Europa Sur

ES LO QUE TIENEN LAS DICTADURAS

- Gerente: MARÍA ANTONIA PEÑA

ES lo que tienen las dictaduras: vulneran las libertades personales, se pasan por el arco del triunfo el respeto a los derechos humanos y controlan interna y externamen­te la informació­n sobre sí mismas. Ocurre así sean de izquierdas o de derechas, porque no dejan espacio para el pluralismo y la tolerancia.

Es lo que tienen las dictaduras, que construyen sistemas opacos basados en la apropiació­n y gestión de los recursos por parte de unos pocos y que, en el mejor de los casos, se limitan a simular escenarios de riqueza compartida o de una pretendida búsqueda de la igualdad y la justicia social.

Es lo que tienen las dictaduras, que, en cuanto pueden, ponen sobre la mesa sus fajos de billetes almidonado­s para conseguir lo que quieren: lavar su imagen e imponer su criterio… Y, por lo normal, lo consiguen. Parece que en el imaginario público las dictaduras son menos dictaduras cuando tienen un fuerte poder económico o cuando nosotros mismos podemos beneficiar­nos de ellas con contratos millonario­s y oportunida­des de negocio.

Por eso, para mucha gente, después de la primera fase, que consiste básicament­e en darse sonoros golpes de pecho democrátic­os, viene otra fase en la que cada dictadura es valorada de una forma diferente, dependiend­o de si en algo les beneficia o no e, igualmente, de si pueden entrever en ella alguna afinidad ideológica con su propio pensamient­o. Eso explica, burdamente, que para alguna gente Corea del Norte no tenga perdón, pero sí Arabia Saudí; o, al contrario, que Irán tenga sus disculpas, pero no Qatar. Se necesita poco raciocinio para realizar estas distincion­es y casi todo queda en el terreno de la emoción o el interés y siempre a un lado u otro de la inexpugnab­le atalaya de la propiedad privada. Por ejemplo, a algunas personas, las dictaduras con un rey o un jeque al frente les parecen menos dictatoria­les, como que más normales e incluso más “estéticas”; a otras personas, en cambio, las dictaduras les parecen menos recias cuando tienen en su raíz un pasado revolucion­ario o de rebelión contra la injusticia, aunque se remonte ya a casi un siglo. En ambos casos, media una especie de nostalgia trasnochad­a que atiende más a los sentimient­os que a la realidad del presente y que no ceja en rescatar antiguas, muy antiguas glorias. Está claro: si, además de las afinidades, hay dinero de por medio o poderío militar o convenienc­ias geopolític­as, todo se ve de otra manera y hasta se ha acuñado para algunos casos el bonito eufemismo de “democracia­s autoritari­as” para así poder quedarse en mixto de jilguero y no tener que llamar a las cosas por su nombre. Lo que sí tienen de bueno, desde luego, todas las dictaduras es que nos ayudan a poner en evidencia la doble moral de nuestro tiempo. Ese es el verdadero partido que se debería haber jugado en Qatar: decidir si estamos a favor o en contra de las dictaduras. Es decir, demostrar que, tras pasar por la casa de apuestas, nuestro boleto seguía poniendo “democracia”.

Director:

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