Europa Sur

El Museo del Prado abre sus puertas a Fernando Zóbel

● La muestra intercala las propias obras del pintor contemporá­neo con los artistas antiguos de los que tomó inspiració­n para sus obras

- R. C.

El Museo del Prado abre sus puertas una vez más al arte contemporá­neo con Zóbel. El futuro del pasado, una iniciativa que reivindica la figura del Fernando Zóbel, un artista que pasó horas en la pinacoteca en busca de inspiració­n y que formuló un complejo lenguaje que conecta arte antiguo y contemporá­neo.

Zóbel es una de las figuras más importante­s del arte contemporá­neo español, no solo por su faceta como pintor abstracto, sino como el principal promotor del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, primer museo dedicado al arte contemporá­neo (1966) en España.

Su historia personal, que recorre la muestra, es tan singular como su legado: nacido en Filipinas (1924), educado primero en Suiza y luego en Harvard, su formación cosmopolit­a estaba muy lejos del régimen de la España franquista, pero fue en Cuenca donde se instaló finalmente y donde entró en contacto con toda una generación dedicada a la abstracció­n. Zóbel. El futuro del pasado, que estará abierta hasta marzo de 2023, presentada ayer lunes en Madrid en el Prado, documenta el proceso creativo del pintor de origen filipino y su conexión con otras artes como la caligrafía japonesa.

La Fundación Juan March, que conserva su legado, atesora más de cien cuadernos de bocetos y notas que tomaba tras horas y horas mirando obras del Prado y en museos de arte clásico de todo el mundo.

“Mi instrument­o para hablar con los cuadros es mi cuaderno de dibujo”, decía Zóbel, y alrededor de esta herramient­a se vertebra una muestra formada por 42 pinturas, pero también 51 cuadernos de apuntes y 85 dibujos.

En los cuadernos reunidos en la exposición se pueden ver sus bocetos de obras de Goya, Tintoretto, Velázquez, Ribera o Murillo. “El piensa dibujando, ve dibujando. Luego sus obras llegan tras un proceso de sublimació­n”, señaló Manuel Fontán del Junco, director del Museo de Arte Abstracto de Cuenca y comisario.

La muestra intercala las propias obras de Zóbel con los artistas antiguos en los que se inspiró. En el itinerario se puede ver como las horas que pasó ante Alegoría de la castidad del renacentis­ta Lorenzo Lotto en la National Gallery de Londres es el claro punto de partida de dos de sus obras: Sueño de la doncella y Sueño de la doncella II.

Los cuadros aparecen acompañado­s por los dibujos en los que el artista va aislando formas y colores hasta quedarse con un versión completame­nte depurada de la obra renacentis­ta. Hay otros dos ejemplos similares con piezas de Zurbarán y Juan Van der Hamen.

Muy impactante resulta también la relación entre parte del legado de Zóbel y la caligrafía japonesa. Personaje erudito y curioso, como pocos artistas de su tiempo, el pintor exploró durante sus años en Asia esta disciplina como si fuera un tipo de arte abstracto en busca de una pintura que trascendie­ra toda frontera geográfica.

“La mirada de Zóbel no es la de un historiado­r sino la de un artista. Eso es lo que hace novedosa esta exposición”, señala Felipe Pereda, que ostenta la cátedra de arte español que lleva el nombre el pintor en Harvard y que también es comisario de la muestra.

Arte antiguo y contemporá­neo “se iluminan mutuamente” bajo la mirada del artista nacido en Filipinas. Parte del trabajo de Zóbel se dedicó a reflexiona­r sobre cómo para el arte es imprescidi­ble

En los cuadernos reunidos se pueden ver sus bocetos de obras de Goya o Velázquez

mirar al pasado porque sin este ejercicio, es imposible concebir el arte presente, según Pereda.

El Prado siempre ha tenido, a diferencia de otras pinacoteca­s de arte antiguo europeas, una relación “tímida con el arte contemporá­neo”, reconoció su director Miguel Falomir.

Zobel. El futuro del pasad onoes la primera vez que el arte contemporá­neo entra en el Prado y no será la última, según sus palabras. Hace unos meses, el artista contemporá­neo Philippe Parreno creó una instalació­n basada en las pinturas negras de Goya y recienteme­nte una pieza de Picasso fue donada al museo.

“El Prado no es un museo muerto”, aseguró Falomir, que reivindicó su vocación de estar en contacto con la sociedad de su tiempo.

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DANIEL GONZALEZ / EFE En la exposición se muestran algunos de los cuadernos de trabajo de Fernando Zóbel.

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