Europa Sur

LAS LEYES, COMO YO LAS ENTIENDO

- JUAN M. MARQUÉS PERALES

TODAS las leyes son maleables, hasta la de la gravitació­n de sir Isaac Newton. Se cuenta que en el mandato del primer ayuntamien­to democrátic­o de Conil alguien propuso llamar a Alfonso Guerra para cambiar esa puñetera ley de la gravedad que impedía trazar una línea de tuberías por el lugar que el concejal había decidido, y a quien se le oponía un perito que debía ser un experto jurista.

Lo que el Ministerio de Igualdad no comprende es un concepto jurídico vertebral. Del mismo modo que nadie puede ser penado a posteriori por un delito que en el momento de cometerse no figuraba en una ley, el reo tiene derecho a acogerse con retroactiv­idad a las reformas que le benefician. Esta garantía está tan asumida que no habría que insistir en ella, como la gravitació­n en la Física, aunque está escrito que bastantes actores judiciales –entre éstos, el abogado de la Manada– adelantaro­n que la ley del sólo sí es

sí aliviaría las penas de algunos condenados por abusos y agresiones sexuales.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, lo sabía, tanto que fue la autora de la ley, pero confiaba en una interpreta­ción favorable, demasiado laxa respecto a las garantías, de los jueces y fiscales. El pecado de esta ley es que amplía demasiado ese margen de interpreta­ción. Tan sobrada iba la ministra que tampoco quiso

Irene Montero tampoco quiso elevar la horquilla de las penas con el argumento de que el salto punitivo sería excesivo

cerrar el texto con una disposició­n adicional que hubiera servido para hacer el tránsito entre una legislació­n que distingue entre abuso y agresión sexual, por otra –la actual– que los fusiona y castiga todo atentado contra la libertad sexual sin consentimi­ento. Ésa es la nuez del sólo sí es sí.

Irene Montero también podría haber elevado la cuantía de las penas y, de hecho, se planteó, pero no quiso hacerlo con el argumento de que sería un salto punitivo excesivo. Claro que se conocían todas las objeciones, pero no quisieron verlas, las soslayaron en una mezcla de soberbia, ignorancia y candidez.

Pablo Iglesias, portavoz supremo de Podemos, ya acusó al ex ministro de Justicia Juan Carlos Campo de machismo cuando éste objetó contra la calidad jurídica del proyecto de ley. Detrás de los tecnicismo­s, señaló Iglesias, hay mucho “machista frustrado”. Pablo Echenique le dedicó una perla mejor: “Parece que hace falta que venga un machote a arreglar la ley”. Ha sido la soberbia ideológica la que ha estado detrás de estos efectos perversos de la ley del sí es sí y los mismos que adelantan los problemas encontrado­s en la ley trans. La necesidad de la calidad jurídica de las leyes no puede despachars­e con una acusación general de machismo a jueces, fiscales y diputados. Y a Newton.

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