SOCEDAD TELETUBBIES
ALGUNOS están empeñados en hacernos creer que vivimos en el mundo de los Teletubbies, donde todo es amor y cordialidad. La sociedad del abrazo fuerte. Pero si levantamos un poquito la cabeza comprobamos que el mundo real no es así. La educación que he recibido, tanto en casa como en los centros educativos donde he estado, se ha basado en el esfuerzo diario, en competir primero conmigo mismo para ir superándome. Que cuando menos te lo esperas te llueve y que debes continuar andando, avanzando bajo el chaparrón. No es un bello jardín de los Teletubbies bien recortado donde los únicos inquilinos son pacíficos conejitos. Sino que es un bosque en el que tienes que trazar tu propio camino, buscar tus metas. Que en ese camino debes ir desprendiéndote de lo que te impide progresar y, a la vez, debes ir adquiriendo nuevas habilidades para rebasar los obstáculos. De niño me encantaban los problemas matemáticos donde te daban datos que no servían para nada. Decíamos que eran problemas con trampas, la solución estaba delante de tus ojos, pero tenías que pensar. Me pasaba igual con las narraciones de misterios que, cuando menos te lo esperabas, te daban un vuelco y era todo lo contrario de lo que tú habías pensado. Los trabalenguas, refranes y poemas que nadie nos mandaba aprender pero que sabíamos de memoria... La calle era una gran escuela, realizábamos las compras sin lápiz y papel para pagar o dar la vuelta. Los garbanzos no estaban en bolsas, ni el aceite en botellas, por ello hablar en fracciones era lo más natural. Llevábamos dinero en los bolsillos y nos sentíamos ricos, porque teníamos que organizarnos. Ahorrar era una decisión personal: podías irte en autobús diariamente o andando para poder comprarte tus tebeos, tus libros. Tú te comprabas, no te compraban. Eras libre, pero a la vez responsable de tus actos. Nos recordaban que, con voluntad, con esfuerzo, llegas más lejos y antes. Reclamar derechos sin obligaciones, sin deberes, era una entelequia. La sociedad en la que vivo hoy es mejor que la de mi infancia, pero la actual es fruto del esfuerzo que se realizó cuando no se regalaban peces, sino que nos enseñaban a usar la caña para pescarlos. Nuestra educación era pleno fuego, teníamos ganas de aprender y a la vez de meter fuego en otras hogueras. Pero a los peces se les enseñaban a nadar y a los monos a subirse en los árboles. El fruto de esta sociedad no sé cuál será. Pero sí tengo claro que algunos políticos se sienten como el sol que está sobre los teletubbies y que les gustaría que la sociedad fuese como Tinky Winky, Dipsy, Laa-laa y Po, bebés con una televisión por estómago y corazón. Por cierto, el más inteligente del mundo de los Teletubbies es una aspiradora.
Ahorrar era una decisión personal: podías irte en autobús o andando para poder comprarte tus tebeos