Europa Sur

De Juan Ignacio Pérez de Vargas

● Estudió en el Colegio de los Jesuitas de El Palo (Málaga) y luego en la Universida­d de Deusto ● Pertenecía a una generación de gran trascenden­cia para el futuro de nuestro inmediato pasado

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

HACE unos días, en el Centro Riojano de Madrid –una institució­n gastronómi­ca y cultural situada en lo más granado del barrio de Salamanca, que frecuento habitualme­nte– tuve ocasión de hablar con el Marqués de Vargas, Pelayo de la Mata y Pobes, que preside uno de los grupos más importante­s del universo del vino, con marcas de alta gama tanto de Ribera de Duero como de La Rioja. El apellido Vargas, del que deriva Pérez de Vargas, se presenta ante el profano como una alusión al pueblo toledano de Bargas, al cántabro de Vargas o a la Casa de los Vargas, en cuya heredad trabajó el matrimonio compuesto por Isidro y María, luego santos, San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza. Isidro era probableme­nte de origen mozárabe y estuvo la mayor parte de su vida ligado a la Casa de los Vargas, a cuyo patriarca Juan de Vargas se señala como fundador de la saga. Juan aparece ligado al rey leonés Alfonso VI, llamado el bravo, que hacia 1085 ocupó el solar de lo que hasta entonces fue Mayrit (Madrid), que perteneció a la taifa de Tulaytula (Toledo) y gobernada por la dinastía de los Banu Di-inun. En realidad, Madrid fue una ciudad andalusí; no hay vestigios anteriores al dominio de Al-andalus. Uno de los hijos de Juan de Vargas, Pedro Ibáñez de Vargas, intervino en la conquista de Toledo y parece ser que fundó allí el pueblo de Bargas.

En Bargas son muy consciente­s de su vinculació­n con la ilustre familia de los Vargas –incluso lo ref leja en su escudo– pero el cambio de la letra inicial no aparece justificad­o, aunque tal vez se deba a devaneos ortográfic­os de época. Esos muebles clásicos castellano­s denominado­s bargueños deben el nombre a su origen en esta localidad toledana, agrícola más que otra cosa, de unos once mil habitantes, a unos diez kilómetros de Toledo, a sesenta y cinco de Madrid y muy bien comunicada con ambas capitales. El Vargas cántabro, sin embargo, una pedanía de Puente Viesgo, en el valle del Pas –de donde los pasiegos– no da señales de que su nombre tenga nada que ver con el de la familia madrileña. Mi pertenenci­a al jurado que otorga el vestido de luces rioja y oro, que preside el Marqués de Vargas, me ha permitido tener cierta proximidad a esta importante personalid­ad de la industria vinícola española. En la última reunión del jurado, se adjudicó el vestido al diestro Tomás Rufo Resino, natural de la pequeña localidad toledana de Pepino. En el coctel que siguió a la reunión del jurado, le pregunté al marqués por el origen de la denominaci­ón del marquesado añadiendo que –como él ya sabía– mi apellido era Pérez de Vargas.

Enseguida me contestó que estaba asociado a la pedanía cántabra, pero inmediatam­ente me preguntó si yo era de Algeciras. Apenas si tuve tiempo de sorprender­me –el apellido Pérez de Vargas está muy extendido, sobre todo por Andalucía, por las provincias de Sevilla, Málaga y Cádiz, pero también por la provincia de Toledo y por la ciudad de Madrid– porque a continuaci­ón aclaró que conoció a un distribuid­or de vinos, Manuel Pérez de Vargas Quirós, con el que necesariam­ente había que contar si se quería vender vino o licores en Andalucía. Era un distribuid­or extraordin­ario –comentó– y un hombre cercano y acogedor. Su nombre sonaba por todas partes en la comerciali­zación de los vinos de Rioja. La distribuid­ora, Bodegas La Bahía, ahí está en La Menacha, pero apenas si su nombre forma parte ya de la memoria de las gentes que circulan por estos pagos. Como ocurre con la empresa familiar de los Acosta que desde el histórico local del Secano se extendió hacia otros lugares y fue pionera en la creación de los supermerca­dos Supersol, iniciados en la Calle Convento.

LOS PÉREZ DE VARGAS

La industria de la destilació­n de alcoholes alimentari­os y de bebidas alcohólica­s tuvo mucha importanci­a en estos lugares. En ella destaca la figura y capacidad emprendedo­ra de Manuel. Era comisario de policía y heredó de las tradicione­s de su pueblo serrano, Casares, la afición por el destilado de alcoholes y la consecuent­e producción de aguardient­es; que también tuvo en Los Barrios, con la familia Cózar, una radicación importante. En el tramo de la calle Larga, comprendid­o entre Castelar (Panadería) y Tarifa, aledaños del Mercado, se instalaron los Santacana Mensayas, una familia catalana de la que nacieron dos alcaldes de Algeciras y uno de nuestros mejores historiado­res, y los Pérez de Vargas Gil, cuyos hijos, María Isabel, Manuel y Juan Ignacio, serían, por diversas razones, tres figuras destacadas de nuestra sociedad. María Isabel –una mujer escultural, cuya belleza ha derramado con generosida­d sobre sus hijas, Maribel y Tota– fue la esposa de Juan José Triay, un abogado gibraltare­ño de gran prestigio que junto a su hermano José Manuel y otros destacados empresario­s, protagoniz­ó, en 1968, un intento de aproximaci­ón a España que bien podría haber sido la neutraliza­ción del generador de conflictos que es la existencia de una colonia militar extranjera en la Comarca.

Manuel –que estudio Derecho– ha mantenido hasta ahora un negocio familiar, que en los años sesenta dio trabajo a mucha gente. La distribuci­ón de bebidas alcohólica­s era el foco de negocio, pero Bodegas La Bahía, también disponía de locales abiertos en donde se despachaba directamen­te al público, incluso se copeaba, sobre todo con el aguardient­e, que habitualme­nte se consumía en las primeras horas de la mañana. Los establecim­ientos más céntricos y populares eran, uno en la calle

Convento, en la acera de enfrente y en las proximidad­es del Hospital Militar –hoy dependenci­as municipale­s– y, sobre todo, el otro, La Giralda, en la calle Panadería o Emilio Castelar, muy cerca de la esquina sureste que hace con la calle Larga, frente al Escudo de Madrid, en ese tramo que hoy se llama Emilio Santacana en honor del alcalde de la Conferenci­a. Su familia, como ya he mencionado, tuvo ahí su gran destilería al cuidado de un venerable personaje, el señor Nieto, padre del inolvidabl­e José Luis Nieto y abuelo, por tanto, de nuestra querida Inmaculada. En La Bahía, como ya he escrito, se formó como contable y administra­dor empresaria­l, el alcalde Francisco Esteban Bautista.

JUAN IGNACIO

Juan Ignacio era brillante, no muy disciplina­do ni, diríamos, buen estudiante, pero con más que buenas entendeder­as. En su familia, in extenso, habían hecho carrera unos cuantos notables. Dos primos hermanos de su padre fueron notarios muy jóvenes, Blas Infante PDV y Rodrigo Molina PDV. Dos trayectori­as vitales, por cierto, muy sustancios­as y dos tragedias de muy distinto signo. Blas fue el ideólogo del andalucism­o político, el creador de la letra y la música del Himno de Andalucía, y el diseñador de la práctica totalidad de nuestros símbolos. Sería declarado, el 14 de abril de 1983, Padre de la Patria Andaluza. En cuanto a Rodrigo Molina, fue –como su primo Blas– asesinado, en Madrid, en julio de 1946, tras un juicio en el que defendió a la parte contraria del asesino. Amigo íntimo de Ramón Rato, apadrinó a su hijo Rodrigo, que recibió su mismo nombre. Aquel niño, sería con el tiempo un conocido político y ejecutivo rodeado de conflictos judiciales.

Juan Ignacio fue uno de los pocos de su generación de algecireño­s que hizo carrera universita­ria. Estudió en el Colegio de los Jesuitas de El Palo (Málaga) y luego en la muy prestigios­a Universida­d de Deusto donde la Compañía de Jesús había diseñado un programa pionero en Derecho y Economía. Ejerció de abogado en Algeciras durante un tiempo, fue cónsul de Suecia y tuvo como procurador a Vicente Canto, un profesiona­l de leyenda. Tenía el despacho en la famosa Casa de Muñecas, junto a la Alcaldía. Pronto accedió a la Judicatura por el llamado “cuarto turno”, a través de un concurso entre letrados con diez años de ejercicio, y como juez estuvo destinado primero en el País Vasco y luego en la Comarca, concretame­nte en San Roque. Más tarde, ya de magistrado, ejerció hasta su jubilación en la sección de Algeciras de la Audiencia Provincial. Estuvo casado con una mujer bellísima, María del Carmen Fernández de la Cruz.

LOS FERNÁNDEZ DE LA CRUZ

Una sobrina de Maricarmen, hija de su hermano Rafael (Falé), se ha hecho muy popular por ser la esposa de ese gran hombre y gran cocinero que es el asturiano de Mieres del Camín, José Andrés, educado desde muy corta edad en Barcelona, en cuya Escuela de Restauraci­ón y Hostelería ingresó con quince años para proyectars­e no mucho tiempo después, hacia todos los horizontes de la profesión. Gente de bien que conecta fácilmente con lo que se le aproxima y por ello ha puesto el nombre de Algeciras, el pueblo natal de su mujer, en donde ha tenido la oportunida­d de hacerlo. En Patricia (Tichi) Fernández de la Cruz conf luyen dos familias notables. La línea materna nos lleva a los Cánovas. La madre de Tichi, Pilar, y su hermana Conchita, eran dos bellezas que deslumbrar­on a mi generación. En los Cánovas son también guapos los hombres, véase si no a Pedro, que mantiene impoluta su buena hechura y la dulzura de una mirada que cautivaba a las muchachas de mi tiempo. Bien que ella no lo sabe y ahora tiene la oportunida­d de saberlo, algunos nos las arreglábam­os para salir de Algeciras hacia Madrid, al final de las vacaciones de verano, coincidien­do con Conchita, que estudiaba su bachillera­to en el Colegio de Huérfanos del Ejército, en Aranjuez. En lo que a mí respecta y a pesar de mis intencione­s nunca estuve lo suficiente­mente cerca de ella. Falé era un buen mozo y se quedó con Pilar, y Tichi tuvo en su tío Juan Carlos a un segundo padre cuando murió, siendo todavía joven, el suyo.

Juan Carlos era de la Plaza Alta, como Carlos de las Rivas, que nació en el número 7, y Rafael González Fernández, vecino de la misma casa, capitán de la Marina Mercante, residente desde hace años en Cádiz. También José Gázquez, nuestro entrañable fotógrafo y gran atleta, que vivía en el edificio que hacía esquina con la calle Convento y sobre cuya azotea estaba el estudio de su padre, José Gázquez Morales, que fue Alcalde de Algeciras desde 1940 y hasta su muerte en 1946. Los Fernández

de la Cruz vivían en el número 1, en un magnífico edificio en cuyos bajos estaba la farmacia de don José Rivera Aguirre. El padre de Juan Carlos era un alto funcionari­o de Aduanas, como lo sería él mismo hasta que murió en su último destino, en Sevilla. La Plaza Alta en los años cincuenta, cuando Juan Carlos apenas si había cumplido los diez de edad, se llenaba por las tardes, con buen tiempo, y en las mañanas de los domingos; entonces los sábados eran tan laborables como hoy los viernes y se envidiaba a los yanitos, que disfrutaba­n de la que llamábamos “semana inglesa”, hoy generaliza­da. Juan Carlos, con su buena pinta, acudía a la Plaza con su revólver de cachas plateadas; era como un Buffalo Bill a la medida de nuestras posibilida­des.

Juan Ignacio Pérez de Vargas Gil, el marido de María del Carmen, la bellísima hermana de Falé y de Juan Carlos, dos personas inolvidabl­es, fallecía el pasado martes en Algeciras. Pertenecía a la primera generación de los numerosos algecireño­s de su familia, que nacieron en nuestra ciudad. Sus padres, Manuel e Isabel, ambos de Casares, estaban ancestralm­ente ligados a la agricultur­a y en algún caso a la balbuceant­e pequeña industria de energía eléctrica, que echaba a andar en ese tiempo. En los últimos años veinte y treinta, fueron poco a poco emigrando hacia la costa. Sobre todo recalando en dos destinos principale­s, Estepona y Algeciras. En nuestra ciudad, lo hizo la mayoría. Los Pérez de Vargas constituye­n una familia extensa y variadísim­a, en la que se imbrican apellidos como Molina, Salas y Bonelo con sus historias; en algunos casos, como ocurre con la de Ignacio Molina PDV, dignas del docto relato de nuestro admirado Alfonso Escuadra. Juan Ignacio pertenecía a una generación de una trascenden­cia extraordin­aria para el futuro de nuestro inmediato pasado.

 ?? ?? Fachada este de la Plaza Alta de Algeciras hacia 1950.
Fachada este de la Plaza Alta de Algeciras hacia 1950.
 ?? ?? Plaza Alta. A la derecha, el estudio de Gázquez.
Plaza Alta. A la derecha, el estudio de Gázquez.
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 ?? ?? Cruce de la calle Larga y Castelar hacia 1850.
Cruce de la calle Larga y Castelar hacia 1850.
 ?? ?? A la derecha, casa natal de De Las Rivas.
A la derecha, casa natal de De Las Rivas.
 ?? ?? Juan Ignacio Pérez de Vargas.
Juan Ignacio Pérez de Vargas.

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