Europa Sur

Otra vuelta de tuerca de los Carmen Mola

● Alfaguara ha publicado ‘Las madres’, cuarta entrega de la saga iniciada con ‘La novia gitana’ y en la que Elena Blanca sigue combatiend­o el mal

- PEDRO M. ESPINOSA

LA irrupción de Carmen Mola con La novia gitana ha sido uno de los mayores acontecimi­entos literarios en nuestro país en los últimos años. Una excelente campaña mediática, guiada por la mano experta de los profesiona­les de Alfaguara, y, lo más importante, el boca a boca entre lectores ávidos de contagiar su pasión por la inspectora Elena Blanco, convirtier­on a la primera novela de la saga en un superventa­s que todavía hoy, cuatro años después, sigue muy presente en las estantería­s de todas las librerías. Tras otros dos libros

(La red púrpura y La nena), los Carmen Mola decidieron sacudirse el pseudónimo que les había acompañado y ya como Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz recogieron el premio Planeta que se les concedió por La bestia, novela que nada tiene que ver con el universo de la brigada policial que dirige Blanco.

Pero su legión de seguidores deseaban conocer cómo avanzaba la vida de los policías tras encontrars­e con una pandilla de lunáticos en la tercera entrega de la saga. Y de esta cuarta aventura es de la que, ya sin más preámbulos, vamos a hablar. Lo primero que hay que decir es que, a diferencia de las anteriores, en esta ocasión los autores han concedido al hilo argumental un ritmo ascendente. No quiere decir esto que Las madres no atrape desde las primeras páginas, como ocurría sin ir más lejos con La novia gitana, sino que la estructura de la novela es más reposada en sus primeros compases hasta que alcanza la velocidad de crucero a la que estos tres magos del suspense y la acción nos tienen acostumbra­dos.

El denominado­r común de toda la saga es el rapto siendo un niño del hijo de la inspectora Blanco, que le ha atormentad­o desde entonces. Pero la violencia contra las mujeres también está muy presente en toda la colección. A veces con escenas muy duras, sobre todo las que protagoniz­a Chesca tras su secuestro, pero los autores no escatiman en detalles por más que sean complicado­s de digerir.

En esta cuarta entrega, la inspectora Elena Blanco atraviesa el depósito de una grúa municipal hasta llegar a una vieja furgoneta de donde sale un olor putrefacto. Dentro está el cadáver de un hombre con un burdo costurón que asciende del pubis al abdomen. Los primeros resultados de la autopsia aclaran que a este toxicómano le arrancaron varios órganos y en su lugar colocaron un feto. Los análisis de ADN revelan que se trata de su hijo biológico. A los pocos días, aparece en la zona portuaria de A Coruña el cuerpo de un asesor fiscal que ha sido asesinado con el mismo modus operandi. ¿Qué relación existe entre ambas víctimas? ¿Y dónde están las madres de los bebés? Se abre así una investigac­ión para la Brigada de Análisis de Casos. Mientras la relación entre Elena y su compañero Zárate se hace cada vez más complicada, todos los indicios los acercarán a una misteriosa organizaci­ón a la que nadie parece poder acercarse sin morir.

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LOURDES DE VICENTE Agustín Martínez y Jorge Díaz, dos tercios de Carmen Mola, en Cádiz.
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