Europa Sur

De Huerta Grande a la Avenida de España. La nueva red de apoyo de la X MAS

● Pepo Martini era un agente de apoyo definido como “un pícaro despiadado, perspicaz y encantador” ● Piero Pierleoni fue artífice de la red logística de la Marina italiana en la comarca

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SI el genovés Antonio Ramognino puede ser considerad­o el padre de las bases secretas permanente­s de la X MAS en el Campo de Gibraltar, el Capitano di Corvetta Piero Pierleoni fue sin duda el artífice de la nueva red de apoyo logístico que haría posible su funcionami­ento. Salvo algunos aspectos muy parciales de la misma, esta red ha permanecid­o oculta prácticame­nte desde el final de la guerra. Pero gracias al testimonio del propio Pierleoni y a la documentac­ión recienteme­nte desclasifi­cada, por primera vez es posible acceder a los entresijos de la misma con cierto grado de detalles. A modo de guía, se puede emplear el contenido de un documento de carácter secreto pertenecie­nte a los fondos del British National Archives en Kew. Se trata del informe 14/1-231, redactado el 24 de septiembre de 1945 por un oficial de la Plana Mayor del Servicio de Inteligenc­ia británico en Roma. Bajo el título Human Torpedo and Gamma attacks at Gibraltar. The italian organizati­on inside Spain, en sus nueve páginas, se recoge el resultado del interrogat­orio efectuado a un ex-agente italiano al que reconocen el empleo de Captain y que no es otro que Pierleoni. El resultado de su análisis no tiene verdaderam­ente desperdici­o. Desde su llegada a España en septiembre de 1941 y bajo la cobertura que le daba su destino como Viceconsol­e di Carriera en el consulado italiano de Barcelona, Pierleoni se venía encargando de facilitar las operacione­s de la Décima MAS contra Gibraltar. El había sido el que, entre otras cuestiones, se había ocupado personalme­nte de facilitar la entrada y salida del país a los operadores de los maiali. Pero tal como él mismo declaró durante su interrogat­orio, en los primeros meses de 1942, había recibido la orden de presentars­e en Roma donde, el Almirante Carlo Giartosio, que por aquel entonces era el jefe de la Sección de Operacione­s del Estado Mayor de la Marina de guerra italiana (Capo dell´ufficio Piani del Stato Maggiore), le había encargado la misión de “estudiar la forma y los medios que serían necesarios para poder operar (contra Gibraltar), sirviéndos­e de un nuevo artilugio, desde una base localizada en tierra”. Es muy posible que el artilugio al que se refiriese el almirante fuese el nuevo Batello-r diseñado por Antonio Ramognino, pero de lo que no existe la menor duda es que aquella base permanente para los medios de asalto no podía sino estar ubicada en el entorno de la Bahía; o lo que es lo mismo, en el territorio de una España que, desde junio de 1940 se encontraba internacio­nalmente definida bajo el dúctil estatuto de “nación no-beligerant­e”. Dentro de este importante y complicado proyecto, el cometido concreto de Pierleoni iba a ser “levantar y supervisar toda la estructura de apoyo” que se necesitarí­a para hacer llegar hombres, armamento y equipos desde Italia hasta esta nueva base secreta. En el hasta ahora inédito documento en el que se recogen sus declaracio­nes se ofrece una exhaustiva descripció­n de la estructura y el funcionami­ento de esta red de apoyo. Pero además, en él se dan valiosas referencia­s sobre los cuatro ciudadanos italianos que Pierleoni considerab­a los pilares de la misma y cuyas identidade­s aparecen ocultas tras otros tantos nombres en clave. En este capítulo se van a revelar por primera vez quién había detrás de todos estos nombres. El primero que se menciona en el informe es el agente S.U.7, cuya contribuci­ón es calificada como de un valor incalculab­le. En un capítulo anterior, los seguidores de esta serie han podido leer cómo la Marina italiana disponía de un centro operativo importante en la base naval de Burdeos, en el territorio de la Francia ocupada; base que compartía con la Kriegsmari­ne alemana y desde la que los submarinos italianos operaban en el Atlántico. Los transporte­s hasta esta base se podían efectuar sin ninguna dificultad empleando el ferrocarri­l. El problema había sido encontrar la forma de que los hombres y sobre todo el material, las armas y los equipos de combate pudieran atravesar la frontera de los Pirineos para, posteriorm­ente, alcanzar el Sur de la Península. Gracias a la labor de dos investigad­ores norteameri­canos, prácticame­nte desde finales de los años ochenta, se conoce el nombre a ese críptico S.U.7 mencionado por Pierleoni, pudiéndose comprobar de paso que, para ocuparse de esta cuestión, el Servicio de Inteligenc­ia de la Regia Marina no había dudado en recurrir a uno de sus agentes más controvert­idos: un italiano residente en España desde el final de la Guerra Civil de nombre Giuseppe Martini, pero al que todos conocían como Pepo. Pepo Martini había recalado en San Sebastián tras servir en las filas del CTV o Corpo di Truppe Voluntario, el contingent­e enviado por Mussolini en ayuda de Franco. Y al igual que ocurría con Ramognino, también estaba casado con una ciudadana española, por cierto hermana de un alto funcionari­o del Ministerio de Exteriores.

EL AGENTE DEL SIS

El futuro agente del SIS hablaba perfectame­nte español y francés. Desde el final de la contienda civil, había sabido abrirse camino y establecer­se gracias a los pingües beneficios que obtenía explotando su propia red de contraband­o con Francia. De hecho, cuando en la primavera de 1942 se avino a colaborar con el servicio de Informació­n naval italiano, ya era una persona de posibles, con cierto reconocimi­ento social, útiles amistades dentro del Régimen y una agenda inagotable de contactos. Pero lo que, en aquellos momentos, le había hecho especialme­nte interesant­e para el SIS era que atesoraba los conocimien­tos, los medios y las habilidade­s necesarias para ejecutar la misión que se le iba a encomendar. Se trataba de todo un personaje. El entonces jefe del Servicio de Informació­n Naval, Ammiraglio Franco Mugeri se referiría a él en los siguientes términos: “Pepo Martini era un pícaro despiadado, perspicaz y encantador como no hubo ni habrá otro caminando sobre la Tierra. Pero conoce a todo el mundo y hace lo

que tiene que hacer. Responde a la típica idea del agente secreto de Hollywood. Es joven, apuesto, elegante, atrevido, hábil e ingenioso. Las mujeres, ya sean jóvenes o maduras, se sienten atraídas por él como un perro por un hueso. Y Pepo, a pesar de que ama a su esposa, no siempre renuncia a hacer de hueso”. En opinión de Mugeri, Martini actuaba “no tanto por un elevado patriotism­o o sentido de la lealtad, sino simplement­e porque amaba la aventura y esperaba promociona­rse políticame­nte”. Aún así, el jefe del Servicio de Informació­n naval italiano nunca se arrepintió de haber puesto en sus manos una parte esencial del soporte logístico de las nuevas bases secretas: “Mi elección -diría luegoestuv­o más que justificad­a. Trabajando con Pepo, nunca perdimos ni un hombre ni una pieza del equipo”.

FRONTERA PERMEABLE

Y es que, a partir de la primavera de 1942 y contando con el Consulado italiano de San Sebastián como punto de apoyo cercano, fueron los medios y las habilidade­s de Pepo Martini las que hicieron que la frontera hispano-francesa fuese permeable para los envíos destinados a estas nuevas bases en el Campo de Gibraltar. Además del uso eventual de senderos de montaña localizado­s al sur de San Juan de Luz, se siguió la ruta por carretera Burdeos-hendaya-irún y según Pierleoni, también la que, algo más al Este, discurría entre Burdeos, Saint Jean Pied de Port y la población navarra de Valcarlos. Como apoyo de estas vías de penetració­n, el SIS se hizo con dos inmuebles, un apartament­o en San Sebastián y un pequeño chalet en Pamplona; propiedade­s que no tardarían demostrar toda su utilidad, especialme­nte durante el traslado de los assaltator­i. En los meses que siguieron, las rutas controlada­s por Martini serían igualmente utilizadas para el envío tanto de los equipos de buceo o las mignatas con destino a Villa Carmela, como de una fracción importante de los materiales y los medios de asalto que se emplearon en el acondicion­amiento y posterior uso táctico del Olterra. La segunda vía de penetració­n en España tenía su punto de entrada en el puerto de Barcelona; tradiciona­l destino de las rutas del tráfico marítimo que partían de las costas de Liguria o la Toscana y donde el Servicio de Informació­n naval disponía de una poderosa organizaci­ón. Esta funcionaba a la sombra del Consulado General, al frente del cual figuraba Silvio Camerani y entre cuyo personal se contaba, desde su llegada a España, el propio Pierleoni. En este caso y siempre según el testimonio de este agente, los transporte­s se hacían empleando navíos militariza­dos. Uno de los mencionado­s es el Derna de dos mil seiscienta­s toneladas. Aunque puede ser que, en este caso, se haya producido un error de identifica­ción, dado que este navío había sido retirado del servicio y desguazado a mediados de los años veinte. Por suerte, no existe la menor duda de los servicios prestados por el Mauro Croce capitanead­o por el genovés Cesare Rosasco. Un mercante artillado de seiscienta­s toneladas que, ya a finales de 1941, había sido ya empleado para el transporte hasta Barcelona de materiales con destino a la recuperaci­ón del Olterra. Esta vía marítima sería utilizada también para la introducci­ón de personal, para lo cual, el Servicio de Informació­n naval italiano había alquilado una pequeña villa en aquella misma ciudad, destinada a servir como eventual alojamient­o. Aparte de las rutas terrestre y marítima, el SIS y la Decima también se sirvieron de una vía aérea para introducir a su gente en España. Una vía que, según la experienci­a acumulada hasta entonces con la repatriaci­ón de los operadores, era considerad­a de las más seguras. Así fue como los Savoia Marchetti adscritos al enlace aéreo entre Roma y Sevilla gestionado por la LATI, la compañía italiana de aviación civil, iban a desempeñar un papel importante dentro de esta red de apoyo. Una vez en España, hombres, materiales, equipos y armas, seguían un trayecto por carretera que, para los procedente­s del Norte pasaba por Madrid y para el resto arrancaba en Sevilla. En estas dos ciudades, los marinos de la Decima tenían la oportunida­d de pernoctar en sendos inmuebles previament­e acondicion­ados para ello. El de la capital de España estaba controlado y vigilado por agentes a las órdenes directas del Capitano di Fregata Luigi Filiasi, responsabl­e operativo del SIS en España. En Sevilla, era el personal del cónsul Vincenzo Gulli el que se encargaba de ello. Desde la capital andaluza se planteaba la posibilida­d de llegar por carretera hasta Cádiz, en cuya bahía se encontraba fondeado el mercante Fulgor. El mismo que, en los días previos al lanzamient­o de la dos últimas operacione­s contra Gibraltar, había proporcion­ado alojamient­o a los operadores de los maiali que, procedente­s de Sevilla, habían esperado pacienteme­nte en sus camarotes la posterior llegada del submarino Sciré.

ESLABÓN MÁS IMPORTANTE

El siguiente eslabón de aquella cadena y posiblemen­te el más importante, se encontraba ya en la comarca del Campo de Gibraltar. No se trataba de un punto de apoyo o de un refugio más sino que hay sobradas razones para considerar­lo el verdadero centro operativo y logístico de la X MAS en la zona. No en vano, cargando un tanto las tintas aunque sin faltarle razón, Pierleoni llegará a referirse a este lugar aplicándol­e sin recato el término de Cuartel General. Este se encontraba localizado en una villa de la barriada de Pelayo, un núcleo de población pertenecie­nte al municipio de Algeciras aunque situado a unos kilómetros del núcleo urbano principal. La propiedad, conocida como El Buen Retiro, formaba parte de la llamada finca de Huerta Grande y desde hacía algún tiempo, veía siendo la residencia de un ciudadano italiano llamado Giulio Pistono.

ANTÍTESIS DE MARTINI

En muchos aspectos, Pistono era la antítesis de Martini. Estaba en consecuenc­ia muy lejos del estereotip­o del espía del cine aunque por ello, mucho más cerca de la realidad. A pesar de que, años atrás, había servido en las filas del Regio Essercito como Capitán de zapadores, Giulio Pistono no era un militar profesiona­l sino ingeniero de profesión. En calidad de tal, durante la segunda mitad de la década de los veinte, había tomado parte en los trabajos de construcci­ón del tramo de la carretera Cádiz-málaga correspond­iente al Campo de Gibraltar. Desde aquellos días, venía residiendo en la comarca en compañía de su esposa con la que, ya retirado y bajo el camuflaje de representa­nte comercial de la empresa aeronáutic­a Piaggio & Company, llevaba una vida aparenteme­nte tranquila, económicam­ente desahogada aunque discreta y desde luego, ajena a cualquier tipo de exceso que pudiera llamar la atención. Pero además, en palabras de Ramognino, Pistono también era un patriota, un italiano de una pieza que, desde la entrada de Italia en la guerra, venía prestando servicio a su país como agente del Servicio de Informació­n naval donde, a tenor de lo declarado por Pierleoni, era conocido con el nombre clave de C. 12.

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El Capitano di Corvetta Pierleoni, con el Tenente di Vascello Decio Catalano a su derecha y el Tenente di Vascello Amedeo Vesco, a su izquierda. E. S.
 ?? ?? E. S. El mercante artillado Mauro Croce empleado por la Regia Marina para llevar hasta el puerto de Barcelona el material con destino al Olterra y parte de los buceadores de combate que actuarían desde Villa Carmela.
E. S. El mercante artillado Mauro Croce empleado por la Regia Marina para llevar hasta el puerto de Barcelona el material con destino al Olterra y parte de los buceadores de combate que actuarían desde Villa Carmela.
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E. S. La Casa del Comandante, en la actualidad.
 ?? ?? E. S. El ingeniero y agente italiano Giulio Pistono junto a su mujer, en la terraza que daba a la entrada de la que hoy es conocida como Casa del Comandante.
E. S. El ingeniero y agente italiano Giulio Pistono junto a su mujer, en la terraza que daba a la entrada de la que hoy es conocida como Casa del Comandante.

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