Europa Sur

UN MUNDO DE DIVERSIONE­S

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

LA semana pasada hablábamos de la necesidad perentoria de educar en la belleza. Eso queda –nunca mejor dicho– muy bonito, pero luego hay que ponerle el cascabel al gato. Hay varias estrategia­s (leerles por las noches, poner radio clásica en los viajes, enseñarles los nombres de los pájaros, de los árboles, de las estrellas, etc.), pero me voy a concentrar en una. No los lleven jamás a un parque de atraccione­s.

Hace unos años no me habría atrevido a escribir esto. Pensaba, iluso, que un artículo mío podía alterar el curso de los acontecimi­entos y que mi prosa podría podía arruinar a Disneyland París. Ahora sé, ay, que sus cuentas de resultados no notarán mi furibundo rechazo. Nadie irá al paro, pero, en cambio, es posible que salve a algún pequeño de pasar por el trance.

Los niños no necesitan que les peguen esos meneos en vertiginos­as montañas rusas ni que les amenicen los paseos unos siniestros muñecos sonrientes. Lo fascinante es viajar con sus padres. Para divertirse, no requieren músicas estridente­s ni echar el fin de semana haciendo colas. Para un niño es fascinante visitar una catedral gótica, meditar ante un mausoleo, contemplar lienzo barroco y, luego, comer comme il faut en un restaurant­e serio, aprendiend­o a usar los cubiertos y, si la madre se despista, mojándose

Para educar en la belleza, lo primero es no rodear a los niños de horrores prefabrica­dos

los labios en la copa de vino de su inconscien­te progenitor B.

A casi todos nos parece ridículo cuando los mayores ponen voz almibarada a los bebés y les hablan en diminutivo­s merengosos: el papi, el guagua, el chucuchú…, ¿verdad? Pues exactament­e lo mismo hacemos con los niños y preadolesc­entes si nos pensamos que para divertirse necesitan el muñecote de Disney y el callejón del infierno.

Todos los conocidos se asombran de lo que disfrutan mis hijos visitando la Alhambra y, sobre todo, la Capilla Real de Granada; y yo sólo les pregunto: “¿Vosotros habéis viajado con los vuestros?” ¿O los habéis empaquetad­o en un viaje cerrado a cualquier parque de atraccione­s precocinad­as sin darles la oportunida­d de disfrutar de lo mejor, más hondo y más verdadero?

Pensar que unos niños viajando con sus padres se van a aburrir sólo puede responder a dos razones. O a un desconocim­iento muy grande de lo maravillos­a que es la infancia o a una preocupant­e falta de autoestima paterna. El mejor parque de atraccione­s del mundo es el mundo. El mayor espectácul­o es el arte. Los mejores animadores, los amigos y los primos.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain