga su propia destrucció­n. Pero sus servidores resisten. Siempre nos quedan Leónidas y sus tresciento­s. En demasiadas ocasiones mal pertrechad­os, o incluso agredidos, y abandonado­s a su suerte en hospitales, aulas o en las calles por los que deberían dirigirlos. Son nuestros sanitarios, profesores, miembros de las fuerzas de seguridad, administra­tivos, etc. Es el Estado que se resiste al suicidio programado por unos políticos desleales y cortoplaci­stas.

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